El futuro siniestro de la India por el cambio climático
BOMBAY.- Ninguna temporada es tan importante para la vida y las tradiciones de India como la del monzón. Se hace referencia a él en la poesía antigua en sánscrito y en las películas de Bollywood y también define el destino de millones de agricultores que dependen de que las lluvias rieguen sus campos. Incluso tiene su propia música.
Ahora el cambio climático está interfiriendo con el monzón, haciendo que las lluvias estacionales sean más intensas y menos predecibles. Lo peor es que décadas de políticas gubernamentales miopes están dejando sin protección a millones de indios, especialmente a los pobres, en la era de las alteraciones climáticas.
Tras años de sequías, un agricultor atribulado llamado Fakir Mohammed contempla un campo de trigo destruido por plagas y lluvias tardías. Rajeshree Chavan, una costurera de Bombay, tiene que sacar con una escoba el lodo de su apartamento inundado en la planta baja, no una vez, sino dos veces durante el monzón excepcionalmente intenso de este año. Los lagos que solían contener las lluvias en la bulliciosa ciudad de Bangalore están atascados con plásticos y aguas negras. Las aguas subterráneas son extraídas con mayor rapidez que con la que se reabastecen.
En la actualidad, las lluvias son más variables. No se sabe cuándo comenzarán, ni hasta cuándo durarán. Este año, India vivió su septiembre más lluvioso en un siglo; murieron más de 1600 personas en las inundaciones e, incluso, seguían inundadas algunas partes del país cuando comenzaron los tradicionales festivales de la cosecha en octubre.
Todavía más preocupante es que las lluvias extremas sean cada vez más comunes e intensas. A lo largo del siglo pasado, ha aumentado el número de días de lluvias muy intensas y, entre ellas, también se han prolongado las sequías. Son menos comunes las lluvias seguras y constantes que sin duda pueden alimentar la tierra. Esto es desastroso para un país en el que la mayor parte del agua se recibe de las nubes.
El problema se agudiza en especial en la franja central de India, que se extiende desde el estado occidental de Maharastra hasta la bahía de Bengala, al este del país. Durante los últimos setenta años, de acuerdo a un estudio científico reciente, se han triplicado los episodios de lluvias extremas en esta región, mientras que la cantidad total de precipitaciones al año ha disminuido de manera considerable.
"El calentamiento global ha acabado con el concepto del monzón", dijo Raghu Murtugudde, científico atmosférico en la Universidad de Maryland y autor del estudio. "¡Tenemos que deshacernos de la prosa y de la poesía escrita durante milenios y comenzar a escribir una literatura nueva!". También está en riesgo la póliza de seguro de India contra las sequías: el Himalaya. Se cree que, si las emisiones de gas de efecto invernadero siguen aumentando al ritmo actual, estas majestuosas montañas perderán una tercera parte del hielo para finales del siglo.
Sin embargo, como se apresuran a señalarlo los científicos, el cambio climático no es el único responsable de las desgracias relacionadas con el agua en India. Las décadas de codicia y mala administración son la principal causa de la crisis actual. Se sigue acabando con los exuberantes bosques que ayudan a conservar las lluvias. A los constructores se les permite pavimentar sobre lagos y arroyos. Los subsidios del gobierno alientan la extracción excesiva de aguas subterráneas.
El futuro parece ominoso para los 1300 millones de habitantes de India. Según el Banco Mundial, para 2050, las lluvias variables, junto con las temperaturas en aumento, "reducirán el nivel de vida de casi la mitad de la población del país".
La India rural: una sequía despiadada
La región de Marathwada, que se extiende por el occidente de India, es conocida por sus veranos crueles y calurosos. Por ahí casi no pasa ningún río, lo que significa que la población depende casi por completo del monzón para llenar los pozos y filtrarse en la tierra negra del algodón. Marathwada también es un ejemplo de la manera en la que las decisiones del gobierno que no se relacionan en absoluto con el cambio climático pueden tener consecuencias desastrosas en la era de las alteraciones climáticas.
En octubre, unas semanas antes de la tradicional temporada de la cosecha, Fakir Mohammed me llevó por la parcela de tierra de media hectárea de su familia. En medio de los campos había un árbol de neem. Mohammed afirmó con orgullo que quien se recuesta bajo su sombra jamás se enfermará.
Esto no podría decirse de su tierra. Había habido pocas lluvias durante los últimos nueve años. Este año llegaron tarde y, cuando lo hicieron, la tierra sedienta se bebió todo. Posteriormente, una plaga de gusano cogollero atacó su maíz. El mijo fue devastado por una mosca. El algodón había florecido, pero Mohammed sabía que sería una cosecha insignificante. "Trabajamos mucho", comentó. "Pero no sacaremos nada de esto".
Peor aún, las lluvias de este año no resolvieron la escasez de agua potable de la comunidad. Incluso al final del monzón, el pozo de Mohammed estaba seco. Una presa cercana, construida para suministrar agua potable a su aldea y a otras veinte personas, se había convertido en algo parecido a un monte, apto solo para que un puñado de vacas flacas pastara.
Mohammed agradecía cualquier cosa que las nubes le dieran este año, pero también estaba inquieto. "No hay agua para beber, pero al menos es buena para los campos", dijo. "Tengo mucho miedo. No sé qué sucederá en el futuro".
Mohammed, quien dice rondar los 60 años, tiene razón en preocuparse. Según Roxy Mathew Koll, especialista en monzones en el Instituto Indio de Meteorología Tropical, desde 1950, las lluvias anuales han disminuido un quince por ciento en Marathwada. En ese mismo periodo, los aguaceros han aumentado al triple. Pero lo que sorprende es que también durante ese mismo lapso, en Marathwada, al igual que en el resto de India, ha habido un auge en la producción de uno de los cultivos que necesitan más agua en el mundo: la caña de azúcar.
Por el camino de la aldea de Mohammed, en un terreno que recibe agua de una presa río arriba, los agricultores habían plantado caña de azúcar en varias hectáreas. ¿Por qué? Porque los ingenios de azúcar habían prosperado por todo el estado y algunos eran propiedad de políticos o de sus amigos. Estaban dispuestos a pagar muy bien por la caña.
Curiosamente, los contribuyentes de India, uno de los países con mayor escasez de agua en el mundo, han ayudado mucho a los productores de azúcar. El gobierno subsidia la electricidad, lo que alienta a los agricultores a bombear agua subterránea para sus campos de caña de azúcar, así como a usar fertilizantes, los cuales se utilizan en grandes cantidades para el azúcar. Los bancos del Estado ofrecen créditos baratos, que algunas veces son condonados, en especial cuando los políticos están tratando de conseguir los votos de los agricultores. Este año, el gobierno ha aprobado casi 880 millones de dólares en subsidios de exportaciones para los ingenios de azúcar.
Según un análisis de Ramanan Laxminarayan, investigador del Instituto Ambiental de Princeton, con todas esas ventajas, la producción de la caña de azúcar ha crecido más rápido que cualquier otro cultivo desde que se independizaron del control británico en 1947, por lo que India se ha convertido en el mayor productor de azúcar del mundo. El Instituto de Recursos Mundiales descubrió que tres cuartas partes de la producción de caña de azúcar ocurre en zonas que tienen una "severa escasez de agua".
En octubre, justo antes del festival hindú para celebrar la cosecha, otro agricultor de Marathwada llamado Ashok Pawar me envió unas fotografías atroces: las lluvias caprichosas habían arrasado con sus cultivos de soya y su poroto chino. Nadie de su aldea había visto jamás algo así tan entrada la temporada. La imagen del dios hindú barrigón, Ganesha, que cuelga sobre el marco estrecho de la puerta de Savita Vilas Kasurde está ahí para eliminar los obstáculos del camino de su familia. No puede decirse lo mismo del río Mithi, el cual fluye a pocos pasos de la puerta de Kasurde. De todas las formas posibles han obstruido su recorrido serpenteante por esta ciudad de trece millones de habitantes.
El aeropuerto internacional de Bombay atraviesa el Mithi; desde la calle de Kasurde se puede observar cómo despegan los aviones. Las aguas negras y la basura se vacían en este río. Una gran extensión de edificios altos se ha construido sobre tierra ganada al río, al igual que enclaves desordenados de la clase trabajadora como este, encaramados de manera precaria en su orilla. Son los primeros en inundarse y los que se inundan más severamente después de una tormenta. La otra defensa natural de la ciudad contra las inundaciones, los manglares, han sido retirados para darle espacio al concreto.
Después de cada inundación, cuando el agua comenzaba a retroceder, ellos regresaban a sacar el agua y el lodo de su casa con una escoba y la nariz cubierta. Los mosquitos pueden reproducirse en los charcos de agua sucia. Lo último que necesitaban era un brote de dengue. Esto es lo que le preocupaba a Rajeshree Chavan cuando la vi en medio del monzón. Había logrado salvar su máquina de coser, su herramienta de trabajo, dos veces este año, las veces que se inundó la habitación de la planta baja de su casa. Tuvo que tirar a la basura un costal de arroz y la ropa de sus hijos.
Le enfurecía que los políticos vinieran solo cuando estaban buscando votos. Mencionó que incluso el político más importante del estado estuvo ahí a principios del año. Recordó que este había venido a obtener el respaldo del vecindario para el oficialista Partido Popular Indio. Le prometió a la gente casas nuevas en terrenos más elevados, en los suburbios del norte de la ciudad. Se marchó después de darles llaves de plástico simbólicas a cinco familias.
The New York Times
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