El malabarista que busca estabilizarse en el poder
MADRID.- Llegó al poder con un malabarismo, se mantuvo en medio de los obstáculos y en las elecciones de ayer logró ganar con un buen margen para formar gobierno con aliados, sin la necesidad de pactar con los independentistas catalanes. Es la apuesta del socialista Pedro Sánchez, presidente saliente del gobierno español.
Considerado políticamente muerto tras perder las dos últimas elecciones generales, Sánchez dio la sorpresa en junio al hacerse con el poder en una exitosa moción de censura contra su predecesor conservador Mariano Rajoy, hundido por la corrupción en el Partido Popular (PP).
De carácter tenaz y dialogante, Sánchez, de 47 años, ha sido capaz de sortear obstáculos que parecían insuperables.
Con solo 84 diputados de 350 en la Cámara baja, este economista de formación tuvo que gobernar al filo de la navaja, buscando acuerdos con la izquierda radical de Podemos y los independentistas catalanes, que habían apoyado su investidura.
La frágil alianza que sostenía su gobierno, el más minoritario en 40 años de democracia en España, se le quebró cuando, en febrero, los partidos catalanes hundieron sus presupuestos de 2019.
En las terceras elecciones generales en menos de cuatro años, Sánchez buscó capitalizar su experiencia de jefe de gobierno, cosa que ninguno de sus rivales ha sido, y se mostró como la encarnación de la estabilidad.
El político intentó transmitir seguridad ante el momento crucial que vive España, con el avance de la ultraderecha y el desafío independentista catalán. Su lema fue "poner un cordón sanitario a la derecha"; sus armas para ganar la elección fueron también el aumento del salario mínimo en un 22% y las medidas para promover la igualdad entre hombres y mujeres.
"Él adoptó una posición de presidente y presidenciable explotando esa imagen del que gobierna y tiene que tener una postura de moderación, de solvencia, de seriedad", comentó Cristina Monge, politóloga de la Universidad de Zaragoza.
Destacó también cómo Sánchez está ahora "muy asentado en la izquierda" y ha salido beneficiado de las divisiones internas de Podemos, el partido al que se fueron muchos votantes socialistas en las elecciones legislativas de 2015 y 2016.
Aunque Sánchez no goza de la simpatía de la línea tradicional del partido -es criticado por el expresidente Felipe González y fue subestimado en el PSOE-, el economista demostró que es un hueso duro de roer.
Pedro Sánchez Pérez-Castejón nació el 29 de febrero de 1972 en Madrid, en una familia acomodada: padre empresario y madre funcionaria.
Casado y padre de dos hijas, estudió Ciencias Económicas en la capital española, obtuvo un máster de Economía Política en la Universidad Libre de Bruselas y luego un controvertido doctorado en una universidad privada madrileña, sobre el que pesaron sospechas de plagio que él desmintió enérgicamente.
Jugador de básquet en su adolescencia -mide 1,90 metros-, se afilió al PSOE en su más temprana juventud y fue sucesivamente concejal en el ayuntamiento de Madrid de 2004 a 2009, y diputado.
Hizo historia en el partido en julio de 2014, al ganar las primeras elecciones primarias celebradas en la formación.
Pero los años sucesivos serían una auténtica montaña rusa. Bajo su liderazgo, el socialismo español cosechó sus peores resultados históricos en dos elecciones generales consecutivas: pasó de los 110 diputados a 90 tras el 20 de diciembre de 2015 y luego retrocedió a 85 en los comicios del 26 de junio de 2016,
Pero esto ocurrió en un contexto extremadamente difícil para la socialdemocracia en toda Europa, por el rechazo social a los ajustes que llevó a los votantes a respaldar a nuevos partidos de izquierda, liberales y la extrema derecha.
Luego cayó el 1º de octubre de ese año en una rebelión interna de su partido, que le echó la culpa de los malos resultados.
En pocos meses se lanzó de nuevo en la carrera con un puñado de fieles, y pese a la animadversión del "establishment" del PSOE, en las primarias de mayo de 2017 se impuso a la entonces presidenta regional de Andalucía Susana Díaz.
Según revela en sus recientes memorias, tituladas Manual de resistencia, cuando llegó a la cima del partido era visto por sus compañeros como un outsider, condición que, paradójicamente, lo convirtió en un político excepcional.
Álvaro Villalobos
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