El "honor", una excusa para el horror
Unas 20.000 mujeres son asesinadas por año en todo el mundo por haber "deshonrado" a sus familias
BEIRUT.- Es una tragedia, un horror, un crimen de lesa humanidad. Los detalles de los asesinatos -de mujeres decapitadas, quemadas hasta la muerte, lapidadas, apuñaladas, electrocutadas, estranguladas y sepultadas vivas en nombre del "honor" de sus familias- son tan brutales como vergonzosos.
Muchos organizaciones de Medio Oriente y el sudeste asiático sospechan que el número de víctimas cuadruplica la última cifra de las Naciones Unidas, que consigna alrededor de 5000 muertes por año. La mayoría de las víctimas son jóvenes, muchas adolescentes, y son masacradas según una repugnante tradición que se remonta a cientos de años, pero que ahora rige en la mitad del planeta.
Una investigación de 10 meses de The Independent en Jordania, Paquistán, Egipto, Gaza y Cisjordania ha desenterrado espeluznantes detalles de los horrorosos asesinatos. También los hombres son ejecutados por el "honor" y, pese a que los periodistas han identificado esta práctica como una costumbre mayormente musulmana, las comunidades cristianas e hindú también han caído en crímenes semejantes. De hecho, el "honor" (o "ird") de familias, comunidades y tribus trasciende la religión y la misericordia. Pero los grupos defensores de las mujeres, las organizaciones de derechos humanos y Amnesty International indican que la matanza de inocentes por haber "deshonrado" a sus familias crece año a año.
Las mujeres kurdas en Irak y las palestinas en Jordania, Paquistán y Turquía parecen ser las peores infractoras, pero la libertad de prensa en esos países posiblemente compense el secreto que rodea los crímenes por "honor" en Egipto -país que falsamente afirma que no hay ningún caso allí- y en otras naciones de Medio Oriente y el Golfo.
Pero los crímenes de honor ya se propagaron a Gran Bretaña, Bélgica, Rusia, Canadá y otros países. Las autoridades de seguridad y los tribunales de gran parte de Medio Oriente han prestado su connivencia para reducir o derogar las sentencias por el asesinato familiar de mujeres, con frecuencia clasificando los casos como suicidio.
¿Cómo se podría reaccionar ante un hombre -y esto ha ocurrido tanto en Jordania como en Egipto- que viola a su propia hija y después, cuando queda embarazada, la mata para salvar el "honor" de su familia? ¿O ante el caso del turco, padre y abuelo de la provincia de Adiyaman, que en febrero sepultó viva a su hija Medine Mehmik, de 16 años, por "entablar amistad con muchachos"? El cuerpo fue encontrado 40 días después, de cuclillas y con las manos atadas.
¿O ante el caso de Aisha Duhulow, de 13 años, que en Somalia, en 2008, fue arrastrada frente a miles de personas hasta un agujero para ser enterrada hasta el cuello y lapidada por 50 hombres por cometer adulterio?
Al cabo de diez minutos, la desenterraron y, al advertir que aún vivía, fue vuelta a enterrar para continuar la lapidación. ¿Su delito? Había sido violada por tres hombres y, fatalmente, su familia decidió informar el hecho a la milicia Al-Shabab.
¿O el caso del "juez" islámico, también de Somalia, que anunció en 2009 la lapidación de una mujer por haber tenido un affaire ? Su amante sólo recibió un castigo de 100 latigazos.
Para que estos actos -y las víctimas- no sean olvidados, ofrecemos el relato de los sufrimientos de apenas un puñado de mujeres, elegidas al azar, país por país, crimen tras crimen. En marzo, Munawar Gul baleó y mató a su hermana de 20 años, en Saanga, Paquistán, junto con el hombre del que sospechaba que mantenía "relaciones ilícitas" con ella.
En agosto de 2008, en Beluchistán, cinco mujeres fueron sepultadas vivas por "crímenes de honor": tres de ellas -Hameeda, Raheema y Fauzia- eran adolescentes que, tras haber sido golpeadas y baleadas, fueron arrojadas con vida a una zanja, donde luego fueron cubiertas con piedras y tierra. Cuando las dos mujeres mayores, de 45 y 38 años, protestaron, sufrieron el mismo destino. Las tres más jóvenes habían intentado elegir a sus esposos. En el Parlamento paquistaní, Israrullah Zehri aludió a los asesinatos como parte de una "tradición de siglos" que él mismo "seguiría defendiendo".
Aún más indignante, la violación también se emplea como castigo en los crímenes de "honor". En 2002, en el Punjab, un "jurado" tribal alegó que un chico de 11 años de la tribu gujar, Abdul Shakoor, había caminado sin compañía con una mujer de 30 años de la tribu mastoi, hecho que "deshonró" a los mastoi.
Los ancianos decidieron que para "devolverle" el honor a la tribu, la hermana de 18 años del chico, Mukhtaran Bibi, debía ser violada grupalmente. El padre de la joven obedientemente llevó a la joven ante este "jurado".
Cuatro hombres, incluyendo un miembro del jurado, la arrastraron hasta una choza y la violaron mientras unos 100 hombres los aclamaban. Pasó una semana antes de que se registrara el delito como "queja".
Los ataques con ácido también son frecuentes. The Independent consignó en 2001 el caso de Bilal Khar, de Karachi, que le arrojó ácido a la cara a su esposa Fakhra Yunu cuando ella lo dejó para volver a la casa de su madre. El ácido le fundió los labios, le quemó todo el pelo, los pechos y una oreja y convirtió su rostro en "una masa de goma quemada".
Hace más de 10 años, la Comisión de Derechos Humanos de Paquistán registraba un promedio anual de 1000 asesinatos de "honor". Pero si Paquistán parece tener el récord de crímenes de "honor" -y recordemos que muchos países afirman falsamente que no cumplen con esa tradición-, Turquía seguramente ocupa un segundo puesto muy próximo. Entre 2000 y 2006, 480 mujeres -20% de ellas de entre 19 y 25 años- fueron asesinadas por crímenes de honor. Otras estadísticas turcas revelan que por lo menos 200 mujeres son asesinadas por "honor" anualmente. Estas cifras se consideran ahora una enorme subestimación.
Muchos de los asesinatos se produjeron en las áreas kurdas, pero el asesinato de "honor" de mujeres no es exclusivamente un crimen kurdo. En 2001, Sait Kina mató a puñaladas a su hija de 13 años por hablar con chicos en la calle. La atacó en el baño con un hacha y un cuchillo. Cuando la policía halló el cadáver, descubrió que la cabeza había sido tan mutilada que la familia se la había atado con un pañuelo. Kina le dijo a la policía: "Cumplí con mi deber".
Con aceite hirviendo
El activista británico kurdo Aso Kamal, de la Red Dooa Contra la Violencia, cree que entre 1991 y 2007 fueron asesinadas 12.500 mujeres por razones de "honor" solamente en las tres provincias kurdas de Irak. Muchas familias ordenan a las mujeres que se suiciden quemándose con aceite hirviendo.
En los territorios palestinos, Human Rights Watch ha acusado desde hace tiempo al sistema policial y judicial por el fracaso casi total de la protección de las mujeres de las matanzas de "honor". Consideremos, por ejemplo, el caso de la chica de 17 años que en 2005 fue estrangulada por su hermano por haberse embarazado... de su propio padre, que también estuvo presente durante el crimen.
Hasta en el liberal Líbano se han producido asesinatos de "honor", el más notorio el de una mujer de 31 años, Mona Kaham, cuyo padre le cortó la garganta tras enterarse de que había quedado embarazada de su primo. No resulta sorprendente que una encuesta revelara que el 90,7% de los libaneses se oponían a los asesinatos de "honor". Entre los pocos que los aprobaban, varios creían que contribuían a limitar los matrimonios interreligiosos.
Las disputas tribales suelen provocar asesinatos de "honor" en Irán y Afganistán. En Irán, por ejemplo, un funcionario de la provincia étnica árabe de Juzestán afirmó en 2003 que 45 jóvenes habían sido asesinadas en ejecuciones de "honor" en dos meses. Todas fueron ejecutadas porque se negaron a acceder a un matrimonio convenido, por no respetar el código de vestimenta islámico o por tener contacto con hombres.
A través del oscuro velo de los castigos de las aldeas afganas, atisbamos ocasionalmente el terror de las ejecuciones de adolescentes. Cuando Siddiqam, de apenas 19 años, y su novio Jayyam fueron llevados este mes ante un tribunal religioso aprobado por los talibanes en Kunduz, sus últimas palabras fueron: "Nos amamos, pase lo que pase". En la plaza del mercado de Mulla Quli, una multitud -que incluía a familiares de ambos jóvenes- lapidó a ambos.
Y también a "Occidente", como nos gusta llamarlo, las familias inmigrantes han traído a veces, en su equipaje, las crueles tradiciones de sus aldeas: un inmigrante azerí fue enjuiciado en San Petersburgo por contratar a alguien para matar a su hija porque la joven "había desobedecido la tradición nacional" poniéndose una minifalda; cerca de la ciudad belga de Charleroi, Sadia Sheikh fue asesinada de un balazo por su hermano por haberse negado a casarse con un paquistaní elegido por su familia; en Toronto, Kamikar Kaur Dhillon le cortó la garganta a su nuera, Amandeep, porque quería separarse del marido -un matrimonio convenido-. Dhillon le dijo a la policía que esa separación "deshonraría el apellido".
Estos son tan sólo algunos asesinatos, unos pocos nombres, una pequeña selección de historias horrorosas que ocurrieron en todo el mundo, con el propósito de demostrar la penetrante infección de algo que debe reconocerse como un crimen masivo, una tradición de salvajismo familiar que no admite ninguna intervención piadosa, ninguna ley estatal, y que rara vez provoca algún remordimiento.
ALGUNOS CASOS
KARACHI, PAQUISTAN/2001
Fakhra Khar
Su esposo le arrojó ácido en el rostro después de que ella lo dejó.
LONDRES, GRAN BRETAÑA/2002
Heshu Yones
Fue apuñalada por su padre a los 16 años por tener un novio cristiano.
NINIVE, IRAK
2007/Du’a Khalil Aswad
Fue lapidada a los 17 años por una turba de 2000 personas por enamorarse de un hombre de otra tribu.
KHAIRPU, PAQUISTAN/2008
Tasleem Solangi
Fue acusada a los 17 años de inmoralidad y se la arrojó a los perros antes de ser asesinada por familiares políticos.
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