El investigador alemán que engañó a todos y alimentó falsos mitos sobre la pandemia
Harald Walach publicó en junio dos estudios que aseguraban que las vacunas contra el Covid provocan casi las mismas muertes que evitan y que los barbijos son peligrosos para los niños
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MADRID.- La comunidad científica todavía se pregunta cómo ha podido ocurrir. Un investigador defensor de la homeopatía y otras pseudociencias, el alemán Harald Walach, logró publicar el pasado junio dos estudios de alto impacto en los que afirmaba que las vacunas contra el Covid provocan prácticamente las mismas muertes que evitan y que las mascarillas son peligrosas para los niños.
Ambos artículos se basan en cálculos falsos y sus conclusiones son totalmente erróneas. Las dos revistas especializadas que los publicaron, Vaccines y JAMA Pediatrics, han dado marcha atrás en pocos días y los han retractado. La Universidad de Poznan (Polonia), en la que trabajaba Walach, ha anunciado que no renovará el contrato del investigador. El médico alemán Edzard Ernst, azote de las pseudociencias, ha lanzado en su blog una pregunta que muchos otros se hacen: “¿El profesor Harald Walach es un incompetente o es un mentiroso?”.
Walach, un psicólogo de 64 años sin formación en virus ni en vacunas, tiene una trayectoria extravagante. Una de sus últimas investigaciones, basada en encuestas a 10 cristianos católicos, llega a la conclusión de que rezar el rosario “puede generar beneficios para la salud”. En otros estudios anteriores da pábulo a supuestos casos de sanación a distancia. Y también ha lanzado teorías con abstrusos conceptos de la física cuántica para intentar explicar presuntos fenómenos parapsicológicos, como la telepatía. En 2012, Walach fue nombrado “pseudocientífico del año” por la Sociedad para el Pensamiento Crítico de Austria.
Pese a este currículum, Walach publicó el 24 de junio, en la revista Vaccines, un estudio que afirmaba que las vacunas contra el Covid matan a dos personas por cada tres que salvan. Varios miembros del comité editorial de la revista, como el virólogo austriaco Florian Krammer y la inmunóloga británica Katie Ewer, anunciaron su dimisión al conocer la publicación del artículo, que fue inmediatamente difundido por los movimientos antivacunas y negacionistas de la pandemia. Vaccines retractó el estudio el 2 de julio, tras constatar que Walach había hecho sus cálculos con una base de datos de Países Bajos que incluía todos los problemas de salud observados tras la vacunación, aunque no tuviesen nada que ver con la inyección. La vacunóloga neozelandesa Helen Petousis Harris, que dimitió del comité editorial y regresó tras la retractación, lo resumió así: “Si analizas una basura de datos, obtienes una basura de conclusiones”.
Interrogantes
Harald Walach se defiende. “No soy un activista antivacunas. Soy un científico”, asegura. El investigador alemán argumenta que el apoyo del movimiento antivacunas no invalida sus resultados y sugiere que es una víctima de “la corrección política”. A su juicio, sus cálculos “son correctos”, pese a que la realidad es otra: ya se han administrado 3.700 millones de dosis en el mundo y no ha ocurrido la catástrofe anunciada por Walach. Al contrario, la vacunación ha reducido drásticamente los fallecimientos.
¿Cómo se pudieron publicar estudios tan engañosos en revistas científicas respetadas? Vaccines está editada por MDPI, un gigante empresarial fundado por el químico chino Shu-Kun Lin y con más de 330 revistas científicas de acceso gratuito. En 2018, diez miembros de otra de sus publicaciones, Nutrients, dimitieron alegando que MDPI los presionaba para aceptar estudios de baja calidad. Como los autores sí tienen que pagar tasas para publicar un artículo —unos 1.500 euros en el caso de Nutrients—, la editorial tiene un potente incentivo para publicar cuantos más mejor, según advirtió entonces la revista Science. MDPI, con sede en Basilea (Suiza), negó las presiones.
Eva Méndez, experta en ciencia abierta de la Universidad Carlos III de Madrid, señala los agujeros del actual sistema científico. La Comisión Europea y otras instituciones internacionales propugnan el libre acceso de los ciudadanos a los resultados de la investigación científica, pero esta ciencia abierta, según Méndez, “ha generado prácticas editoriales oportunistas y ha dado lugar a revistas fraudulentas y también a otras en la línea fronteriza, que sin ser totalmente un fraude han desarrollado conductas depredadoras, alimentadas por la sed de publicación de los investigadores”. La profesora recuerda que el sistema científico actual funciona con “el imperativo irracional y anacrónico de publicar o morir”, ya que el éxito de una carrera académica se mide por los estudios publicados. “La Open Science [ciencia abierta] implica devolverle la ciencia a los investigadores, dejando al margen intereses comerciales disfrazados de Open Science”, sentencia.
El biotecnólogo español Eduardo Gómez Casado, del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA), es miembro del comité editorial de la revista Vaccines, un puesto por el que no recibe dinero. “El proceso de revisión editorial de Vaccines es serio y controlado. Yo creo que lo que ha ocurrido con este estudio es una excepción”, opina. La jefa del comité de ética de MDPI, Damaris Critchlow, considera que la editorial “ha actuado rápidamente” y señala que el responsable de publicar el estudio antivacunas fue uno de los editores de Vaccines, el también psicólogo Ralph DiClemente, de la Universidad de Nueva York.
El 30 de junio, Harald Walach publicó en la revista JAMA Pediatrics otro estudio en el que afirmaba que los niños con barbijo están expuestos a niveles inaceptables de CO₂, tras tomar medidas en 45 menores de edad. La revista, de la Asociación Médica Estadounidense, retractó el artículo el 16 de julio, mostrando sus dudas sobre el dispositivo utilizado para medir el CO₂ y la metodología empleada por el investigador alemán. Walach, sin formación tampoco en este campo, sostiene que los que se equivocan son los demás. La Academia de Pediatría de Estados Unidos, sin embargo, recomendó el 18 de julio que todos los niños mayores de dos años lleven mascarilla en el colegio.
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