El Grupo Wagner extiende sus redes en África y el Pentágono lo pone en la mira
La rápida expansión de la influencia de Rusia causa alarma entre los mandos militares y los servicios de inteligencia estadounidenses; Occidente pierde encanto en el continente
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WASHINGTON.- El grupo de mercenarios rusos Wagner avanza agresivamente para establecer una “confederación” de estados antioccidentales en África, donde utilizan su fuerza paramilitar y sus mecanismos de desinformación para fogonear la inestabilidad regional y apuntalar a los aliados africanos de Moscú, según los documentos de inteligencia norteamericana que se filtraron recientemente.
La rápida expansión de la influencia de Rusia en África causa alarma entre los mandos militares y los servicios de inteligencia de Estados Unidos, por eso el año pasado los funcionarios norteamericanos habrían buscado la forma de dañar las redes y bases africanas del Grupo Wagner con ataques directos, sanciones comerciales y operaciones cibernéticas, según a los documentos.
Mientras el dueño y jefe del Grupo Wagner, Yevgeniy Prigozhin, se ocupa de las luchas intestinas del Kremlin por el involucramiento cada vez mayor del grupo mercenario en la guerra en Ucrania, los documentos filtrados muestran la huella global en expansión de Wagner y sus potenciales vulnerabilidades.
Uno de los documentos enumera casi una docena de opciones “cinéticas” que Estados Unidos y sus aliados podrían aplicar para frenar el avance del grupo. Los archivos sugieren proporcionarle a las fuerzas de Ucrania información de objetivos para ayudar a matar a los comandantes de Wagner y mencionan la predisposición de otros aliados para tomar medidas letales similares contra las bases de Wagner en África.
Sin embargo, los documentos también muestran que ni la CIA ni el Pentágono han logrado causarle mayores contratiempos a los Wagner durante los últimos seis años, mientras el grupo mercenario, propiedad de un aliado de Putin, establecía estratégicos puntos de apoyo en al menos ocho países africanos, de las 13 naciones donde han operado de alguna manera.
El único ataque militar directo mencionado en los archivos refiere a “un exitoso ataque no atribuido en Libia” que “destruyó un avión logístico de Wagner”. El documento no proporciona más detalles sobre la operación o por qué fue atacado ese único avión en particular, parte de una flota mucho más grande del grupo paramilitar.
El ataque norteamericano más significativo contra el Grupo Wagner fue en Siria, cerca de Deir al-Zour, en febrero de 2018, con un bombardeo aéreo donde murieron varios cientos de combatientes de Wagner que atacaban a soldados de la Fuerza Delta, Rangers y fuerzas kurdas junto a una planta de gas.
La imagen del Grupo Wagner que se desprende de los documentos es la de una fuerza que se mueve libremente por África, donde extiende su presencia y sus ambiciones aunque para el Kremlin la guerra en Ucrania se haya convertido en un problema agotador.
Como resultado, “es probable que Prigozhin refuerce aún más sus redes en varios países africanos”, concluye uno de los documentos de inteligencia, “limitando la capacidad de esos país para prescindir de sus servicios y exponiendo a los países vecinos a sus operaciones de desestabilización”.
El auge de Wagner presagia una nueva oleada de competencia entre las superpotencias por el predominio en África, y con ella, un resurgimiento del autoritarismo, señala Anas El Gomati, director del Instituto Sadeq, un grupo de expertos con sede en Trípoli.
“Los Wagner son la solución para el tipo de problemas que enfrentan los dictadores africanos. ¿Hay que imponer un retroceso democrático? Ningún problema: nosotros podemos ayudarlo con eso, ya sea manipulando los votos o luchando literalmente contra insurgencias brutales, como las de República Centroafricana o el sur de Libia”, apunta El Gomati.
“Y si alguien tiene problemas para sacar los recursos y minerales de su país, no solo pueden brindarle ese servicio, sino que transferirán esos dólares en su banco sin que nadie se dé cuenta, porque operan redes masivas de empresas fantasmas”, dice en referencia a los Wagner.
Según los documentos, durante el año pasado las empresas de Prigozhin no solo redoblaron sus operaciones en África, sino que ahora parecen manejarse con mayor ambición y autoridad, “aprovechando los vacíos de poder para fogonear intencionalmente la inestabilidad regional”.
Esa descripción aparece en una imagen membretada que revela que fue preparada para el general Mark A. Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, y sus principales asesores. Una nota al pie resume la “agenda agresiva” de Prigozhin y menciona sus planes para contrarrestar la influencia estadounidense y francesa en Burkina Faso, Eritrea, Guinea, Malí y otros países, así como el apoyo directo de Wagner a un complot golpista en Chad mediante la creación de un centro de entrenamiento transfronterizo para rebeldes.
Desde hace tiempo Chad es uno de los ejes de las operaciones de contrainsurgencia de Francia y Estados Unidos contra los grupos islamistas armados en la región del Sahel.
Uno de los documentos señala que “Francia ha transmitido su voluntad de atacar a los Wagner si apoyan el golpe en Chad”.
En comentarios vertidos en Telegram, Prigozhin afirmó que sus operaciones en África son “honestas y justas”, diseñadas solo para “defender a los pueblos africanos, incluidos los oprimidos por vándalos, terroristas y vecinos poco confiables”.
Pero según El Gomati, la intervención de Wagner en Libia terminó de dividir y paralizar el país.
“Probablemente sean el actor más desestabilizador que opera en Libia en este momento”, señala el analista.
Como para subrayar su creciente sentido de importancia personal, el viernes Prigozhin se ofreció como mediador de la paz en Sudán, donde los combates entre facciones rivales han llevado al país al borde de la guerra civil.
“Para ayudar a resolver el actual conflicto y en pos de la futura prosperidad de Sudán, estoy dispuesto a mediar”, dijo Prigozhin en un comunicado publicado en Telegram por su oficina de prensa. Allí afirma estar listo para enviar aviones con suministros médicos y “todo lo necesario para la gente que ahora está sufriendo”.
Ofrecer una intervención humanitaria en un conflicto que su propio grupo paramilitar posiblemente fogoneó, con armas y entrenamiento a las fuerzas de seguridad del país, coincide con el manual de jugadas típicas de Prigozhin que describen los documentos filtrados.
Prigozhin, un exconvicto que se convirtió en oligarca y aliado cercano de Putin, ofrece seguridad, asistencia militar, asesoramiento político, encuestas de opinión y técnicas de manipulación política a los líderes africanos que enfrentan rebeliones o inestabilidad, a cambio de contratos de extracción de recursos en regiones demasiado inestables para atraer a las grandes empresas occidentales.
“Los rusos son muy oportunistas”, dice Alex Vines, jefe del programa de África en el grupo de expertos londinense Chatham House. “Ingresan a bajo costo y hace todo lo posible para agitar las aguas y sacar ventaja”.
Campo libre para el avance de Rusia y China
Después de la Guerra Fría, una era en que la Unión Soviética y Estados Unidos fomentaron guerras de poder en África, Rusia se retiró del continente y dejó que China entrara con ofertas de infraestructura y créditos baratos, sin las presiones habituales de Occidente, que exige avances en materia de derechos humanos o democracia.
Pero el regreso de Rusia a África en estos últimos años ha revivido una competencia por la influencia política y militar que recuerda la lucha colonial por los recursos africanos, que coloca a África en el lugar de la “niña bonita con múltiples pretendientes”, entre ellos Estados Unidos, según un funcionario de Guinea Ecuatorial mencionado en los documentos filtrados.
Según Murithi Mutiga, director del programa para África del grupo de expertos International Crisis Group, “Efectivamente, la percepción en el continente es que después del final de la Guerra Fría, Estados Unidos dejó de interesarse por África y empezó a tratarla solo como un lugar donde realizar acciones humanitarias, y tal vez ejercer cierta presión democratizadora, pero sin involucrarse realmente. Y eso les dejó el campo libre a los demás”.
Mientras Moscú redobla los esfuerzos diplomáticos para contrarrestar las críticas por su guerra en Ucrania, este año el canciller ruso, Sergei Lavrov, visitó varios países africanos, incluidos Malí, Sudán, Sudáfrica, Suazilandia, Angola y Eritrea, y todo antes de la cumbre que celebró Putin en julio con líderes africanos en San Petersburgo.
Rusia saca ventaja de los vínculos de la ex Unión Soviética con los líderes africanos, pero también se aprovechó del desinterés de Estados Unidos por África, sobre todo durante el gobierno de Trump, así como de la reacción de los africanos contra Francia por su operación antiterrorista en la región del Sahel.
“Rusia tiene usinas de trolls y medios falsos que terminaron de envenenar a los africanos contra Francia”, apunta Vines. “El Sahel es un zona muy preocupante y vulnerable: en este momento, el punto de acceso para el yihadismo islámico militante a nivel mundial es el Sahel, y no Medio Oriente. Y claramente Rusia ha detectado una oportunidad”.
Vines agrega que la propaganda antifrancesa y antioccidental de Rusia tuvo eco entre los líderes africanos, furiosos por los pasos en falso de Francia en el Sahel y hartos de que los líderes occidentales los presionen con el tema de los valores democráticos y los derechos humanos.
Entre las élites de África, la percepción es que Estados Unidos “sigue centrado en el viejo manual de sermonear sobre la democracia y enviar ayuda humanitaria”, pero las instituciones democráticas de Washington han perdido parte de su brillo, advierte Mutiga.
“La reputación de Estados Unidos en términos de salud democrática ha sufrido un golpe, pero no solo por Trump, sino por el estancamiento del Congreso y el caos político”, agrega.
Mientras tanto, las inversiones de Estados Unidos en África empalidecen frente al vasto programa de infraestructura y créditos de China, y en cuanto a Rusia, los líderes africanos que no quieren tomar partido entre Washington, Beijing y Moscú, sienten que el Kremlin les ofrece más opciones que Estados Unidos.
Por Greg Miller y Robyn Dixon
Traducción de Jaime Arrambide
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