El fruto de meses de una silenciosa diplomacia deportiva
PEKÍN.- A fines de diciembre pasado, un grupo de adolescentes norcoreanos viajó a Kunjming, en China, para disputar un torneo de fútbol sub-15, donde se enfrentaron con equipos de China y Corea del Sur. Fuera de la cancha, había un espectador inusual: Choi Moon-soon, gobernador de la provincia surcoreana sede de los Juegos Olímpicos de Invierno.
Choi había volado a China para reunirse con los funcionarios norcoreanos que acompañaban a los jugadores, y para defender la participación de Corea del Norte en el evento. "Estamos buscando hacer todo tipo de contactos con Corea del Norte", dijo Choi.
Incluso antes del regreso de Choi a Corea del Sur, su gobierno había enviado otra señal: en una entrevista, el presidente Moon Jae-in se dijo favorable a posponer los ejercicios militares anuales conjuntos con Estados Unidos, una inconfundible muestra de apertura hacia el líder norcoreano, Kim Jong-un, que siempre condenó esas maniobras.
Kim le devolvió el favor y declaró a principios de año que enviaría a sus atletas a los Juegos Olímpicos, que comenzaron ayer en Pyeongchang, y que desfilarían bajo una misma bandera coreana junto a sus colegas surcoreanos, un momento histórico para la península.
Ese arreglo de última hora fue la culminación de meses de diplomacia entre bambalinas, destinada a persuadir a Corea del Norte de participar de los Juegos, negociaciones que en gran medida se desarrollaron incluso mientras la aislada nación norcoreana probaba sus primeros misiles balísticos intercontinentales y detonaba su dispositivo nuclear más poderoso hasta el momento.
Mientras Donald Trump amenazaba con responder con "fuego y furia", la posibilidad de una guerra en la Península de Corea opacó los preparativos, atemorizó a aficionados y atletas, e hizo que varias naciones evaluaran saltearse esta edición.
Pero el Comité Olímpico Internacional (COI) y Corea del Sur le dieron para adelante: era demasiado tarde para cambiar de sede y cancelarlos era impensable.
Los organizadores concluyeron que la mejor esperanza de éxito era convencer a Corea del Norte de participar. Si el Norte iba a los Juegos, era más probable que se abstuviera de lanzar misiles y realizar pruebas nucleares que conmuevan al planeta. Algunos, incluido Moon, alegaron que los Juegos podían incluso marcar el inicio de conversaciones para resolver la crisis nuclear.
Rama de olivo
Incluso después de la prueba misilística de julio pasado, Moon les extendió una rama de olivo a los norcoreanos, aprovechando un discurso en Berlín para invitar al Norte a los Juegos y recordarle a Kim que el COI estaba listo para hacer los arreglos necesarios. Pero ese mes Kim lanzó otra prueba de misiles intercontinentales.
Ante el aumento de las tensiones, el tema de los Juegos perdió espacio en la agenda diplomática.
En su discurso ante la ONU, Moon volvió a defender la realización de los Juegos en Pyeongchang: "Se me llena el corazón de alegría cuando imagino a los atletas norcoreanos desfilando en el estadio durante la ceremonia inaugural", declaró.
Pero su llamado quedó eclipsado por otra jugada de Kim. A fines de noviembre, Corea del Norte probó un nuevo modelo de misil balístico con alcance sobre todo el territorio continental de Estados Unidos.
El tiempo se acababa y Moon buscó la ayuda del gobierno de Trump. Las relaciones entre los dos presidentes eran difíciles. Habían defendido posiciones distintas sobre la crisis con Corea del Norte, y Trump había manifestado públicamente su desdén por Moon.
En Washington, el gobierno de Trump empezó a discutir la propuesta de Moon. El punto más sensible era su idea de posponer los ejercicios militares conjuntos, previstos entre la finalización de los Juegos de Invierno y durante los Juegos Paralímpicos.
Algunos funcionarios norteamericanos argumentaban que cualquier postergación podía interpretarse como una concesión a Kim, pero mientras el gobierno deliberaba, la noticia de que Corea del Sur prefería postergar las maniobras militares se filtró a la prensa.
En medio del floreo diplomático subsiguiente, Estados Unidos aceptó públicamente el aplazo, y para sorpresa del mundo, Kim anunció que enviaría a sus atletas.
A pesar del logro diplomático, de todos modos, los Juegos de Invierno difícilmente destraben el punto muerto en que se encuentra la situación nuclear.
Traducción de Jaime Arrambide
Cheo Sang Hun , Jane Perlez y Rebecca Ruiz
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