El Gobierno suma la crisis de Georgieva al costo de la postergación del acuerdo con el FMI
El directorio del Fondo ha encarado una investigación y ha mantenido varias reuniones para decidir el futuro de la directora, sin llegar aún a una conclusión; para la Argentina, cualquier desenlace puede acarrear una pérdida
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WASHINGTON.- Nadie en el Gobierno podía anticipar a principios de año, cuando se tomó la decisión política de postergar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) hasta después de las elecciones legislativas, que Kristalina Georgieva estaría unos meses más tarde en la cuerda floja. Pero esa dilación derivó, ahora, en una nueva complicación para refinanciar la deuda de 44.000 millones de dólares que tomó el gobierno de Mauricio Macri.
Georgieva fue acusada de haber intercedido a favor de China para mejorar su posición en el ranking Doing Business cuando era directora Ejecutiva del Banco Mundial. El directorio del Fondo ha encarado una investigación y ha mantenido varias reuniones para decidir su futuro sin llegar aún a una conclusión. Para la Argentina, cualquier desenlace puede acarrear un costo.
Hoy, el board del Fondo anunció que decidió profundizar su revisión sobre el escándalo ético y, por lo tanto, estirar la definición sobre la continuidad de Georgieva al frente del organismo internacional.
El board del Fondo mantuvo una reunión durante toda la tarde y por la noche indicó que había logrado “importantes avances”, aunque acordó “solicitar más detalles aclaratorios” para concluir “muy pronto” su evaluación de la acusación a Georgieva, indicó el Fondo en un comunicado.
En el Gobierno reconocen ahora dos realidades de la negociación. La primera es que el proceso estaría terminado después de las elecciones, recién el año próximo –en el Ministerio de Economía descartaron un acuerdo antes de Navidad–, un escenario que en Estados Unidos se da por sentado desde hace meses, pero que el oficialismo nunca admitió del todo. En campaña, el presidente Alberto Fernández dijo incluso más de una vez que el acuerdo estaba “cerrado”. La segunda es que una eventual salida de Georgieva por el escándalo ético en el que quedó envuelta puede empantanar la resolución de la negociación. El Gobierno ve a Georgieva como una aliada.
El futuro de Georgieva está en manos del G7, el grupo de países desarrollados que controla todas las decisiones del board del FMI. Hasta ahora, hubo señales mixtas. Los europeos, Alemania, el Reino Unido, Italia y Francia están dispuestos a respaldarla, según indicó el Financial Times. Pero el gobierno de Joe Biden, a través del Tesoro, ha hecho hincapié en la necesidad de un recuento “completo y justo” de las acusaciones, y ha dejado en claro que la prioridad es “defender la integridad de las instituciones financieras internacionales”.
Georgieva ha recibido el respaldo de África, y de economistas influyentes como Joseph Stiglitz y Jeffrey Sachs, entusiastas de su gestión en el Fondo. La Argentina está en esa lista. A su vez, Anne Krueger, quien fue número dos de Horst Köhler en el organismo y mantiene aceitados vínculos en Washington, dijo que Georgieva debía dar un paso al costado para preservar la credibilidad de las instituciones de Bretton Woods creadas luego de la Segunda Guerra Mundial para resguardar la prosperidad de la economía global.
La nueva grieta trasatlántica que despuntó en las últimas horas puede terminar de jugar a favor de la economista búlgara. Si Europa confirma su respaldo a Georgieva, Biden se vería forzado a abrir un nuevo frente con los aliados históricos de Washington si quiere desplazarla. Esa relación, que Biden prometió reparar y cultivar, ya ha sufrido varios tironeos este año por la caótica salida de Afganistán, el acuerdo militar de Estados Unidos con el Reino Unido y Australia que enfureció a Francia y le hizo perder un multimillonario contrato de venta de submarinos, y la lentitud de la Casa Blanca para levantar las restricciones impuestas a los europeos para viajar a Estados Unidos por la pandemia del coronavirus.
Pero Biden tiene también un frente interno, y además prometió enfrentar el creciente desafío de China, principal rival de Estados Unidos en la arena global. “Nadie debería sorprenderse de que el Partido Comunista de China utilice su influencia para corromper a personas e instituciones”, apuró el senador Marco Rubio de Florida, miembro del comité de Relaciones Exteriores. Para los “halcones” en el Congreso, Georgieva parece ser ahora casi una representante de Pekín.
El interrogante, en última instancia, es si Georgieva puede seguir al frente del Fondo sin que eso conlleve un costo para la credibilidad del organismo. Héctor Torres, quien representó a la Argentina en el board del Fondo, lo resumió de esta manera: “La pregunta no es si ella tiene futuro en el FMI, sino si el FMI tiene futuro si Kristalina Georgieva se queda pero no es liberada de las acusaciones”.
Si Georgieva se va, el Gobierno deberá enfrentar el final de la negociación sin una aliada en la que confiaba para torcer la voluntad del board a su favor y obtener mejores condiciones, como, por ejemplo, un recorte en la tasa de interés. Pero incluso si Georgieva es absuelta y continúa, su gravitación en el Fondo y ante el G7 puede llegar a quedar dañada de todos modos, y sin el margen de antaño para interceder a favor del país.
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