El impacto de una imagen
Es difícil pensar en una imagen de mayor impacto que la que se publicó anteayer en los medios masivos de todo el mundo. La foto del chico sirio de tres años ahogado en una playa, al intentar sus padres huir de su destino de guerra y miseria, es la desolación en estado puro.
Imágenes de alto impacto se pueden recordar muchas. La que retrataba a la mujer desnuda que huía en la carretera de Vietnam, bajo el fuego de los bombardeos, era una foto de la desesperación. Pero, aun en sus extremos, retrataba una huida hacia la vida, una desesperación en movimiento. Las personas que eligieron el suicidio frente a las llamas dieron lugar a tremendas imágenes cayendo de las Torres Gemelas. Aquel hombre solo, vestido con una camisa blanca, parado frente a una columna de tanques en la plaza Tiananmen, en Pekín, mostró de lo que son capaces la dignidad y la resistencia. Todas estas fotos conmovieron a su época. Todas ellas son el movimiento de los adultos que se debaten entre la vida y la muerte.
Este caso es diferente. Se trata de la quietud definitiva de un chico, antes de haber empezado a vivir. Una terrible y solitaria imagen de muerte, que perturba profundamente a todo aquel que la mira. No sabemos cómo metabolizarla, no tenemos posibilidad de convertir su sinsentido.
Se trata de una imagen que no tiene redención posible, que no puede ser metabolizada bajo ningún sistema religioso o metafísico. Su quietud no será nunca devuelta al movimiento por ninguna explicación. Se trata, a la vez, de una imagen que acaba con los rastros de inocencia que pudieran quedar en la propia mirada. Porque la imagen interpela de manera directa a cualquiera que la observa, más allá que pueda o no hacer algo con la tragedia de la crisis migratoria que vive el mundo. Es como si fuéramos los adultos, como subespecie diferente a la de los niños, responsables de permitir que algo así ocurra. Es como el siniestro producto final, pasado en limpio, de los conflictos que no sabemos -ni tal vez queremos- resolver.
Algunas discusiones en las redes sociales se centraron en si debía o no mostrarse la foto. Algunos se quejaron de su publicación. Cada uno lleva su propio Indec dentro, a través del cual disminuye el impacto de la realidad. Pero si esta crisis migratoria no se resolverá cerrando las fronteras, mucho menos se resolverá cerrando los ojos. Por eso es necesario hacerse la pregunta: ¿habrá un impacto duradero en la conciencia colectiva a partir de esta terrible imagen? ¿Tendrá un efecto concreto sobre las políticas de migración?
Difícil aventurarlo, pero si el mundo y, en particular, Europa no reaccionan frente a ella, probablemente sea un indicador de que se está cruzando un umbral de desensibilización que abre la puerta a escenarios peores para la humanidad. Porque estos eventos de alto impacto simbólico no tienen vuelta atrás y desembocan en dos vertientes posibles: en la rebeldía y la reacción o en la subsunción y aceptación de la imagen en el mundo al que pertenecemos. En cualquier caso, el efecto no será neutro.
Si esta foto no modifica conductas, las insensibilizará adicionalmente. Si no hay respuestas veloces y coordinadas frente a este drama migratorio, será un indicio de que la humanidad está en parte decidida a sacrificar su futuro, como lo muestra la foto que nos ha devastado a todos.
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