El fin de una gran deuda en la teología católica
Se reunió con Celso Amorim, quien dijo que el Pontífice le entregó una breve nota para el exmandatario encarcelado
Quienes hayan asistido hace unos años a las celebraciones organizadas en Buenos Aires por la Comunidad de San Egidio para honrar la memoria de los mártires de nuestro tiempo; los almuerzos de Navidad con personas pobres, enfermas y ancianas, o en la campaña contra la pena de muerte en el mundo, habrán advertido la discreta presencia de quien era el arzobispo de la arquidiócesis porteña.
Las iniciativas coincidían con algunos aspectos característicos de la sensibilidad de Jorge Bergoglio: el sacrificio de los testigos, la cercanía con los más humildes, la condena a cualquier forma de pena de muerte.
Y por eso no asombra la modificación introducida en el catecismo de la Iglesia Católica, dada a conocer ahora por la oficina de prensa de la Santa Sede: "La Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que 'la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona', y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo".
Se trata, en efecto, de un cambio en la doctrina al respecto, ya que durante siglos la Iglesia consideraba que, después de un debido proceso, era una medida atinente frente a la gravedad de algunos delitos para la tutela del bien común. En la milenaria historia propia, la misma Iglesia hizo uso de esta disposición. Basta recordar el tristísimo caso del filósofo y teólogo Giordano Bruno quien, por sus ideas, fue quemado en la hoguera que ardió en la plaza de Campo de Fiori, en Roma, donde hoy lo recuerda una escultura.
La nueva redacción del artículo 2267 señala que "la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que la pena de muerte es inaceptable porque atenta contra la dignidad de la persona, y se compromete con determinación para su abolición en todo el mundo".
Y observa que mediante "un diálogo respetuoso con las autoridades políticas, para que se favorezca una mentalidad que reconozca la dignidad de cada vida humana y se creen las condiciones que permitan eliminar hoy la institución jurídica de la pena de muerte ahí donde todavía está en vigor".
Inesperadamente, la condena de la pena de muerte se introduce a la distancia en el actual debate argentino sobre el aborto.
Francisco había señalado que para la sensibilidad actual, la pena de muerte es inadmisible, por más grave que haya sido el delito, porque "implica un trato cruel, inhumano y degradante", y debe ser rechazada "frente a la posibilidad del error judicial". La idea central que domina este pensamiento es la misericordia divina y la posibilidad de que el reo se rehabilite.
La aceptación de la práctica de la pena de muerte era una grave asignatura pendiente en la teología católica, y largamente debatida. Si bien después de haber perdido la Iglesia sus territorios durante la unificación de Italia, y su peso en las cuestiones que preocupan a la sociedad actual, la redefinición de este tema era muy importante en lo simbólico y en lo moral.
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