Asume Lacalle Pou: el impacto en los bloques regionales
CÚCUTA, Colombia.- La izquierda continental y los populismos revolucionarios cuentan desde hoy con un aliado menos en su disputa: su socio más "elegante" tras 15 años de Tabaré Vázquez y José Mujica. Una pérdida importante más allá de la aritmética, que sucede en medio de la lucha por imponer al candidato para la secretaría general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en la que de momento parte como favorito lleno de incertidumbres precisamente un uruguayo, Luis Almagro.
Luis Lacalle Pou, que asume hoy, irrumpe así en el tablero regional dispuesto a cambiar de ubicación, desde la izquierda del Frente Amplio a la mayoritaria centroderecha, pero manteniendo parecidas dosis de pragmatismo que sus antecesores. El primer gesto lo dejó claro: marginó de su toma de posesión a los mandatarios de Venezuela, Cuba y Nicaragua, pero en paralelo reconoció tácitamente a Nicolás Maduro como gobernante de facto en Caracas.
"A los dictadores les vamos a decir dictadores, no buscaremos la vuelta", dijo Lacalle el año pasado.
"En Uruguay los criterios institucionales tienen un peso que no se ve en la región, así que estoy seguro de que habrán algunos cambios en cuanto a prioridades y a con qué países busca tenderse alianzas, pero en temas más álgidos es probable que prevalezca una posición de Estado y no partidista", avizora el internacionalista Mariano de Alba.
"Yo definiría la política exterior uruguaya no como pragmática, sino como ideológica, sea para un lado o para otro. Pero siempre es moderada. Y, en relaciones internacionales como en política doméstica, la diferencia entre fanáticos y moderados es más relevante que entre izquierda y derecha", precisó el politólogo Andrés Malamud.
La primera víctima colateral es precisamente el opositor venezolano Juan Guaidó, que no será recibido como presidente encargado en Montevideo.
En los bastidores de la jura de hoy se debatirá sobre Venezuela, pero también se hará el recuento de bloques de cara a la votación del 20 de marzo en Washington. Pese a las "diferencias ideológicas" con Almagro durante su desempeño como canciller de Mujica, el mandatario uruguayo ya adelantó su voto a favor de su coterráneo en la OEA, uniéndose así a Estados Unidos, Colombia, Brasil y Ecuador, entre otros.
Con Venezuela la izquierda se juega una posición clave porque está en la encrucijada de poder como casi nunca. Sus distintas alianzas y grupos sobreviven en crisis permanente precisamente por la pérdida de poder. Hasta el gobierno de Vladimir Putin intentó, a través de la minigira del canciller Serguei Lavrov, dar respiración asistida a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el invento de Hugo Chávez y Luiz Lula da Silva que languideció desde la muerte del "comandante supremo".
La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) es apenas un recuerdo; la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) es un negocio a medias entre Cuba y Venezuela, y PetroCaribe reapareció sin excesivo entusiasmo, pese a las promesas del Maduro de sacarlos a flote. El chavismo y sus aliados pretenden con la nueva inyección financiera convencer a las islas del Caribe que mantengan su apoyo en la OEA a María Fernanda Espinosa, excanciller de Rafael Correa.
Está por ver si México y la Argentina mantienen su apuesta por Espinosa o se decantan por el peruano Hugo de Zela, la vía intermedia entre los dos bloques con apoyo de Perú y Canadá. Posiciones también flexibles de ambos gobiernos, que apostaron por la conformación del Grupo de Puebla, convertido hoy en un grupo de WhatsApp en el que los dirigentes debaten asuntos políticos.
¿Puede la izquierda consolidarse como bloque de poder en la región? Malamud es concluyente: "Sí, en el caso de que suban los precios internacionales del petróleo y la soja. No, en caso contrario".
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