El ISIS-K, una amenaza no solo para EE.UU., sino también para los talibanes
Los jihadistas de Estado Islámico del Gran Khorasan consideran “blando” al nuevo régimen en cuanto la aplicación de la sharia
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WASHINGTON.- Hace 20 años que Estados Unidos viene luchando contra los talibanes y sus socios en Afganistán, las milicias de al-Qaeda y de la red de los Haqqani.
Pero los atentados de hoy parecen confirmar que la mayor amenaza inmediata tanto para Estados Unidos como para los talibanes durante la acelerada evacuación a través del aeropuerto de Kabul antes del plazo del 31 de agosto es un rival que ambos tienen en común y que es muy poco conocido: Estado Islámico del Gran Khorasán, también conocido como ISIS-K, la filial de EI en Afganistán.
Creado hace seis años por desertores del Movimiento Talibán de Pakistán, en lo que va de 2021 el Gran Khorasán lleva realizadas decenas de atentados en territorio afgano. Los analistas militares y de la inteligencia norteamericana dicen que las amenazas del grupo incluyen camiones-bomba, terroristas suicidas con explosivos infiltrados en la multitud que se agolpa frente al Aeropuerto Internacional de Hamid Karzai, y ataques con mortero contra la pista de aterrizaje. Los primeros indicios del atentado de hoy apuntan a este grupo.
Esas amenazas, sumadas al renovado reclamo de los talibanes para que Estados Unidos se vaya antes del 31 de agosto, probablemente hayan influido en la decisión de Joe Biden de ceñirse a esa fecha límite. “Cada día que pasamos allá es un día que le regalamos al Gran Khorasán para que atente contra el aeropuerto o ataque a las fuerzas norteamericanas y sus aliados y a los civiles inocentes”, dijo Biden el martes.
La embajada de Estados Unidos en Kabul les había advertido ayer a los norteamericanos que siguen en Afganistán que se mantengan alejados del perímetro del aeropuerto, y recomendó encarecidamente que se fueran de inmediato quienes allí estaban. Un alto funcionario norteamericano que pidió preservar su anonimato para referirse a temas confidenciales había confirmado que Estados Unidos estaba rastreando una amenaza “específica y creíble” contra el aeropuerto de parte del Gran Khorasán, una rama de Estado Islámico que lleva perpetradas decenas de ataques en los últimos años.
Las amenazas dejan expuesta la complicada dinámica que existe entre el Movimiento Talibán, Al-Qaeda y la red de los Haqqani, por un lado, y su adversario acérrimo, el Estado Islámico del Gran Khorasán, un enfrentamiento que según los analistas presagia un baño de sangre entre miles de combatientes extranjeros de ambos bandos.
En junio, un informe de Naciones Unidas concluyó que en los últimos meses habían ingresado en Afganistán entre 8000 y 10.000 combatientes provenientes de Asia Central, de la región rusa del Cáucaso Norte, de Paquistán y de la región occidental china de Xinjiang. La mayoría de ellos respondía a los talibanes o al-Qaeda, señalaba el informe, pero otros venían a luchar por el Gran Khorasán.
“Para los terroristas y los extremistas radicalizados, ahora Afganistán es como Las Vegas”, dice Ali Mohammad Ali, exoficial de seguridad afgano. “La victoria de los talibanes es festejada por los extremistas alrededor del mundo, y es una invitación para que todos ellos vengan a Afganistán”.
Los militares norteamericanos dicen estar preparados para combatir la amenaza terrorista tanto inmediata como a largo plazo en Afganistán. Pero para empezar estaba el aeropuerto de Kabul.
Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Biden, dijo el domingo que la amenaza del Gran Khorasán era “grave y persistente” y que los altos mandos militares de Estados Unidos estaban evaluando os pasos a seguir para frustrar cualquier ataque.
Eso implica llegar a un improbable acuerdo con los talibanes, al menos temporario, no solo para permitir el salvoconducto de los ciudadanos estadounidenses y sus aliados afganos hasta el aeropuerto para salir del país, sino también para defenderse activamente de un ataque del Gran Khorasán.
Los líderes de esa rama afgana de Estado Islámico son muy críticos de los talibanes y de su versión de la ley islámica, por considerarla “blanda”, y en los últimos años han mantenido enfrentamientos armados.
Ataque en el aeropuerto
El atentado de este jueves contra el aeropuerto, dicen funcionarios actuales y exfuncionarios norteamericanos, es un revés estratégico tanto para Estados Unidos como para la cúpula del movimiento talibán, que trata de demostrar que puede controlar el país. Ese revés, además, es un espaldarazo para el Gran Khorasán dentro del mundo jihadista, si esa agrupación fue la que realizó el ataque, aún no reivindicado. Después de la salida del último soldado norteamericano de tierra afgana, esa oportunidad hubiera perdido gran parte de su efecto.
Los talibanes y el clan de los Haqqani, una red de milicias con sede en Paquistán, son esencialmente lo mismo, dicen los expertos en terrorismo. Sirajuddin Haqqani es emir adjunto de los talibanes desde 2015. Al mismo tiempo, los Haqqani son cercanos a al-Qaeda tanto en lo operacional como en lo ideológico.
“Los talibanes, la red de los Haqqani y Al-Qaeda funcionan como un triunvirato, y como parte de una misma red de milicias, son carne y uña”, dice Colin P. Clarke, analista en antiterrorismo del Soufan Group, una consultora de seguridad con sede en Nueva York.
Clarke agrega que esas tres “entidades” están inextricablemente unidas, y que de hecho, en los últimos años se acercaron aún más, una tendencia que probablemente se profundice y acelere tras la retirada de Estados Unidos, porque tendrán cerrar filas contra adversarios como el Gran Khorasán y el creciente movimiento de resistencia en Afganistán del Norte.
Según el mismo informe de Naciones Unidas antes citado, el Estado Islámico del Gran Khorasán sigue activo desde junio de 2020, y bajo el mando de su nuevo y ambicioso líder, Shahab al-Muhajir, busca engrosar sus filas con talibanes desencantados y otros combatientes sin filiación.
“El Gran Khorasán nunca fue un afiliado de primera línea dentro de Estado Islámico, pero ahora que los comandos afganos y norteamericanos se fueron, tal vez tengan margen para crecer”, dice Seth G. Jones, especialista en temas de Afganistán del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, Washington.
Aunque el número de combatientes del grupo ha mermado en los últimos años, Jones aclara que el Gran Khorasán conserva células clandestinas que llevan a cabo atentados.
La rivalidad entre el Movimiento Talibán y sus socios y el Gran Khorasán seguirá cuando las tropas norteamericanas ya no estén, y la frágil cooperación entre Estados Unidos y los líderes talibanes podría terminar de romperse, devolviendo a ambos adversarios a su anterior postura.
El ejército de Estados Unidos se está esforzando a fondo para cumplir con el plazo del 31 de agosto. Las recientes evacuaciones han sido posibles gracias a la cooperación de los talibanes, que en general están permitiendo que la gente llegue ilesa al aeropuerto, y que según los comandantes norteamericanos parecen estar trabajando para desactivar las amenazas del Khorasán.
Biden se ha comprometido a evitar que Afganistán vuelva a ser un santuario de Al-Qaeda y demás agrupaciones terroristas con intenciones de atacar el territorio estadounidense. Los altos mandos militares dicen que será una tarea difícil: ya no habrá tropas y casi tampoco espías en el terreno, y solo contarán con drones militares apostados a miles de kilómetros de distancia, en bases en el Golfo Pérsico.
Y como dice el informe de Naciones Unidas: “Los talibanes y Al-Qaeda siguen estando estrechamente alineados y no muestran señales de haber roto sus lazos.”
Traducción de Jaime Arrambide
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