El incidente del paso de Diátlov: esclarecen uno de los misterios que dio pie a numerosas teorías conspirativas
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PASO DIÁTLOV.-Nueve jóvenes montañistas rusos, dos mujeres y siete hombres, murieron en extrañas circunstancias en una expedición de esquí en los montes Urales durante los primeros días de febrero de 1959. El suceso, conocido como el incidente del paso de Diátlov, en honor al líder de la expedición, se convirtió con el tiempo en uno de los misterios más famosos e intrigantes del siglo XX. Lo último que se supo con certeza de los excursionistas fue que algo inesperado –y hasta ahora desconocido– hizo que a medianoche del 1 de febrero los jóvenes cortaran la carpa desde dentro y escaparan hacia un bosque a más de un kilómetro de distancia, sin la ropa adecuada, con temperaturas extremadamente bajas, menos de -25°C, y con fuertes vientos a la espalda.
Los registros históricos del caso cuentan que veintiséis días después de la tragedia los equipos de búsqueda encontraron los primeros cadáveres congelados en el bosque. Los últimos cuerpos aparecieron tres meses más tarde, desnudos, algunos con mutilaciones y golpes en el pecho y en el rostro. Según la investigación criminal soviética de 1959, “una fuerza natural irresistible” había causado la muerte del grupo de Diátlov. A pesar del veredicto, el Gobierno ruso nunca presentó pruebas ni explicó con claridad lo que había ocurrido. Unos meses después archivó el caso y prohibió la entrada a la zona del suceso durante varios años.
Este vacío en la investigación, sumado a testimonios de supuestas observaciones de esferas naranjas brillantes que flotaron en el cielo durante esa noche y a presuntos rastros de radiactividad hallados en las ropas de los montañistas, hizo que los familiares de los fallecidos desconfiaran de la versión oficial. Ante la ausencia de una explicación lógica que revelara las causas de las muertes, las teorías conspirativas alrededor del caso Diátlov se fueron expandiendo por toda Rusia. Unos aseguraban que los excursionistas habían muerto de pánico inducido por infrasonidos, otros que habían sido atacados por animales salvajes (a dos de los cadáveres les faltaban los ojos, a otro la lengua y a un tercero las cejas) y otros que miembros de tribus locales eran los responsables de las muertes. Se llegó a creer, incluso, que habían sufrido la furia del abominable hombre de las nieves, que habían sido víctimas de pruebas de armas nucleares o que la KGB, la agencia de inteligencia soviética, los había asesinado por razones políticas.
¿Cuál fue el verdadero motivo por el que los esquiadores tuvieron que abandonar su tienda de campaña? ¿Cómo murieron? En una decisión sin precedentes, la fiscalía rusa decidió reabrir el caso en 2019 y en 2020 informó de que una avalancha de nieve había sido la verdadera causa de la tragedia. La explicación, una vez más, no fue suficiente para los pocos familiares de las víctimas que aún están vivos ni para los centenares de curiosos que peregrinan todos los años al lugar de los hechos.
Ante la nueva hipótesis oficial, los incrédulos expusieron cuatro argumentos que cuestionaban la posibilidad de la avalancha: 1) El equipo de búsqueda que llegó 26 días después de la tragedia no informó de signos obvios de una avalancha. 2) El promedio del ángulo de la pendiente (inferior a 30 grados) que dominaba el emplazamiento de la tienda no era lo suficientemente empinado para producir una avalancha. 3) La hipotética avalancha cayó durante la noche, al menos nueve horas después de que los montañistas instalaran su campamento. 4) Las lesiones de tórax y cráneo de los fallecidos no eran típicas de las víctimas de avalanchas.
Johan Gaume, director del Laboratorio de Simulación de Nieve y Avalanchas de la Universidad de Lausana, en Suiza, y Alexander Puzrin, profesor de Ingeniería Geotécnica de la Universidad de Zúrich, Suiza, y experto en deslizamientos de nieve, decidieron investigar un modelo físico cuantificable que permitiera establecer si la hipótesis de la avalancha era compatible con datos aparentemente contradictorios. Las conclusiones de su trabajo, que se han publicado en el último número de la revista Nature, demuestran que una pequeña placa de nieve pudo desprenderse de la montaña, golpear a los excursionistas mientras dormían y obligarles a abandonar precipitadamente el campamento.
Puzrin cuenta por correo electrónico que las simulaciones de su trabajo permitieron demostrar que “el incidente fue el resultado de una combinación de tres circunstancias desfavorables: un corte en la placa de nieve al instalar la carpa, una topografía especial y fuertes vientos catabáticos [masas de aire que se desplazan a gran velocidad ladera abajo] que transportaron nieve y sobrecargaron la placa de nieve, que se desprendió y produjo la avalancha sobre la tienda”. Para explicar lo sucedido, los investigadores construyeron un mecanismo físico que simula aludes de placa causados por la acumulación progresiva de nieve arrastrada por el viento en una pendiente similar a aquella en la que instalaron su tienda los excursionistas.
“La identificación de un mecanismo de este tipo”, dice Puzrin, “puede proporcionar nuevos conocimientos sobre la naturaleza de las inestabilidades provocadas por tormentas en el manto de nieve, que es otra de las motivaciones importantes de este trabajo”. El modelo de los dos investigadores, además, reconcilió el tiempo de retraso, estimado a partir de la investigación forense, con las velocidades del viento observadas en las estaciones meteorológicas de esa noche. También proporcionó las dimensiones de la placa desprendida, que se demostró que podía causar lesiones graves, pero no fatales, que coinciden con las heridas que se hallaron en la autopsia de los jóvenes muertos.
Además de esclarecer el motivo de la muerte de estos nueve jóvenes, la investigación sirve para repensar los estudios sobre avalanchas de nieve. “Los nuevos modelos, desarrollados en este trabajo, permitirán comprender mejor los mecanismos de las avalanchas naturales, provocadas por la lenta acumulación de nieve, más que por el impacto dinámico de esquiadores, vehículos y explosiones”, cuenta Puzrin.
© El País, SL
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