El hombre y su asado: un acalorado debate sobre la virilidad sacude el verano en Francia
Las declaraciones de una parlamentaria verde sobre la urgencia de modificar la dieta alimentaria encendió una profunda discusión en la sociedad francesa
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PARÍS.- En Francia llegó “la rentrée”, la vuelta a clases, el regreso a la rutina diarias después de las vacaciones, un momento del año cuando suele reactivarse la conflictividad social. Pero absolutamente nadie esperaba que los franceses se alzaran en armas por las parrilladas.
El tema de las parrilladas acapara los titulares de diarios y revistas, genera acalorados debates por televisión, y hasta se ha desatado una crisis de identidad nacional, desde que Sandrine Rousseau, parlamentaria del Partido Verde, declarara el 27 de agosto que “tenemos que cambiar de mentalidad, para que comerse un pedazo de carne a la parrilla deje de ser un símbolo de virilidad”. ¡El horror!
Los políticos de todo el espectro político, desde la ultraderecha hasta el Partido Comunista, estallaron al unísono. Acusaron a Rousseau de desconocer el profundo apego de los galos por esa carne marmolada y preparada con delicadas incisiones por los carniceros franceses, de insultar y tratar de “deconstruir” a la fuerza a los hombres, de inocular la guerra de géneros en la mesa familiar de los domingos, y de entristecer a la gente en general.
“¡Paren con esta locura!”, tuiteó desesperadamente Eric Ciotti, legislador del partido gaullista Los Republicanos. “¡Basta de acusar a los varones de todo!”, exclamó Nadine Morano, del mismo partido.
Un enfoque distinto adoptó el secretario general del Partido Comunista francés, Fabien Roussel: “El consumo de carne depende del grosor de la billetera, y no del calzoncillo o la bombacha”.
Sandrine Rousseau dijo estar sorprendida por la batahola que se desató por sus palabras. En una entrevista dijo que “para resolver la crisis climática, hay que reducir el consumo de carne, y eso no va a ocurrir mientras la masculinidad se construya alrededor de la carne”.
La dirigente política no ofreció evidencias concluyentes de la relación entre la virilidad y su simbología con encender el fuego, tirar unos pedazos de carne a la parrilla, y pararse al costado con el torso desnudo bañado por el humo a esperar que se cocine.
Pero un estudio conocido como INCA que realizan conjuntamente cada siete años los ministerios de agricultura y de salud revela que los hombres franceses consumen un 59% más de carne que las mujeres.
La sociedad francesa, de mentalidad abrumadoramente masculina, dijo Rousseau, entierra la cabeza como el avestruz cuando le hablan de combatir el cambio climático, a pesar del verano de sequía extrema e incendios forestales que acaba de pasar.
“¡Estos tipos reaccionaron como si les hubiera querido arrancan el corazón y los pulmones!”, se quejó Rousseau. “Pero después de un verano como este, queda claro que tenemos que reemplazar el hábito de socializar alrededor de un cacho de carne a la parrilla. Podemos asar verduras, podemos hacer un picnic. Podemos darle valor a otras cosas.”
Cirugía mayor para un país como Francia, donde el apego al terruño -la tierra natal, las características propias de cada reducto en particular, la naturaleza de su suelo y del ganado que pasta en el lugar- es directamente una pasión. El Salón Internacional de la Agricultura que se realiza anualmente en París, donde los productores salen a lucir sus animales premiados, es una gran evento nacional, al punto que los políticos saben que si tienen aspiraciones a algún alto cargo, tienen que verse cómodos paseando entre los corrales.
¿Y ahora pretenden que este país, cuna del bife con papas fritas, se arregle con zucchinis a la parrilla?
Parece poco plausible, pero los tiempos cambian… El planeta se sigue calentando, y Francia acaba de vivir su segundo verano más caluroso en más de un siglo. Naciones Unidas estima que las emisiones por la cría de ganado representan un 14% de los gases de efecto invernadero generados por el hombre, incluido el metano.
Ya en la campaña presidencial de Francia de este año quedó claro que la politización de la comida avanza a paso firme. El país se divide entre la hueste de defensores de las carnes rojas, mayormente electorado de derecha, y los brigada del tofu y la quinoa que predican las virtudes de legumbres y verduras, el electorado de base de Los Verdes.
Campo de batalla
El país de la gastronomía se ha convertido en campo de batalla sobre el simbolismo político y cultural de los alimentos. Para los franceses más tradicionalistas, en este intento de demonizar la carne para salvar el planeta se advierten signos de la “cultura de la cancelación” importada desde Estados Unidos. Hasta inventaron una palabra, la “mangeosphère” -algo así como “la esfera de la comida”-, acuñada por el diario francés Le Monde para englobar todas esas discusiones sobre la simbología del jamón y la manzana.
En enero, el candidato presidencial del Partido Comunista, Fabien Roussel, fue ferozmente criticado por decir que todo el pueblo francés tiene derecho a la alimentación tradicional: “Buen vino, buena carne y buenos quesos. La gastronomía francesa es eso”, había dicho Roussel, y lo lapidaron.
De inmediato, su comentario fue tildado de xenófobo, con Sandrine Rousseau como abanderada de esas críticas. ¿Y el cuscús y el sushi? ¿Y los millones de ciudadanos franceses musulmanes, que no toman vino? ¿Y los veganos, que no quieren oír hablar de “buena carne”?
Sin embargo, a partir de sus declaraciones, la popularidad del comunista experimentó un fugaz repunte, y en los actos partidarios era recibido con atronadores aplausos y gritos de “¿Qué pretenden que comamos? ¿Tofu y poroto de soja? ¡Por favor!”.
La izquierda francesa está dividida al respecto. Roussel representa al ala que rechaza una reformulación integral de la dieta de los franceses, y ha prometido carradas de carne a la parrilla en el festival de música organizado anualmente por el diario comunista L’Humanité, previsto para fines de este mes. Por su parte, Los Verdes y el partido Francia Insumisa insisten en la necesidad de un cambio.
“Nuestro consumo de carne es diferente de acuerdo al género, y la gran mayoría de los vegetarianos son mujeres”, dijo Clémentine Autain, legisladora de Francia Insumisa que salió en defensa de Rousseau por el canal francés BFMTV. “Si queremos avanzar hacia la igualdad de género, tenemos que atacar el virilismo.”
Nada dijo de cómo pensaba hacerlo.
Para Julien Odoul, miembro del partido de ultraderecha Agrupación Nacional, encabezado por Marine Le Pen, eso no significa nada. Odoul dijo que los hombres siempre han comido más carne que las mujeres, y que “eso no es virilismo, es la naturaleza”. Agregó que piensa adherir a la paleodieta o “dieta de Cromañón”, en referencia al hombre primitivo que habitó las cuevas del sudoeste de Francia.
Morano, representante de Los Republicanos, partido gaullista de centroderecha, reclamo el cese inmediato de la “deconstrucción forzada” del hombre francés.
Rousseau le contestó: “No estoy en contra de los hombres. Estoy en contra del sistema patriarcal que está llevando el planeta a la ruina”.
Roger Cohen
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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