El gobierno de Ecuador confirmó que ya son 413 los muertos por el terremoto
El coordinador de seguridad informó hoy la cifra mediante un boletín oficial; el presidente Rafael Correa aseguró que temen más víctimas
El gobierno de Ecuador confirmó que subió a 413 el número de muertos por el sismo de 7,8 grados que sacudió la costa de Ecuador y es considerado el peor en 40 años, mediante un comunicado que publicó el coordinador de seguridad. El último balance reportaba 350 fallecidos, más de 2.000 heridos y, hasta el momento, las autoridades no han ofrecido cifras actualizadas sobre desaparecidos.
El sismo de magnitud 7,8, el peor en casi 40 años, afectó a 1.532 edificaciones, destruyó caminos, cortó el servicio de electricidad e hirió a 2.658 personas.
El presidente, Rafael Correa, recorrió las zonas afectadas en la provincia de Manabí. "Tememos que (la cifra de fallecidos) suba más", dijo el mandatario mientras caminaba por la zona ante los ruegos de los damnificados que le pedían agua.
En la golpeada ciudad de Portoviejo, donde unos 100 presos se fugaron tras el derrumbe de los muros de la prisión, los pobladores se quejaban por su estado de desatención. "Estamos abandonados, no hay quién nos proteja, no ha venido nadie, ya han pasado 38 horas, hay estructuras a punto de colapsar, hay muertos entre los escombros", dijo al borde de las lágrimas Gabriel Páez, un abogado de 45 años que tenía una tienda de celulares en el centro de la ciudad.
Cerca de allí, muchas personas deambulaban en busca de algo valioso entre los escombros y fierros retorcidos. Muchos contaron que se llevaban el aluminio de los marcos de las ventanas y cables para venderlos. La gente también buscaba ropa y zapatos entre las ruinas, mientras la policía intentaba infructuosamente controlarlos, según testigos.
Un impacto enorme
A unos 181 kilómetros al norte de Portoviejo, en la devastada localidad de Pedernales, se instalaron carpas en el incólume estadio para recibir cadáveres, tratar a los heridos y distribuir agua, alimentos y mantas a los sobrevivientes.
El alcalde dijo el lunes que en esa localidad la cifra de fallecidos ya superaba los 130 y que el 70 por ciento de sus edificaciones se encontraban en ruinas. También en la costa, en el poblado de Tarqui, los habitantes tuvieron un ápice de alegría cuando los bomberos rescataron a cuatro personas que estuvieron 32 horas bajo los escombros.
Tras abrir un hoyo en el techo de la ruinosa casa, los bomberos rescataron a los atrapados, ante el fervoroso aplauso de sus colegas y ciudadanos, según un vídeo que se volvió viral.
En diversos puntos de Quito, Guayaquil y otras ciudades, miles llegaban con bolsas de comida, ropa y botellas de agua a los puntos habilitados para recibir donaciones.
Aunque la dimensión completa del daño ocasionado todavía no es clara, el desastre natural probablemente complicará el desempeño económico 2016 de Ecuador, el miembro más pequeño de la OPEP, ya golpeado por el desplome del precio del crudo.
Durante su recorrido por las arruinadas calles de Portoviejo, Correa dijo, sin animarse a dar una cifra exacta, que la reconstrucción costaría miles de millones de dólares y que su impacto en el PIB podría ser significativo. "Aún estamos estimando (el impacto del terremoto en el Producto Interno Bruto)", dijo Correa. "Pero podría ser enorme", agregó.
La crucial industria energética no sufrió grandes daños por el sismo, aunque la principal refinería, Esmeraldas, está cerrada por precaución. A pesar de todo, las exportaciones de bananas, flores, cacao y pescado podrían sufrir retrasos por las carreteras agrietadas y las demoras en los puertos.
Michael Henderson, un analista de la consultora de riesgo Maplecroft, dijo que Ecuador estaba menos preparado para la recuperación de lo que estuvo Chile cuando sufrió un terremoto en el 2010 que causó daños por unos 30.000 millones de dólares.
"El daño total a los activos en términos de dólar podría ser bastante menor que en Chile debido a la menor magnitud del sismo y que Ecuador es un país mucho más pobre", agregó.
Comienza la escasez
Más de 330 réplicas han sacudido al país de 16 millones de habitantes, algunos de los cuales se apiñaban en las calles, preocupados por el derrumbe de sus ya agrietados hogares. "Tenemos miedo de estar en la casa, que quedó prácticamente destruida. Hemos sacado algunas cosas básicas", dijo Yamil Farfán, un empleado privado de 47 años que estaba junto a unas 30 personas en una calle de Portoviejo. "Cuando esto mejore y paren las réplicas veremos si podemos repararla".
Unos 14.000 efectivos de seguridad fueron enviados a mantener el orden en Ecuador, pero no pudieron hacer nada para impedir que hombres armados desvalijaran dos camiones que partieron el lunes de Guayaquil hacia Pedernales con víveres.
Tras el susto del sismo, los vecinos de las zonas afectadas estaban preocupados por la escasez de agua y alimentos."Vamos a ir en búsqueda de comida, no tenemos nada que dar a los niños", dijo la panadera Alicia Calderón en Pedernales.
Más tarde, Correa dispuso que las empresas embotelladoras de agua de todo el país entreguen su producción. "En caso de ser necesario se ordenará la requisición del agua embotellada necesaria para abastecer las zonas afectadas", dijo el Ministerio Coordinador de Seguridad en un comunicado.
Unos 600 millones de dólares en líneas de crédito de contingencia con organismos multilaterales estaban disponibles para atender la emergencia, dijeron autoridades, explicando que del total, 160 millones de dólares deberían llegar esta semana.
Se estaban estableciendo fondos locales de ayuda y Venezuela, Chile y México enviaron personal y suministros. Unos 400 rescatistas de distintos países latinoamericanos llegaron a Ecuador junto con especialistas en desastres de España y Suiza.
Agencia Reuters
Temas
Más leídas de El Mundo
¿Expansión del Kremlin? Las masivas protestas en un país del Cáucaso llevan a Rusia a lanzar una alarmante comparación con Ucrania
“Tortura psicológica”. Los opositores venezolanos refugiados en la embajada argentina mostraron cómo viven y le enviaron un mensaje a Milei
"Desprevenidos". Por qué la riesgosa jugada del presidente surcoreano pone a prueba a Biden y una alianza clave para EE.UU. en Asia