El impulso a la educación, un gran desafío regional
En el Foro Iberoamérica se destacó la necesidad de revalorizar la formación ante la nueva realidad
CIUDAD DE MÉXICO.- "El problema de la sucesión presidencial no es quién, sino cómo. Tú asegúrale al saliente que vas a proteger su propiedad, sus privilegios y su familia. Con esto basta. La seguridad es oro." ¿Se reconocen? ¿Los reconocen?
Julio María Sanguinetti es un político chispeante. Tanto puede reconocer que ser uruguayo no es una condición; es una profesión sublimada en el apretujamiento oriental entre argentinos y brasileños, consorcio complejo, en el que se sufre el humo de los de abajo y el ruido de los de arriba. Como puede espigar en los textos de literatura latinoamericana que mejor definen los rasgos de nuestras sociedades y de la cultura política que las identifican.
Como estamos en la 15a versión del Foro Iberoamérica, inaugurada bajo la advocación de Carlos Fuentes, que murió en 2012, se ha lanzado aquí un libro con remembranzas de miembros de la cofradía. Se centran en la personalidad y obra del gran escritor. El ex presidente uruguayo ciñó el homenaje a uno de los libros de Fuentes, La silla del águila. Con esa novela de 2003 demostró con qué pocos y certeros trazos un pensador proyecta verdades eternas para evidenciar quiénes somos, quiénes nos gobiernan. Verdades que dicen sus personajes:
-"La política es la actuación pública de las pasiones privadas".
-"La victoria de ser presidente desemboca fatalmente en la derrota de ser ex presidente".
-"El ridículo ha destruido más gobiernos latinoamericanos que la ineptitud o el crimen".
Advierte otro actor imaginario, para despabilar distraídos: "Ser un poco corrupto es como ser virgen a medias". En Fuentes campea la tesis de que Kafka sería un escritor costumbrista de haber nacido entre nosotros. ¿De qué se habló en el Foro que acaba de clausurarse? Se analizaron capítulos esenciales de la agenda común iberoamericana: la gobernabilidad democrática, la globalización y la economía mundial, la explosión tecnológica y el proceso civilizatorio, las políticas de inclusión y bienestar social, la seguridad pública y la seguridad ciudadana, la identidad cultural y la integración desde la perspectiva universitaria y la competitividad global.
Quien crea que la atracción de estas reuniones concierne sólo a lo que fermenta en el plenario de debates ignora algo que Roberto Fontanarrosa enseñó en el Congreso Internacional de la Lengua Española, de 2004, en Rosario. Después de que hubiera desfogado su humor con la ponencia sobre el uso de las malas palabras, Fontanarrosa se sometió a preguntas del público. Rompió el fuego una profesora insaciable, bastante provocativa, que lo empujó al triple salto mortal de jugar con el apellido del presidente del congreso, el lingüista español Víctor García de la Concha. Fontanarrosa se resistió. Como un defensor en situación de riesgo, y de fútbol sabía mucho, desvió la pelota fuera de la cancha. Contestó que lo más notable de los congresos se desarrolla del otro lado de sus puertas: en los pasillos, en los bares, donde se confraterniza y se bebe café y nos llamamos, ni más ni menos, que por nuestros nombres de pila. Así, el entonces presidente de la Real Academia Española no era más que Víctor para todos.
Precisamente en un pasillo, pero en México, supe por uno de los hombres que mejor conocen la política y las finanzas europeas que los santos pueden dejar de lado la mansedumbre y montar en cólera. ¿Por qué no? Jesucristo entró a latigazos en el templo de Herodes cuando decidió acabar con una cueva de ladrones. Lo relatan a su modo los cuatro evangelios.
Un día, Michel Camdessus, director general del Fondo Monetario Internacional, cuyo padre había sido en los años 20 colaborador de la nacion en París, recibió una llamada de Juan Pablo II. El Sumo Pontífice deseaba verlo. Economista eminente, católico honrado y disciplinado, Camdessus voló enseguida al Vaticano. Ya frente a frente, el papa Wojtyla pegó un puñetazo sobre el escritorio, e indagó: "¿Qué pretende usted hacer con Polonia?". Seguramente se trataba de alguna política monetaria de la institución que Camdessus presidía por aquel tiempo y que podía dificultar, vaya a saberse, la acción del gobierno polaco de Lech Walesa. Wojtyla manifestaba hacia él una solidaridad tan lógica como crucial: ambos eran actores de uno de los grandes capítulos del siglo XX, el que condujo a la implosión del comunismo. Polaco al fin, Wojtyla conservaba el mismo fervor nacional que algunos anotaron, en tertulias de sobremesa, como singularidad en el carácter del actual papa argentino.
Si un santo puede embravecerse, cómo no explicar, ante la inseguridad física elevada por número y gravedad a cuestión prioritaria en nuestros países, que en el Foro se haya dicho, con tono imperioso, que las democracias necesitan una policía más fuerte que las dictaduras. Sitios como Monterrey o Ciudad Juárez, en México, tienen tasas de asesinatos al año que más que duplican la media argentina, que agobia. Habrá que atenderlas por una combinación de causas: grado de desarrollo económico y sociocultural, relación entre las penas para diversos delitos, la fuerza y pureza de la acción judicial, la reeducación carcelaria?
La educación ha recuperado, así las cosas, un interés de primer orden en el debate académico. Todavía no aparece, sin embargo, con rango relevante en las encuestas de opinión pública, sobre las que comienzan a plantearse interrogantes sobre sus bondades relativas cuando los encuestadores trabajan con honorarios solventados por candidatos como ingreso principal.
La corrupción sistémica de los gobernantes es otro tema que amenaza no ya con un fin de ciclo, sino con un cierre de época, por su funcionalidad creciente con la inseguridad. ¿Los partidos políticos? En palabras del ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, hoy semejan agregados de personas que ocupan un lugar en el presupuesto nacional. ¿Existe en este cuadro un canon razonable de ética pública? Sí, dice Felipe González: el cumplimiento de la ley.
Está planteado, más que nunca, el tema de la crisis de la representación. Se agiganta con la irrupción de las redes sociales, en cuyo vértigo la información es un bien mostrenco y la gente, por primera vez en la historia, se halla tan extraordinariamente informada como confundida. Hace más de 100 años, el viejo Pulitzer decía que nadie nace con las alas de Mercurio, el mensajero de los dioses: el arte de informar exige, como cualquier oficio, preparación. Entretanto, cada ocho meses se duplica la demanda mundial de datos.
Volvamos, pues, a las escuelas, a los colegios, a las universidades en las que pensaron Sarmiento, Vasconcelos, Montt, como dijo Natalio Botana, para ponerlas al servicio del trabajo. Lo malo sería olvidar que el mundo de hoy es otro y se requieren nuevas habilidades para producir más y mejor.
La inversión en ciencia, desarrollo tecnológico e investigación en América latina es de sólo el 0,7% del producto bruto; en Israel es del 4,3%. Aun así, necesitamos también de humanistas que comprendan la raíz de nuestros males, señaló el ingeniero Víctor Pérez Vera, ex rector de la Universidad de Chile. Gentes que en la visión de otro ex rector, pero de la UBA, Guillermo Jaim Etcheverry, entiendan el valor de la reflexión y que los desarrollos para el tiempo rápido los hacen hombres y mujeres que habitan el tiempo lento de los laboratorios donde se investiga
Todo eso plantea el fenómeno sobre el que abundó Botana. Antes íbamos de la representación (hoy, en crisis) a la participación. Ahora, desde las redes y las calles de protesta, se invierten los términos y se jaquea el principio de que el pueblo no delibera sino por medio de sus representantes. Por fortuna, en la oscuridad del desasosiego seguimos contando con el arte, que se mantiene fiel a la tarea de descifrar la vida, espléndida definición de la poetisa brasileña Nélida Piñón.
Nadie mejor que Nélida para exaltar la significación de un Foro entonado en el recuerdo del autor de tantos ensayos y novelas, para quien el pasado está vivo en la memoria y el futuro está presente en el deseo: Carlos Fuentes.
lanacionar