El hundimiento venezolano arrastra a Cuba a un panorama negro
La disminución de los envíos de combustible complica la situación económica de la isla
CIUDAD DE MÉXICO.- Cuando más expectativas económicas se habían despertado en Cuba, el hundimiento de Venezuela , su pulmón energético, marcó la entrada de la isla en una nueva fase de anemia.
El presidente Raúl Castro lo reconoció el viernes ante la Asamblea del Poder Popular. El dirigente mencionó la "contracción en los suministros de combustibles pactados con Venezuela, a pesar de la firme voluntad de Nicolás Maduro y su gobierno por cumplirnos".
Los acuerdos de Cuba con Venezuela para la importación de crudo a precios preferenciales vienen de principios de siglo, cuando Hugo Chávez y Fidel Castro fraguaron una alianza con la que La Habana ganaba un mecenas energético y Caracas, médicos e inteligencia para el aparato de seguridad del Estado. La isla recibió durante años más de 100.000 barriles de petróleo diarios. Hoy, con su socio en una profunda crisis, la entrada cayó significativamente.
El PBI cubano creció un 4,7% en el primer semestre de 2015, una cifra relevante aunque insuficiente para las necesidades de aceleración de la deteriorada economía de la isla. Un año más tarde, durante el mismo periodo de 2016, los resultados no sólo no mejoraron sino que se debilitaron hasta un crecimiento del 1%, la mitad de lo previsto, poniendo en alerta al gobierno de Castro.
Con todo, el mandatario hizo hincapié en que Cuba no se está asomando a una crisis como la de principios de los 90: "No negamos que pueden presentarse afectaciones, incluso mayores que la actuales, pero estamos preparados para revertirlas", afirmó.
Con Venezuela en caída y una nueva oleada de emigración de trabajadores cubanos a Estados Unidos, para Cuba resulta cada vez más urgente que el deshielo diplomático con su vecino se concrete rápido en movimiento económico. La llegada de turistas avanza y pronto se reanudarán los vuelos comerciales, lo que seguramente disparará esos números. Pero el embargo sigue en pie.
Su derogación del embargo depende del Congreso. El presidente Barack Obama pidió a los legisladores que lo liquiden, pero prevalecen las resistencias de la mayoría republicana. Una victoria de la demócrata Hillary Clinton en noviembre daría continuidad al impulso de Obama. Es difuso lo que pasaría si ganase Donald Trump: si su naturaleza de empresario lo llevaría a apoyar el fin del embargo o si evitaría el asunto para no irritar al núcleo duro cubanoamericano de su partido.
Hoy La Habana mira preocupada a dos capitales. A Caracas, donde se cierra el horizonte, y a Washington, donde no termina de abrirse.
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