El gran desafío es forjar la unidad más allá de las diferencias
La africanización y las autonomías son interrogantes aún sin respuesta
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4 de diciembre de 1997
JOHANNESBURGO (Enviado especial).- En la nueva Sudáfrica han surgido con renovada fuerza dos temas que sin duda serán motivo de intenso debate en los próximos meses: la africanización y el derecho a las autonomías.
Dentro del partido de gobierno, el Congreso Nacional Africano, parecen coexistir dos corrientes: una que busca la consolidación de una política que excluya todo tipo de connotación racial y otra que pugna por una acción decidida en la defensa de los derechos negros (africanización).
Uno de los representantes de esta última corriente es el virtual sucesor de Nelson Mandela en el CNA y presidenciable para 1999, Thabo Mbeki, quien ha declarado que la genuina reconciliación “no podrá alcanzarse si se mantiene el actual statu quo” y que sólo vendrá si se pone énfasis en reparar los daños causados a la población negra luego de tantos años de segregación.
Claro que, para alcanzar esto, deberá mantener un delicado equilibrio para no causar irritación en los sudafricanos blancos, en cuyas manos descansan aún los principales resortes de la economía.
Otro sector del CNA promueve en cambio la idea de una sociedad que deje atrás las consideraciones raciales. En esta última corriente se encuentra Pallo Jordan, ministro en el gabinete de Mandela, quien afirma que al desaparecer las barreras existentes al caer el apartheid, la nueva sociedad no debe reflejar viejas premisas de división.
Y se basa también en consideraciones políticas: si el CNA no se pronuncia en favor de esta última posición, será incapaz de atraer votos mestizos e indios.
Zululandia
Otro tema de debate es la de los poderes provinciales para Kwa Zulu Natal. Las aspiraciones del Partido Inkhata (en el poder allí) por la autonomía se han atenuado, pero sus reclamos no, y son objeto de negociación con el CNA.
Las divergencias en este aspecto vienen de lejos e hicieron que a fines de 1993 la agrupación liderada por Mangosuthu Buthelezi amenazara con no participar de las elecciones generales del año siguiente, y dieron pie a hechos de violencia en la región.
En julio de este año, el Inkhata reiteró al CNA que las promesas de restauración del reino zulú -para lo cual se establecería una mediación internacional- habían quedado incumplidas. También reclamó que se respeten la institución de los “amakosi” (jefes del gobierno local), que no haya reparos a la constitucionalidad de la Casa de los Líderes Tradicionales (creada en 1994).
Las desavenencias entre el CNA y el Inkhata tienen otro ingrediente: la rivalidad entre Buthelezi y el rey Goodwill Zwelithini, políticamente más débil y quien en una oportunidad denunció al primero de ocupar espacios de poder que no le pertenecen.
Un vocero del CNA dijo a La Nación que el diálogo continúa y es fundamental para la paz en la zona, y que el reclamo zulú no es el único.
El Volkstaat
Los partidos de la derecha afrikaaner pretenden, por su parte, un territorio autónomo con vínculos federales con el resto del país, cuya concreción aparece casi utópica: el Volkstaat.
Si bien se creó una comisión oficial para estudiar el tema, todo parece indicar que dilata ex profeso una definición. Si se da una respuesta positiva, otros grupos étnicos podrían realizar igual solicitud con la misma legitimidad, y ello supondría adentrarse en un proceso de balcanización, con todos los riesgos que ello implica.
De los partidos de la derecha afrikaaner, sólo el Frente Libertad del general Constand Viljoen tiene una propuesta concreta (ver mapa): un territorio donde viven sólo 93.000 personas (la densidad de población es de menos de una por kilómetro cuadrado) y donde sólo hubo 14 reclamos formulados por dueños de tierras que fueron desplazados durante el apartheid.
“Nuestro objetivo es conservar el lenguaje y la cultura afrikaaner. Creemos en la negociación para alcanzar la autodeterminación. Es la única forma de evitar un conflicto futuro”, dijo a La Nación Kallie Kriel, del Frente Libertad. Explicó que el partido está alentando a los afrikaaners para que se establezcan en la zona elegida, donde una ciudad “fantasma” (Orange) está renaciendo gracias al impulso de 600 recién llegados. El Partido Conservador, de Ferdi Hartzenberg, que no participó en las elecciones de 1994, no tiene una propuesta específica; en tanto, el AWB de Eugene Terre Blanche, militarista y que exhibe estandartes con símbolos parecidos al nazismo, pretende algo irrealizable: la restitución de la antigua república boer.
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