El imperio de Pablo Escobar, en ruinas
Ya no queda casi nada en Colombia de la leyenda del capo del cartel de Medellín
BOGOTA (El Tiempo).- La mayoría de los suntuosos lugares que fueron construidos durante su imperio se cae a pedazos y es habitada por indigentes.
En Colombia ya no queda casi nada de la leyenda del narcotraficante colombiano más famoso, Pablo Escobar Gaviria, conocido mundialmente como el "barón de la droga", de cuya muerte se cumplen mañana 10 años.
Para empezar, la cárcel conocida como La Catedral, que 1991 y 1992 fue el lugar más custodiado del país, es ahora una montaña de muros desvencijados y losas esparcidas sobre planchas de cemento cubiertas por las hojas. Escobar y doce de sus lugartenientes estuvieron detenidos allí durante el gobierno de César Gaviria (1990-1994).
Cuesta trabajo creer que éste es el mismo lugar donde las autoridades encontraron alfombras persas, vasijas y una lujosa mesa de juntas -entre otros muebles-, luego de la fuga del capo, el 22 de julio de 1992.
El edificio Mónaco, en Medellín, una estructura de 8000 metros cuadrados que se reveló como el hogar del mafioso tras la explosión de un coche bomba, en enero de 1988, actualmente es habitado por unos 70 empleados de la Dirección Administrativa y Financiera de la Fiscalía de Antioquia.
En cambio, al edificio Dallas, donde funcionaban las oficinas de Escobar, no le fue tan bien. "Sólo queda el cascarón -reconoce el actual subdirector de Bienes de la Dirección Nacional de Estupefacientes (DNE), Alejandro Olaya-. Las evidencias indican que una vez que la mafia se dio cuenta de que lo iba a perder, ordenó saquearlo. Intentaron llevarse hasta el ascensor."
Concebido como un centro de negocios, con ocho pisos de oficinas, sus únicos "clientes" son el indigente Jorge Efraín Gómez, su esposa, un perro maltrecho y un gato huesudo que pasan las noches allí.
A pocos kilómetros, otro habitante de la calle oficia como el único huésped de una casa en el barrio Los Olivos. Sin prestarle mayor importancia al hecho de que el jefe del Cartel de Medellín fue abatido sobre el techo de esta vivienda sucia y abandonada, todas las noches trepa por las rejas del ventanal hasta el balcón, donde arma su cama.
En una situación prácticamente idéntica se encuentra la hacienda Nápoles, sitio predilecto de descanso de Escobar y quizás el principal símbolo de su poderío y su extravagancia.
Sus 492 hectáreas son recordadas por haber alojado uno de los zoológicos más impresionantes de América latina, con jirafas, leones, elefantes, rinocerontes, tigres e hipopótamos traídos desde países como Etiopía y Congo.
Fiestas extravagantes
Después de la muerte del capo, muchos testaferros buscaron apoderarse de parte de este paraíso, que, como en la mayoría de los casos, estaba a nombre de terceros. El resultado: más de una docena de muertos.
Hace seis años, durante el gobierno de Ernesto Samper (1994-1998), 24 familias desplazadas por el conflicto armado fueron reubicadas allí. Hoy sólo quedan cuatro.
Sitiados por la maleza y los enredos jurídicos, son los únicos habitantes de este predio, que en el pasado fue escenario de extravagantes fiestas en las que nunca faltaron la cocaína, los futbolistas y los políticos corruptos.
Uno de los pocos indicios de esos días de desenfreno es la chatarra de lo que fue una envidiada colección de automóviles, que incluía una limusina Mercedes-Benz.
El apoderado de la DNE confía en que después de una espera de tantos años falten sólo meses para que el Estado se quede definitivamente con la propiedad.
Y si un día hubo procesiones a la última morada del hombre que empezó robando lápidas en un cementerio y terminó haciendo tambalear las estructuras nacionales del poder, ahora son muy pocos los que allí llegan.
"Pablo Emilio Escobar Gaviria, diciembre 1° de 1949 - diciembre 2 de 1993", dice una sencilla lápida gris sobre un montículo en el cementerio Jardines Montesacro, en Itagüí. Ya no se ven las cartas, estampas, promesas y peticiones que abundaron en los meses inmediatamente posteriores a su muerte.
A la tumba sólo la adorna un florero con un ramo de flores rojas que los floristas llaman "ginger". Además, alguien llevó dos ramos de girasoles.
En este lugar yace el hombre que prefirió una tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos.
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