El gigante dormido que despertó Putin con su invasión a Ucrania
El día de la invasión se pensó que el presidente ruso lo había hecho sobre el país vecino, pero no: lo había hecho sobre Europa, lo que convirtió al conflicto en un terremoto europeo
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BERLÍN.- Vengo escribiendo sin parar sobre la guerra en Ucrania desde que Rusia invadió, el 24 de febrero pasado, pero debo confesar que tuve que venir a Europa y encontrarme con políticos, diplomáticos y emprendedores para hacerme una idea cabal de lo que está pasando. Porque yo pensaba que Vladimir Putin había invadido Ucrania, pero no: Putin invadió Europa.
Y no debería haberlo hecho, porque este podría ser el mayor acto de locura bélica en Europa desde que Adolf Hitler invadió Rusia en 1941.
Recién lo comprendí cuando vine de este lado del Atlántico. A la distancia era fácil dar por sentado –tal vez también para Putin– que Europa terminaría aceptando la invasión total de Rusia sobre Ucrania, tal como aceptó que en 2014 se devorará la península ucraniana de Crimea, una remota franja de tierra donde casi no encontró resistencia y cuyas repercusiones internacionales fueron muy limitadas.
Error, error, error.
Esta invasión –con tropas rusas que bombardean indiscriminadamente edificios de departamentos y hospitales ucranianos, que asesinan civiles, que saquean las casas, violan a las mujeres y desatan la peor crisis de refugiados que se vive en Europa desde la Segunda Guerra Mundial–, es vista cada vez más como un refrito del siglo XXI del sangriento ataque de Hitler contra toda Europa, que se inició en septiembre de 1939 con la invasión alemana a Polonia.
A eso hay que sumarle la amenaza de Putin de usar armas nucleares, cuando advirtió que todo país que interfiriera en esta guerra no provocada enfrentaría “consecuencias nunca vistas”, y todo queda claro.
Vuelta de página
Queda claro, por ejemplo, por qué prácticamente de la noche a la mañana Alemania desechó casi 80 años de aversión a la guerra y de mantener un presupuesto de defensa mínimo, y anunció un inmenso aumento del gasto militar y planes para enviar armas a Ucrania.
También queda claro por qué Polonia, de la noche a la mañana, dejó de coquetear con el líder populista pro-Putin y antiinmigración Viktor Orban, primer ministro de Hungría, abrió sus fronteras a más de dos millones de refugiados ucranianos y aceptó convertirse en un crucial puente terrestre para la transferencia de armas de la OTAN a Ucrania.
Y queda claro, también de la noche a la mañana, por qué la Unión Europea dejó atrás sus años de cautelosas sanciones económicas contra Rusia, y disparó un misil de precisión con sanciones que dieron de lleno en el corazón de la economía de Putin.
En pocas palabras, lo que para mí era solo la invasión de Rusia a Ucrania se ha convertido en un terremoto europeo: “Como despertarse con un estallido, ¡bum!, y comprobar que todo ha cambiado”, en palabras del exministro de Relaciones Exteriores alemán, Joschka Fischer.
“El statu quo anterior no volverá. Europa ha reaccionado a la agresión rusa con un profundo cambio, ya no por presión de Estados Unidos, sino porque la sensación de amenaza que implica Rusia actualmente es totalmente distinta: Ahora entendemos que Putin no habla solo de Ucrania, sino de todos nosotros y de nuestra forma de libertad”.
Nos guste o no, agrega Fischer, “la Europa moderna está en modo de confrontación con Rusia, y Rusia ya no forma parte del orden de paz europeo. La pérdida de confianza en Putin es total y absoluta”.
Y las razones son obvias. El Ejército de Putin esta destruyendo sistemáticamente las ciudades y la infraestructura de Ucrania, pero no para imponer el gobierno ruso a esas ciudades, comunidades o aldeas, sino con la evidente intención de borrarlas del mapa y así, por la fuerza, hacer verdad la irrisoria afirmación de Putin: que Ucrania no es realmente un país.
“Asesinados de maneras diversas”
La semana pasada, en el Foro Económico Mundial de Davos, entrevisté a Anatoliy Fedoruk, alcalde de Bucha, Ucrania, la ciudad donde Rusia es acusada de haber asesinado a incontables civiles y de dejar sus cuerpos pudriéndose en las calles, o apilados en una fosa común de una iglesia, antes de ser expulsados por las fuerzas ucranianas.
“Tuvimos 419 ciudadanos pacíficos que fueron asesinados de diversas maneras”, me relató Fedoruk. “En nuestra ciudad no había infraestructura militar que explicara un ataque. Los soldados rusos robaron, violaron y se emborracharon… No entiendo cómo pasa algo así en pleno siglo XXI”.
Si esa fue la fase “shock” de esta guerra –y sigue en marcha–, lo que detecté en Davos y Berlín entre los funcionarios europeos es que están en la fase de “asombro”. Por decirlo de otra manera, mientras Estados Unidos de América parece desintegrarse, los Estados Unidos de Europa –los 27 miembros que componen la Unión Europea (UE)–, han asombrado a todo el mundo, y sobre todo a ellos mismos, por haber logrado cerrarse como un solo puño para impedir el avance de Putin, con la ayuda de otros países europeos y de la OTAN.
Ni los funcionarios de la UE parecen creer que ese puño firme es el de ellos.
Desde febrero, la UE ha impuesto cinco paquetes de sanciones contra Rusia, sanciones que no solo dañan a Rusia, sino también muy onerosas para los países europeos en términos de negocios perdidos y de aumento de las materias primas.
El sexto paquete fue aprobado el lunes pasado y prevé una reducción del 90% de las importaciones de petróleo ruso de la UE para fines de año. También deja afuera al mayor banco de Rusia, el Sberbank, del crucial sistema global de transferencias bancarias conocido como Swift.
Pero tal vez lo más impresionante es la cantidad de refugiados ucranianos que los europeos están dispuestos a albergar sin quejarse demasiado: tienen plena conciencia de que los ucranianos también están peleando para defender a Europa, así que lo menos que pueden hacer es cobijar a sus mujeres, sus niños y sus ancianos.
“Acá reciben la misma atención de salud, asignación por hijo y educación que los polacos”, me dijo el primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki. “¿Por qué no? Ellos trabajan y pagan impuestos. Lo único que no tienen es derecho a votar”.
Putin creyó que la UE se partiría rápidamente en mil pedazos ante sus presiones, señala Morawiecki. “Pero se equivocó, porque ahora Europa está mucho más unida que antes de la guerra en Ucrania”.
Error de cálculo
Al observar todo esto, Putin se debe preguntar: “¿Es un puño eso que veo venir desde la UE? ¡No puede ser! ¿Qué pasa acá? Pensé que tenía Alemania en el bolsillo, comprada y pagada con mi gas barato. Nunca creí que se encolumnarían de esta manera detrás de Ucrania y que verían mi invasión como un ataque contra todos ellos”.
Pero es exactamente lo que sucedió. De todos modos, también son muchos los europeos que se preguntan cuánto tiempo más podrán mantener ese puño firmemente cerrado. Y es una pregunta legítima.
“Putin apuesta al cansancio de Occidente”, dice Morawiecki. “Sabe que tiene más tiempo que nosotros, porque las democracias son menos pacientes que las autocracias”.
Es cierto. De hecho algunos líderes de la UE ya están alentando al presidente Joe Biden para que le pegue un llamado a Putin y explore los términos de un alto el fuego negociado.
Las fuerzas rusas en el este y sur de Ucrania están arrasando al Ejército ucraniano en varios enclaves estratégicos, con un diluvio de cohetes y artillería pesada. No necesitan ser precisos ni dar en el blanco: simplemente sobrepasan a los ucranianos en número y en poder de fuego.
Espero que los ucranianos logren resistir hasta que las armas occidentales más avanzadas lleguen para igualar la lucha y hasta que las sanciones de la UE realmente dañen la economía de Rusia, para que el gobierno de Kiev arranque en mejor posición la eventual negociación de un acuerdo con Putin.
Dicho esto, sin embargo, no pude evitar hacer mención a otro tema que surgió en mis charlas con los europeos: la convicción de que esta guerra criminal es de Putin, y que mientras Putin siga en el poder, será muy difícil creer cualquier cosa que Rusia diga respecto de Ucrania.
No escuché a nadie abogar por un cambio de régimen, pero tampoco escuché a nadie decir que Occidente pueda normalizar sus relaciones con Rusia sin un cambio régimen. O sea que la confianza en Putin está rota en serio, y eso será un verdadero problema cada vez que nos sentemos a la mesa de negociaciones mientras Rusia sea gobernada por Putin. Pero Putin es un problema que tiene que resolver el pueblo ruso, no nosotros.
Thomas Friedman
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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