“El horror que vivimos los chicos en la destrucción de Guernica está reflejado en el cuadro de Picasso”
Un sobreviviente del ataque de la aviación alemana y la italiana en 1937, recordó a LA NACION el más emblemático “bombardeo de saturación” contra civiles en territorio europeo
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Pablo Picasso (1881-1973) nunca explicó por qué en mayo de 1937, un mes después del cruel bombardeo alemán-italiano de Guernica en el País Vasco -una ciudad entonces de 5000 habitantes con otros tantos miles de soldados y refugiados-, decidió pintar su famoso cuadro sólo en tonos de blanco y negro. Pero así es como a su pintura le falta un detalle fundamental, que impactó sobremanera a los escasos testigos que aún sobreviven y que eran chicos en aquel momento. “Yo tenía siete años, y luego de casi cuatro horas de bombardeos incesantes salimos del refugio con mi mamá y mis tres hermanitos. Lo que más me llamó la atención fue ver toda la ciudad ardiendo como una gigantesca bola de fuego, y el cielo rojo, rojo, rojo”, repitió varias veces en diálogo con LA NACION por vía telefónica, Francisco “Paco” García San Román.
Guernica, la primera ciudad europea destruida sistemáticamente, en lo que se conoce como “bombardeo de saturación”, recibió en esas casi cuatro horas un total de 1300 kilos de bombas según las fuentes más moderadas, 40.000 según otras. Nunca en la historia había ocurrido algo así.
En plena Guerra Civil Española (1936-1939), 28 bombarderos y 16 cazas alemanes de la Legión Cóndor, junto a 3 bombarderos y 10 cazas italianos de la Aviación Legionaria -seguramente con el respaldo del Bando Sublevado de Francisco Franco- arrasaron metódicamente con esa lluvia de bombas, casas y construcciones civiles, con el único objetivo de desmoralizar a las fuerzas de la República Española que gobernaban Guernica, la cuna de los fueros vascos. Los pilotos republicanos se hallaban a 70 kilómetros de la ciudad y salieron indemnes. Las víctimas fueron los civiles.
No se sabe exactamente ni cuántos fueron los muertos -varios centenares, seguramente- ni la cantidad de sobrevivientes que quedan hoy. Según un listado del Ayuntamiento de Gernika-Lumo, que se utiliza para la convocatoria anual a los actos, en 2019 había 164 sobrevivientes registrados pero solo acudieron 54 a las ceremonias. Y por la pandemia ya no hubo conmemoraciones estos dos últimos años.
“Ese 26 de abril había mercado en Guernica, como todos los lunes, por lo que el pueblo estaba lleno de gente que venía a comprar desde las aldeas vecinas”, recordó Paco San Román, que ya no volvió a residir en Guernica luego de aquel fatídico día, y hoy vive en Irún. “Yo estaba jugando con otros amiguitos en el patio de la escuela, que era un lugar muy grande, cuando alrededor de las 15.30 pasó el primer avión de reconocimiento. Volaba muy bajo, hoy diría que a unos 200 metros de altura, y no arrojó bombas. Pero luego empezaron a sonar las campanas y mi mamá vino con mis tres hermanos y nos llevó al refugio de la fábrica de armamentos Astra, que era muy grande y estaba bien instalado”.
En el refugio, un túnel de unos 20 metros de largo por algo más de dos metros de ancho, había unas 300 personas. “Al entrar, a cada uno nos dieron un trapo y un pequeño trozo de madera para que lo mordiéramos durante los bombardeos. Dijeron que así evitaríamos que las explosiones nos hicieron volar los dientes”, recordó Paco.
“En las cuatro horas que estuvimos ahí adentro. Mi mamá nos insistía para que los cinco nos mantuviéramos bien pegados. Con cada estruendo ella nos decía: ‘Esto hay que aguantarlo’. Pero había algunos chicos que no paraban de llorar”.
Alrededor de las seis de la tarde se produjo el bombardeo más intenso a con el paso de un total de 19 bombarderos Ju-52 alemanes. Los aviones descargaron tanto bombas explosivas como incendiarias con fósforo blanco para causar el mayor daño posible.
“Después de cuatro horas en el refugio, finalmente sonaron las campanas, lo que indicaba que podíamos empezar a salir”, dijo Paco. “Lo que más me llamó la atención fue el fuego por todos lados y el color rojo del cielo. No quedaba una sola edificación en pie”.
Una frase que le quedó grabada, mientras avanzaba junto a su madre por la ciudad, fue la de su hermano mayor, de 9 años, que señaló varios cuerpos ya sin vida sobre el suelo: “¡Amá, mira cómo están durmiendo!”, exclamó, con ingenuidad. Y su madre contestó: “Sí, hijo mío. Están durmiendo”. Luego de observar el panorama de destrucción total, la familia ni pensó en intentar regresar a la casa. Por varias noches toda la población durmió a la intemperie hasta que fueron trasladados a Bilbao.
El padre de Paco había sido secuestrado por los franquistas y luego de algunos meses preso, se reencontró con la familia también en Bilbao.
“Nunca más quise volver a Guernica”, dijo Paco, que luego se casó y se desarrolló laboralmente como electricista. “Solo regresé después de muchos años, ya con mis dos hijos. No fue sencillo recorrer todo y recordar la destrucción, familiares y amigos muertos”.
Aunque ama el cuadro de Picasso y cada tanto vuelve a mirarlo “porque muestra todo el caos y el horror que vivimos de chicos”, jamás tuvo oportunidad de verlo personalmente. Por alguna extraña razón, la obra nunca estuvo en el País Vasco. Luego de ser expuesta en París, Nueva York y otras ciudades de todo el mundo, se encuentra en el Museo Reina Sofía, de Madrid. “¡No entiendo qué hace ese cuadro en Madrid!”, se quejó el sobreviviente.
Andreas Schäfter, de Centro de Investigación por la Paz Gernika Gogoratuz (”Recordando Guernica”, en idioma eusquera) comparó el ataque a la ciudad vasca con otros bombardeos que se sucedieron y siguen ocurriendo sobre poblaciones civiles. “Lamentablemente, la lista de ciudades y vidas humanas destruidas sigue creciendo: Homs, Palmira, Kobane, Aleppo, en Siria, y muchas otras ciudades. Si nos preguntamos por las causas de estas guerras, entonces en Siria, como en el siglo pasado con la Guerra Civil Española, nos encontramos con intereses económicos y de poder”.
Así lo reconoció el propio Hermann Göring, exmariscal de la Luftwaffe (Fuerza Aérea alemana) en los juicios de Nüremberg, cuando con cinismo describió el ataque como un “ensayo” para los bombardeos masivos que los nazis realizarían en la Segunda Guerra Mundial. “España me dio una oportunidad de poner a prueba a mi joven fuerza aérea, así como para que mis hombres adquirieran experiencia”, dijo, según consta en las declaraciones. Cuando se le preguntó específicamente por Guernica el líder nazi respondió: “En efecto, fue una especie de blanco de prueba para la Luftwaffe. Es lamentable, pero no podíamos obrar de otra forma. En aquel momento, estas experiencias no podían efectuarse en otro lugar”.
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