El horror potencia el liderazgo de una joven premier
WELLINGTON (Reuters).- La calma y la compasión demostrada por la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, en respuesta a la matanza de 50 musulmanes a manos de un supremacista blanco han sacado lustre a las credenciales de una líder cuya juventud y celebridad hacían dudar a muchos. En las difíciles horas que siguieron a la masacre del viernes en Christchurch, y mientras los neozelandeses no salían de su estupor, la joven primera ministra, de 38 años, dio en la nota justa.
Rápidamente calificó de terrorismo la peor matanza en tiempos de paz que haya sufrido Nueva Zeland a y se ocupó de tranquilizar a una nación que hasta ahora había salido mayormente ilesa de la violencia y los miedos que afligen a otros países desde hace dos décadas. Un día después del atentado, Ardern encabezó un grupo multipartidario que visitó a las familias de las víctimas y a miembros de la comunidad musulmana.
Con una pañoleta negra cubriéndole la cabeza, Ardern abrazó a los familiares y dejó que ellos marcaran el ritmo del encuentro, escuchándolos y reconfortándolos.
"Para nosotros, ver en entrar a la primera ministra con el hiyab fue un hecho enorme", dice Dalia Mohamed, que en la masacre perdió al suegro de su hija, que estaba como voluntario en la mezquita de Al-Noor, donde murieron 40 personas.
Ardern también puso rápidamente como prioridad de gobierno el endurecimiento de las leyes de tenencia de armas, algo que podría resultarle políticamente difícil.
"El desempeño de Ardern ha sido extraordinario, y creo que recibirá contundentes elogios tanto a nivel doméstico como internacional", señala el comentarista político Bryce Edwards, de la Universidad Victoria, Wellington.
Ardern cobró notoriedad durante las elecciones de 2017, celebrada globalmente como integrante de una nueva camada de líderes progresistas que incluye al francés Emmanuel Macron y el canadiense Justin Trudeau. El embarazo, la licencia por maternidad y el nacimiento de su hija mientras ocupaba el cargo también marcaron la nota, y muchos lo vieron como un símbolo del avance de las mujeres en puestos claves de liderazgo. La paquistaní Benazir Bhutto fue la única otra gobernante en dar a luz mientras ocupaba el cargo, en 1990.
La aparición de Ardern en talk shows en Estados Unidos y el haber llevado a su beba al recinto de las Naciones Unidas, el año pasado, terminaron de cimentar su popularidad. El meteórico ascenso de Ardern hasta convertirse en el premier más joven de ese país y en la tercera mujer que ocupa el cargo hizo que los neozelandeses acuñaran el término "Jacindamania". Pero algunos desconfiaban de su estelaridad y temían que escondiera una falta de sustancia o de determinación.
En octubre, cuando cumplió un año en el cargo, los comentaristas políticos le reconocían haber movido hacia la izquierda las políticas de gobierno. Pero también señalaban que era poco lo que había logrado y le achacaban no ir a fondo y avanzar a paso lento.
También le criticaban su manejo de la economía, después de que la confianza empresaria se hundiera a sus niveles más bajos en una década, cuando Ardern decidió restringir la propiedad en manos de extranjeros y aumentar el salario mínimo. Su gobierno también ha enfrentado masivas huelgas de los docentes de escuela primaria, enfermeras y choferes de colectivos, que exigen mejores sueldos, un conflicto aún sin solución a la vista.
Pero la tragedia de Christchurch le dio la oportunidad de decirles a los neozelandeses cuáles son los valores que su país defiende y disipar cualquier sensación de autorreproche en la ciudadanía.
Dijo que el atentado no había ocurrido allí porque el país fuese un refugio seguro para el odio, el racismo o el extremismo. "Nos eligieron justamente por el hecho de que no somos ninguna de esas cosas", dijo en su discurso a la nación tras el atentado, durante el cual se le quebró la voz en varias oportunidades.
"Porque representamos la diversidad, la bondad y la compasión. Un hogar para quienes comparten nuestros valores. Un refugio para quienes necesitan refugio. Y esos valores no serán ni podrán ser alterados por este ataque -dijo-. "Tal vez ustedes nos hayan elegido, pero nosotros los rechazamos y condenamos rotundamente".
En referencia a este punto, Ardern también pareció recibir lo que para algunos fue un "correctivo" amable de parte del presidente norteamericano, que aseguró que él no veía un auge del nacionalismo blanco, aunque advirtió que tal vez sí fuese un problema en Nueva Zelanda. Ardern dijo que Donald Trump la llamó para ofrecerle sus condolencias y preguntarle qué apoyo necesitaba Nueva Zelanda de parte de Estados Unidos.
"Mi mensaje fue: solidaridad y amor para con todas las comunidades musulmanas", dijo Ardern, y agregó que ese era el sentimiento generalizado en su país.
"Hay que reconocer con corazón abierto y cabeza fría que lisa y llanamente @jacindaardern ha sido una representante extraordinaria de nuestra nación, de nuestro dolor y de nuestra determinación", tuiteó el destacado periodista y presentador de noticias Eric Young.
"Ojalá no hubiese tenido que hacerlo, lo digo desde el fondo de mi corazón, pero estoy orgulloso de que lo haya hecho", agregó.
Traducción de Jaime Arrambide
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