El impacto regional del triunfo de Sheinbaum en las elecciones en México: entre el fin del voto castigo y una expectativa incumplida
Andrés Manuel López Obrador se perfilaba a ser el líder de la izquierda regional, pero falló durante sus años en el gobierno; el cambio de tendencia que muestra la victoria de su delfina en los comicios
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CIUDAD DE MÉXICO.- El fin de una oleada y la oportunidad perdida. Andrés Manuel López Obrador (conocido como AMLO) accedió al poder en 2018, lo que para muchos significó el inicio de la segunda marea rosa (izquierdista) sobre el continente, una vez enterrada la que a finales del siglo pasado puso en marcha el comandante Hugo Chávez en Venezuela.
En paralelo avanzó otra oleada, la del voto de castigo contra gobernantes y oficialistas, que no sólo favoreció a la izquierda, pero que se confundió con la marea rosa. El esperado triunfo de Claudia Sheinbaum, la elegida de López Obrador, pulverizó finalmente esta tendencia, tras las amplias mayorías alcanzadas este año por Nayib Bukele en El Salvador y por Luis Abinader en República Dominicana. Una populista de izquierda, otro de derecha y un centrista conservando el poder.
“El voto de castigo ha estado muy relacionado con la pandemia y todo lo que significó, por el golpe económico que ha supuesto. Veremos si Uruguay (como dicen las encuestas) toma finalmente otra dirección, pero este fenómeno se normalizará y no será tan evidente el triunfo de los opositores”, señaló a LA NACION el analista Miguel Velarde.
El primer triunfo de la izquierda en México hace seis años abrió los dos caminos al resto del continente, desde el norte del sur, tras décadas de “dictadura perfecta” (como definió Mario Vargas Llosa la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional) más los dos mandatos del conservador Partido de Acción Nacional (PAN).
AMLO precedió de esta forma a Alberto Fernández (Argentina), Luis Arce (Bolivia), Gabriel Boric (Chile), Gustavo Petro (Colombia), Luiz Inacio Lula da Silva (Brasil), Xiomara Castro (Honduras) y Pedro Castillo (Perú). El mandatario mexicano ya contaba con buenas relaciones históricas con las tres revoluciones: Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Dada su experiencia, su ambición y la importancia estratégica de México, todos dieron por hecho que el líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) se pondría al frente de la Patria Grande, esa quimera integradora que une a izquierdistas, revolucionarios y populistas. De hecho, dirigentes muy cercanos empujaron, con su visto bueno previo, la creación del Grupo de Puebla, como su canciller Alicia Bárcena, el presidente nacional de Morena, Mario Delgado, incluso el vicecanciller Maximiliano Reyes.
Transcurrido el sexenio, no se cumplieron las expectativas: la Patria Grande se quedó huérfana de un gran jefe al estilo de Chávez. El esperado liderazgo continental de AMLO se difuminó, dejando su influencia para pequeñas batallas diplomáticas en favor del golpista peruano Pedro Castillo o de los correístas en Ecuador, con el escandaloso apoyo al corrupto Jorge Glas, que provocó la ilegal intervención policial para extraerle por la fuerza de la embajada mexicana de Quito.
Donde sí se ha destacado López Obrador es en su gigantesco apoyo económico a la revolución cubana, a la que se siente muy cercano. Ni siquiera se sumó a la presión que Lula y Petro mantienen en favor de unas elecciones democráticas en Venezuela, lo que le ha provocado múltiples críticas de la oposición.
En cambio, AMLO, un presidente poco viajero, confraternizó con Donald Trump y paradójicamente se ausentó de la Cumbre de las Américas organizada por el presidente Joe Biden en Los Ángeles. ¿La excusa? Sus amigos revolucionarios no estaban invitados.
“Por un lado, AMLO fue un presidente muy local, evitó viajar y amplió la relación con Estados Unidos. Pero a la vez le salió su lado ideológico, de ahí el respaldo a la gente de Rafael Correa (expresidente ecuatoriano), que está en México trabajando con su partido, el apoyo a Evo Morales y la postura contra Javier Milei. Por lo tanto, mezcló narrativa con acciones concretas, de hecho el Grupo de Puebla se fundó en México”, recordó el historiador Armando Chaguaceda, que sí avizora un papel relevante de AMLO “dentro del Grupo de Puebla como líder del movimiento”.
La distancia de López Obrador favoreció cierto liderazgo del colombiano Gustavo Petro y, sobre todo, de Lula, pese a sus idas y venidas globales. Queda por ver si AMLO se aburre en su retiro en el rancho de La Chingada y se plantea ese regreso a la arena continental a través del Grupo de Puebla.
“Si él quisiera una proyección internacional debería acceder a la presidencia de Morena y eso rompería las reglas de la política mexicana y los equilibrios internos. No es lo mismo AMLO fuera del poder que como presidente. En todo caso le quedan cuatro meses al frente del país”, advirtió para LA NACION Alberto Olvera, académico del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales.
¿Hay posibilidad de una segunda oportunidad con Sheinbaum, la más leal entre las fieles? “No creo que tenga ninguna perspectiva internacional relevante, ni buscará ningún liderazgo. Es una tecnócrata sin interés protagónico o capacidad de liderazgo internacional, no la veo disputando ningún liderazgo. Ella va a ser más pragmática y menos ideológica, no se meterá en broncas”, sentenció Olvera.
Tampoco se esperan cambios en el papel irrelevante de México en defensa de los derechos humanos que se vulneran en el continente, incluso la falsa imparcialidad ante las elecciones de Venezuela. “Sí creo que Sheinbaum, como AMLO, va a intentar mantener buena relación social y política con Estados Unidos y que algo va a tener que demostrar por esta relación. No hay que olvidar que la variable migratoria en Estados Unidos tiene mucho que ver con lo que vaya a ocurrir finalmente en Venezuela”, concluyó Velarde para LA NACION.
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