El FN, una amenaza en alza que se quedó con gusto a poco
Pese a haber obtenido un récord de votos, algunas falencias privaron al partido de un resultado histórico
PARÍS (De nuestra corresponsal).- Pese a haber clasificado para el ballottage de la elección presidencial francesa con un resultado récord para el partido, el segundo puesto logrado por Marine Le Pen , la candidata del Frente Nacional (FN), de extrema derecha, puede ser calificado de fracaso estratégico.
"La apariencia de una gran victoria oculta un enorme fracaso", indicó el politólogo Jean-Yves Camus, especialista de la extrema derecha.
Los equipos de Le Pen destacan, con justa razón, que su caudal del domingo (21,4%) no sólo es sensiblemente superior al 16,86% que cosechó su padre, Jean-Marie, en la primera vuelta de 2002, sino también el más alto de toda la historia del FN.
Aun en la peor de las hipótesis, las encuestas para el ballottage del 7 de mayo le acuerdan 38% de intenciones de voto, contra 62% para Emmanuel Macron . Con esa cifra, si se cumplen los pronósticos, incluso podría duplicar holgadamente el resultado que obtuvo su padre en 2002, cuando fue derrotado por Jacques Chirac en la segunda vuelta por 82,2% contra 17,8%.
Le Pen puede vanagloriarse de haber superado en forma clara y contundente a los dos partidos Los Republicanos y Socialista, que habían sido los grandes adversarios del FN durante los últimos 40 años. El domingo obtuvo 7,6 millones de votos, es decir, 1,2 millones más que en la batalla presidencial de 2012, cuando ocupó la tercera posición, detrás de François Hollande y Nicolas Sarkozy.
Después del ascenso constante que registró en los últimos cinco años, el FN es indiscutiblemente el primer partido de Francia, pues, si bien el movimiento En Marcha, de Macron, ganó la primera vuelta de esta elección, lo hizo beneficiándose del "voto útil" de miles de electores y aún debe confirmar su implantación permanente en el escenario político del país.
A pesar de todos esos méritos, su decepción es grande. Los resultados registrados anteayer están lejos de satisfacer sus expectativas. Los dirigentes del FN aspiraban a llegar en primer lugar e incluso totalizar 30% de sufragios, para tener una posibilidad seria de pretender llegar al poder.
Luego de haber encabezado los sondeos durante meses, con 27 y 28% de intenciones de voto, perdió cinco puntos vitales por haber moderado sus posiciones sobre la inmigración, su vocabulario sobre la "amenaza que representa el islam" y la situación de las clases más marginadas de la sociedad. Esos sectores encontraron un portavoz más convincente en Jean-Luc Melenchon, candidato del movimiento de ultraizquierda La Francia Insumisa (LFI).
A pesar de los progresos logrados, Le Pen no logró implantar su partido en los medios urbanos más cosmopolitas, donde se encuentra el 75% de la población francesa, excepto en el sur del país. Allí, en toda la franja costera mediterránea, el FN cuenta con el voto fiel de una burguesía ultrarreaccionaria, xenófoba y de ultraderecha, fidelizada por su padre cuando dirigía la formación. El nuevo electorado atraído por el actual discurso popular, antieuropeo y antiglobalización de Le Pen se concentra ahora en los sectores más azotados por la crisis, en las áreas menos pobladas del Norte -antiguos polos industriales ahora devastados por el desempleo- y en las zonas rurales del sudeste y del este del país.
Por esa razón, sus rivales dentro del FN la acusan de haber renegado del ADN de la formación con la esperanza de atraer a una parte de la clase media. En su intento de "desdiabolizar" el partido de su padre, en efecto, incluso toda la vieja iconografía desapareció. La campaña excluyó los símbolos clásicos, como la flama tricolor, y la sigla FN fue reemplazada por una rosa de color azul. Los afiches la presentan sólo como "Marine" y muestran la flor azul sin mencionar el nombre del partido y ni siquiera su apellido.
A igual que François Fillon, representante de la derecha, Le Pen resultó sin duda penalizada por la influencia de cinco escándalos judiciales.
Otro déficit de su campaña consistió en no haber sabido pasar de la protesta antisistema a la posición de candidata creíble a las más altas funciones. Pero su mayor error reside, quizás, en no haber logrado -ni intentado- una política de alianzas para atraer partidos afines u otros sectores de la sociedad. Ese aislamiento la penalizará en el momento del ballottage, porque carece de las reservas de votos necesarias para alcanzar la mayoría que necesita para llegar al Palacio del Elíseo.
Queda, sin embargo, la realidad de una progresión constante de su partido en los últimos 15 años y un gran interrogante: ¿será capaz el FN de llegar al Palacio del Elíseo en 2022? La respuesta a esa pregunta dependerá de numerosos factores. Pero, sobre todo, de la capacidad del futuro presidente francés de cumplir sus promesas a esa franja del país que se siente totalmente marginada, acechada por la globalización y la pérdida de identidad.
Críticas del presidente de Israel
El presidente israelí, Reuven Rivlin, acusó ayer a la candidata de la extrema derecha a las presidenciales francesas, Marine Le Pen, de participar en un nuevo género de "negacionismo" al rechazar la responsabilidad de población y gobierno (franceses) en la Shoah. "El mensaje muy frecuente de recientes declaraciones políticas es extremadamente preocupante. Y en todas partes el mensaje es el mismo: «No somos responsables del Holocausto, no somos responsables del exterminio de los judíos en el interior de nuestras fronteras»", declaró Rivlin en una jornada dedicada en Israel a las víctimas de la Shoah en la Segunda Guerra Mundial. "Este es el ejemplo de un candidato a las elecciones presidenciales francesas, que negó la responsabilidad de Francia en la deportación de sus ciudadanos judíos hacia los campos de la muerte nazis", añadió en un discurso brindado en el kibutz Lohamei HaGeta'ot. Le Pen negó el 9 de abril que "Francia fuera responsable del Vel d'Hiv (redada del velódromo de invierno)", que concluyó con la detención y deportación de 13.000 judíos de París en 1942.
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