El legado de López Obrador: un país fracturado, con menos pobres, más muertos por la violencia narco y el futuro de la democracia en duda
El presidente deja un país con menos desigualdad, pero jaqueado por los homicidios y el avance del crimen organizado; cuestionamientos a su estilo personalista
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CIUDAD DE MÉXICO.- Luego de ganar la presidencia de México en su tercer intento, Andrés Manuel López Obrador habló desde un escenario ante una multitud reunida en el Zócalo, que celebraba con algarabía la llegada al poder de la izquierda, un giro histórico en el país. “Vamos a cumplir todos los compromisos. No les voy a fallar”, le prometió a la gente AMLO, como se lo llama popularmente. “Quiero pasar a la historia como un buen presidente de México”, dijo.
Cinco años después de esa victoria, López Obrador deja un país tanto o más dividido, con menos pobres –su principal logro–, pero con más muertos por la violencia criminal, un flagelo ya añejo en México que empeoró bajo su política de “abrazos, no balazos”, y se convirtió en la principal preocupación de la gente.
Amado y odiado según a quién se le pregunte, López Obrador impuso un estilo personalista y populista desde el Palacio Nacional que encandila a sus seguidores y enerva a sus críticos, que lo acusan de poner en peligro a la democracia mexicana al intentar doblegar sus instituciones. López Obrador prometió desterrar la corrupción y los amiguismos, pero su gobierno tuvo funcionarios y familiares, incluidos sus hijos, acusados de corrupción. Y prometió libertad de prensa, pero acosó a medios y a periodistas.
El debate sobre su gobierno y su legado quedó ahora enclavado en el centro de la elección presidencial de este domingo, a la que él mismo definió como “un referéndum, un plebiscito, una consulta” para elegir un proyecto de país: su “4T”, la cuarta transformación mexicana, o un retorno a la política tradicional. La candidata oficialista de Morena, Claudia Sheinbaum, lo llamó el “mejor presidente de la historia”, y se colgó de su gobierno para llegar al poder. Y su principal rival, Xóchitl Gálvez, se puso al frente de una coalición impensada hasta hace poco entre el PRI, el PAN y el PRD, los partidos históricos, cuyo leitmotiv es su oposición al obradorismo.
El principal avance que deja el sexenio de López Obrador responde al mensaje central de su movimiento: “Primero, los pobres”. La pobreza cayó gracias a la mejora de los salarios, los cambios laborales que implementó el gobierno obradorista, que permitieron bajar la informalidad, y, sobre todo, los programas sociales, que López Obrador reformó y amplió, poniendo dinero directamente en el bolsillo de la gente, su política más popular, y el principal sustento de su poder político.
Entre 2018 y 2022, la pobreza bajó del 42 al 36,3% –más de cinco millones de personas–, según cifras oficiales.
“Su gobierno fue muy bueno para nosotros, los de abajo. La verdad es que nos fue bien”, dice a LA NACION Juan Valencia, de 54 años, mientras prepara milanesas de cerdo en un puesto ambulante en la Roma, uno de los barrios acomodados de la capital mexicana. “Yo soy una persona que no tengo estudios, pero me doy cuenta que a nosotros sí nos fue bien, los de abajo. Los de arriba, banqueros, empresarios, dicen que también les fue bien”, insiste.
Las ayudas sociales del obradorismo tienen un respaldo del 57%, según la última encuesta sobre la labor del gobierno publicada por El Financiero. Es la nota más alta. En todos las demás áreas –economía, corrupción, seguridad– los mexicanos le bajan el pulgar al gobierno de López Obrador, quien igual mantiene un nivel de respaldo del 60%, un contraste que ha llevado a analistas como Carlos Bravo Regidor a hablar de una “disonancia” entre la valoración del presidente y de su gobierno. La nota más baja es para la seguridad pública: un 64% del país piensa que el gobierno de López Obrador tuvo un mal desempeño.
“La inseguridad empeoró bastante. Lo de ‘abrazos, no balazos’, no funcionó. A los delincuentes no les interesa que les digan ‘ah, pues ya no te voy a perseguir’. Pues ellos dicen ‘para nosotros, excelente’. Ellos siguen delinquiendo y matándose entre ellos”, señala Carlos Ernesto, chofer de Uber en la Ciudad de México.
El sexenio más violento
El crimen organizado y la violencia criminal distan de ser nuevos en México, pero el sexenio de López Obrador ya es el más sangriento de la historia con más de 176.000 homicidios dolosos hasta abril de este año, según cifras oficiales. Franco reflejo de esa realidad, la actual campaña presidencial es la más violenta de la historia, con al menos 37 candidatos asesinados. A eso se suma un fuerte aumento en las desapariciones, un dato que, apuntan expertos, esconde más homicidios. Gálvez dijo en campaña que un tercio del territorio mexicano está en manos del narco, un cálculo del Ejército de Estados Unidos que el Financial Times también citó en un largo reportaje titulado: “Los carteles de la droga de México están prosperando”.
Daniel Linsker, director para México de Control Risks, dijo que el gobierno de López Obrador se replegó y abandonó zonas que quedaron bajo el control del crimen organizado para evitar enfrentarse directamente con los cárteles como lo hizo Felipe Calderón. Hay más violencia, afirmó, pero la decisión del gobierno ha sido ignorarla, decir que México está mejor, aún cuando los indicadores, incluso los oficiales, marquen lo contrario.
“La estrategia es ignorar el problema”, indicó Linsker.
Pese a todo, López Obrador logró mantener un alto respaldo en un país donde los presidentes, salvo algunas excepciones, suelen tener índices de aprobación elevados. Una de las razones más escuchadas a la hora de explicar ese alto respaldo entre la gente es una cita creada por el propio López Obrador, sello de su presidencia y su estilo: “La mañanera”, su conferencia de prensa diaria en el Palacio Nacional.
“López Obrador sale todos los días a dar su conferencia matutina, que dura dos o tres horas y media, y el presidente es el dueño de la agenda pública, dice lo que cree necesario, da sus propias cifras, aún cuando lo que diga no tenga fundamento, es lo único que la gente va a escuchar”, explica Marina Reyes Roldán, analista de Integralia.
Más déficit, menos crecimiento
Si la violencia criminal ha sido el talón de Aquiles de López Obrador, la economía, y, sobre todo, su política de programas sociales, es el rincón más fuerte de su legado. Sin embargo, en ese terreno también hay claroscuros. Carlos Serrano Herrera, economista jefe del banco BBVA para México, dijo que López Obrador deja el crecimiento económico más bajo y el déficit fiscal más alto desde finales de los 80.
“La política fiscal, más que seguir el ciclo económico, ha seguido el ciclo político, y ha sido un error. El gobierno abandonó la prudencia fiscal el último año”, indicó Serrano Herrera.
El economista sí elogió las políticas sociales, el aumento del salario, la baja de la informalidad y de la pobreza durante el sexenio, al indicar que el gobierno de López Obrador tomó en serio “el problema de la desigualdad y la pobreza, y que México es un país donde los salarios son muy bajos”.
El presidente también se lanzó a terminar obras tan emblemáticas como faraónicas, otro sello de su sexenio. El Tren Maya, un anillo de circunvalación ferroviario de 1500 kilómetros que recorrerá la selva de la península de Yucatán para conectar destinos turísticos como Cancún, Tulum o Campeche, es uno de sus proyectos insignia, con un brutal costo ambiental –jamás evaluado– para los cenotes y la selva de la zona. AMLO le entregó el control del tren al Ejército mexicano, que también controla varios aeropuertos, una de las alianzas más llamativas de su gobierno. Y gastó un dineral en decisiones polémicas, como la cancelación del proyecto de un nuevo aeropuerto en Ciudad de México, o la construcción de una nueva refinería, Dos Bocas, en medio de una transición energética global y pese a defender la lucha contra el cambio climático. “Es un sueño convertido en realidad”, dijo AMLO al inaugurar las obras, en 2022. El costo terminó por duplicarse hasta los 18.000 millones de dólares.
Serrano Herrera dijo que se podrían haber comprado varias refinerías mucho más baratas en Estados Unidos, e importar el combustible. Pero López Obrador quiso la obra. “Todavía no se refina ni una gota de combustible”, apuntó el economista.
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