El juicio no podría haber arrancado peor para Urdangarin y la infanta
Un arrepentido declaró con detalle cómo el cuñado del rey cobraba fondos públicos por trabajos benéficos y luego los desviaba a cuentas personales
MADRID.- José Luis Ballester, un antiguo amigo de Felipe VI, describió ayer durante dos horas de descarnado testimonio la operación que permitió a Iñaki Urdangarin, cuñado del rey de España, cobrar 2,3 millones de euros de dinero público por organizar actividades de promoción turística sin pasar por ninguna clase de control.
"El objetivo era contratar a Iñaki y a todo lo que viniera de él sin discutir el precio", dijo Ballester, un medallista olímpico que fue director de Deportes del gobierno de las islas Baleares y que se presenta como un arrepentido en el trascendental juicio por el caso Nóos, que se celebra en Palma de Mallorca.
Urdangarin y su esposa, la infanta Cristina, oyeron en silencio la declaración desde el banquillo de los acusados. Sabían que aquel amigo con el que compartieron momentos felices de su vida -bodas, juegos olímpicos, fiestas familiares- había pactado confesar para reducir la pena que recibirá por los cuatro delitos que se le achacan.
Ballester contó que los negocios con el Instituto Nóos, que presidía Urdangarin, en las islas Baleares fluyeron después de un partido de paddle entre el entonces duque de Palma y el presidente regional, Jaume Matas (PP). Confirmó que parte de las negociaciones se llevaron a cabo en el Palacio de Marivent, la residencia de verano de la familia real en la costa mallorquina.
Según el relato, se pactó que Nóos organizara foros de promoción del deporte y gestionara el patrocinio de un equipo ciclístico. Sostuvo que todos los papeles que justificaban la salida de fondos se hicieron "para vestir el santo": había actas de asambleas que jamás se celebraron, nunca se encargó una evaluación de los costos ni se reclamó a la gente de Urdangarin que cumpliera con los trabajos comprometidos.
Ballester relató que el cuñado del rey lo había llamado varias veces en 2007 para exigirle el pago de una factura de 100.000 euros a pesar de que oficialmente se había desvinculado del Instituto Nóos por exigencia de la casa real, alarmada ya por los rumores que circulaban sobre sus sospechosos "actos de beneficencia".
"Le dije que cuando entregara el trabajo ya se le pagaría. ¡No podían ni entregarme una hoja!", dijo el arrepentido. Pero finalmente Matas -acusado también en el juicio- le ordenó saldar la deuda.
El testimonio de Ballester marcó un inicio de juicio complicado para Urdangarin. Los contratos de las islas Baleares resultan decisivos para entender la trama del caso Nóos, por medio de la cual el esposo de la infanta Cristina cobraba fondos públicos por trabajos benéficos, pero después los desviaba a cuentas personales a través de una red de empresas fantasma.
La fiscalía lo acusa de ocho delitos y pide hasta 19 años de prisión. A su esposa la juzgan como partícipe necesaria de evasión fiscal, por lo cual sus querellantes exigen una pena de ocho años de cárcel.
Las palabras de Ballester tuvieron un doble efecto: judicial y personal. Se trata de uno de esos pocos privilegiados que alguna vez traspasaron el círculo de confianza de la familia real. El ahora rey Felipe compitió junto con él como regatista en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Cuatro años después, en Atlanta 96, Ballester ganó la medalla de oro y afianzó su trato con Urdangarin, entonces estrella de la selección española de handball.
Ya alejados del deporte, la amistad continuó. Urdangarin ya era miembro de la familia real y Ballester experimentaba en política. "Con el tiempo me he dado cuenta de que fui un pequeño instrumento de Iñaki para tener acceso a la administración", dijo ayer. Decidió confesar cuando le diagnosticaron una grave enfermedad. El fiscal pedirá para él una pena excarcelable. Del relato ante el tribunal se desprende que Matas buscó congraciarse con Urdangarin porque consideraba prioritaria la buena relación con los Borbón.
Los congresos organizados por Nóos se hicieron sobre la base de los presupuestos que diseñaba Urdangarin, que no incluían mayores explicaciones. "El 95% de las veces firmábamos en barbecho [sin saber qué estaban aprobando], pero es que venía con una instrucción muy precisa", sostuvo Ballester.
Nóos organizó en 2005 el evento Illes Balears Forum, de promoción del turismo y el deporte, por el que "simulaba la contratación de servicios ficticios o presentaba facturas por importes superiores al servicio realmente prestado".