El impacto global de las elecciones en EE.UU.: el mundo se prepara para otra era de alto riesgo con Trump en la Casa Blanca
La nueva presidencia del magnate amenaza con cambiar el rumbo de las relaciones transatlánticas; los líderes europeos se preparan para enfrentar un escenario de incertidumbre
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PARIS - En el resumen de la edición del día para sus abonados, el diario italiano La Repubblica tiene una pequeña sección llamada “La prima cosa bella” (la primera cosa bella) de la jornada. Este martes, el título de la misma fue: “Kamala Harris electa presidenta de Estados Unidos”. Una broma en forma de fake news, cierto, pero que expresaba claramente el sentimiento de millones de europeos, excepción hecha de los representantes de la extrema derecha.
En las capitales del Viejo Continente, todos eran conscientes de estar ante uno de esos momentos de altísimo riesgo del cual Europa saldrá reformada o dislocada. Un crash-test tamaño real. Los europeos deberán decidir si siguen jugando en equipo o no. Con Donald Trump reelecto, no faltarán aquellos que se precipitarán a Washington para firmar contratos de armamento y aprovisionamientos energéticos que les asegurarán las gracias del nuevo presidente.
Una estrategia juzgada “miope” por los más europeístas, pero que se explica porque los intereses de los 27 miembros del bloque no son los mismos: algunos dependen más que otros de Estados Unidos para su seguridad o para las relaciones comerciales, amenazadas por un aumento de los derechos de aduana. Las debilidades actuales de Alemania y Francia —en plena crisis económica y política— los hacen discrepar sobre todo. Ursula von der Leyen decidió incluso crear una “task force” para imaginar y preparar el futuro de la relación transatlántica postelectoral pero, todo permite prever un endurecimiento y los europeos tendrán que armonizar sus respuestas.
En todo caso, los efectos secundarios de una elección de Donald Trump se anuncian duros.
“China, que verá cerrarse el mercado norteamericano, dirigirá sus exportaciones hacia el resto del mundo. Casi la totalidad de los países del planeta verán entonces aumentar su déficit bilateral con Pekín”, advierte Antoine Bouet, presidente del Centro de Estudios Prospectivos y de Informaciones Internacionales (CEPII).
“El PBI chino disminuirá y también su demanda, y esto se traducirá en menos importaciones. Ante semejante posibilidad, es probable que muchos países aumentarán también sus barreras aduaneras frente a China”, agrega.
También se planteará una decisión existencial sobre la suerte de Ucrania, sobre todo para Europa. La elección de Donald Trump deja abierto un interrogante. Si Washington decide abandonar a Kiev, ¿podrá Europa sostenerla sola? ¿Y durante cuánto tiempo?
“La Unión Europea deberá entonces obtener mínimas garantías de seguridad para Ucrania y tener la posibilidad de pesar en la recomposición de la arquitectura de seguridad europea”, reflexiona asegura Gérard Araud, exembajador de Francia en Washington. A su juicio, “la gran consecuencia de una victoria de Trump será, ante todo, que Vladimir Putin se verá fortalecido. Y esto provocará un gigantesco sismo en Europa”.
En efecto, nadie olvidó la advertencia del candidato republicano en febrero pasado, dirigida a los Estados miembros de la OTAN que —a su juicio— no pagan lo suficiente a la organización: “No los defenderé [en la hipótesis de un ataque ruso]. En realidad, alentaré (a Moscú) a hacer lo que quiera”, dijo.
El próximo presidente estadounidense podría desentenderse progresivamente del teatro europeo —aunque también africano y medio-oriental— para orientarse hacia la región Asia-Pacífico, nuevo centro geoestratégico del mundo, en un contexto de crecientes tensiones con Pekín.
Los europeos son conscientes de que Europa será cada vez menos central para Estados Unidos. Con esa certeza, el jueves por la noche, en vísperas de una cumbre informal, los dirigentes de los 27 cenarán en Budapest, donde la elección norteamericana será servida como plato principal. Todos tienen un mes antes de la cumbre europea de diciembre para decidir sus posiciones, hallar convergencias y salir airosos de ese famoso crash-test.
Pero el regreso de Donald Trump al poder tendría un impacto que irá mucho más allá de Ucrania y del teatro europeo: acelerará la competencia internacional no regulada, ampliará los fenómenos de depredación de recursos, agregará inestabilidad a la paz mundial y debilitará el modelo democrático. Y sobre este último punto, el impacto podría ser histórico e irreversible.
“Solo seré dictador el primer día [de mi presidencia]”, ironizó frente a la inquietud creciente de sus adversarios sobre las derivas fascistas de quien promete aniquilar a los “gusanos” y encerrar a sus opositores políticos en la cárcel.
“¿Los demócratas del mundo podrán seguir reivindicándolo como modelo si Estados Unidos se deja seducir por el hombre fuerte que glorifica los méritos del húngaro Viktor Orban, de Kim Jong-un o de Vladimir Putin?”, pregunta Patrick Martin-Genier, especialista en relaciones internacionales.
Harris había subrayado en su campaña que Trump tiene la intención de aumentar los derechos de aduana, medida que impondría “una tasa nacional sobre el consumo” con efectos devastadores, que evaluó en 3900 dólares por año y por familia.
Esas “tasas Trump” aplicadas a la energía, la alimentación y las tecnologías también tendrían fuertes repercusiones sobre las empresas extranjeras, que verían la competitividad de sus exportaciones reducirse en forma drástica, lo mismo que sus ventas.
Pero las puertas de Estados Unidos no estarán ampliamente abiertas con un triunfo de Harris.
“A su modo, los demócratas también son muy proteccionistas. Y lo hacen a través de subvenciones sectoriales que crean las condiciones de una competencia desleal con las empresas extranjeras”, analiza Maxime Darmet, economista de Allianz Trade.
En cuanto al resto del mundo, los observadores creen que la situación en Medio Oriente no debería cambiar demasiado. Trump apoya la guerra de Israel contra Hamas y Hezbollah. No obstante, su apoyo incondicional al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu es motivo de preocupación en las capitales occidentales, que consideran que el mismo podría desembocar en una guerra abierta contra Irán de imprevisibles consecuencias regionales.
Los palestinos, por su parte, se encuentran entre la espada y la pared. Según Inés Abdel Razek, directora del Instituto Palestino para la Diplomacia Pública, una organización independiente basada en Ramallah, decidir qué cambiaría con Harris o Trump en la Casa Blanca es una cuestión sin respuesta: “Para los palestinos es como escoger entre la peste y el cólera. Durante estos cuatro años demócratas en la Casa Blanca nada cambió. Lo prueba el genocidio en Gaza”, explica.
La victoria de Trump también inquieta en Asia donde, hasta el 8 de noviembre, los parlamentarios de la Asamblea Popular Nacional china están reunidos para aprobar un probable plan de reactivación masivo de la segunda economía mundial.
“Ese plan de salvataje podría aumentar entre 10% y 20% en caso de elección de Trump, para hacer frente a una nueva guerra comercial”, juzgaba el banco Nomura en una de sus notas. El campeón de “America first” prometió, en efecto, aumentar 60% los derechos de aduana punitivos contra los productos chinos, anunciando una nueva guerra comercial en el Pacífico.
El espectro de esa nueva escalada sino-norteamericana, con Taiwán como telón de fondo, obsesiona a los “Tigres” de la región Asia-Pacífico, empeñados en conservar buenas relaciones con las dos grandes potencias mundiales. El retorno del candidato republicano a la Casa Blanca pesa enormemente en las agendas políticas de la región, pulmón de la economía mundial que, entre nerviosismo y resignación, simula una cierta indiferencia frente a las presidenciales en Estados Unidos.
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