El fantasma de Biafra
Uno de los pueblos africanos más progresistas resultó, paradójicamente, víctima de su sintonía con la cultura europea y de su riqueza petrolera
El corrosivo humor de George Bernard Shaw hubiera tenido amplio y delicioso campo si hubiera pensado en la ocurrencia de su prima Flora Luisa Shaw -ni muy cercana ni muy lejana- al inventar el nombre de "Nigeria" para la extraña colección de países que su marido, Frederick Lugard (luego creado caballero y después lord) había conquistado en Africa para la corona inglesa. Es poco probable que los temas y problemas africanos hayan interesado mayormente al agudo escritor irlandés -no eran "noticia" en su tiempo"- y, en tal caso, es una pena.
Pero lo que Shaw no dijo fue muy bien expresado por el político nigeriano Obafemi Awolowo en frase feliz hace unos cuarenta años al periodista norteamericano John Günther: "Nigeria del Oeste y del Este (Ibolandia, la que habría de ser Biafra) se diferencian tanto como Irlanda y Alemania. La del Norte se diferencia de una y de otra tanto como China". Ahí está todo dicho. Lo único que unía a las tres partes era el ser vecinas y el matrimonio Lugard.
La fantasía de Lugard fusionó en Nigeria a varias colonias distintas, cada una fundada sobre una nación principal: Norte, los hausas, musulmanes; Oeste, los yorubas, paganos (de religión vudú); Este, los ibos, paganos (ver aparte). Las tres naciones reunían dos tercios de la población total de Nigeria.
La población de la región del Este tenía un 60 por ciento de ibos (ocho millones en 1963) y un 40 por ciento de varias minorías. Una cantidad significativa de ibos quedó en el Oeste, ya que el límite se fijó en el río Níger.
Descontado está que este sistema, que entusiasmó a los ingleses, no fue nada simpático para los habitantes. Los de la región del Este, ibos y no ibos, ya tenían trato con los blancos y éstos no les caían bien. Al menos, ésa era su experiencia.
Un capitán de apellido Adams estimó en 1823 que del puerto de Bonny (en la costa de Ibolandia) se exportaron a América 320.000 ibos en un período contado a partir de 1786, y otros 50.000 desde Calabar. Los esclavos eran hombres libres secuestrados, según los informes contemporáneos.
La trata de esclavos tuvo efectos considerables en la vida social de la región. Uno de los peores, señala la doctora Isichei (una ibo), fue la extensión de los sacrificios humanos, lo que indica, según su fundado juicio, el efecto deletéreo de la trata en la moral y en las instituciones al perderse todo respeto por la vida y la persona.
Los sacrificios alcanzaron un pico máximo de miles de víctimas en el siglo XIX. Eso no había pasado nunca.
Hubo otros efectos perniciosos, como la degradación de una casta sacerdotal, los osu, a parias cuyo sino, hoy, describe Chinua Achebe en su novela "Ya sin alivio".
La conquista de Ibolandia comenzó con la guerra de 1901-1902 contra el oráculo de Aro, venerado en toda Ibolandia.
Una vez completada la ocupación, Lugard se encontró con un problema: los ibos no tenían, a diferencia de hausas y yorubas, Estados importantes a cuyos monarcas se pudiera transformar en agentes del poder inglés. Lugard lo solucionó inventándolos.
Los ibos no entendieron el sistema ni lo aceptaron y llamaron a esos reyes inventados "jefes por decretito".
"Caníbales bañados en gin"
Hubo varios motines duramente reprimidos; de ellos, el más original fue "la guerra de las mujeres", en 1929. Este tomó al gobierno por sorpresa y llevó a la ruina al sistema.
A Lugard, el Este no le gustó nada. En diciembre de 1912 escribió sobre una reunión de jefes nativos en Calabar: "ºFue la cosa más maravillosamente cómica que nunca haya visto en Africa! La antítesis de los dignos emires de Nigeria del Norte con sus túnicas ondulantes y con su civilización medieval. Aquí hay un tipo diferente de casta pagana, caníbal, bañada en gin". Los ibos son, dijo, "un tipo (de indígena) realmente bajo" (28/2/1915).
A él y a otros ingleses les molestó también el surgimiento de negros que habían adoptado costumbres europeas, pero que no se descubrían ante los blancos.
Era "refrescante" ver, en cambio, a los norteños "saludando respetuosamente, prosternados ante el gobernador" (1912). "Uno los libera, les da leyes justas y les muestra cómo, negociando, pueden volverse ricos... pero cuando recordamos lo que eran al llegar nosotros, no podemos imaginar que puedan gobernarse a sí mismos en ninguna circunstancia. Es como en la India. Supresión -no opresión- es la forma de tratar a las razas sometidas" (29/3/1930).
Progreso molesto
Porque si bien la llegada de la cultura blanca desconcertó a los ibos, al poco tiempo terminaron por interesarse. Una profunda crisis espiritual produjo conversiones conmovedoras al cristianismo. Aprendieron inglés, estudiaron para ser empleados, ferroviarios, artesanos, policías. Se dedicaron al comercio y muchos se enriquecieron. Paralelamente, atesoraron los valores de su cultura tradicional.
Los ibos pronto se hicieron molestos: "Se vuelven infernalmente chocantes y se creen superiores a cualquiera, blancos incluidos" (1922).
Con su flamante occidentalización, los ibos emigraron en Nigeria al Norte (más) y al Oeste (menos). Los ingleses, incómodos, los llamaron despectivamente "los judíos de Africa". Para completar el parecido hubo pogromos de ibos en el Norte: en Jos (1945), en Kano (1953) y en Kano, Sokoto y otras ciudades (1966).
Este era el momento previo a la declaración de independencia de Ibolandia (Biafra). Allí era donde había prendido más el cristianismo y se encontraba la mayoría de los católicos. Al mismo tiempo, un millón y medio o dos millones de ibos vivían en el Norte, y medio millón en el Oeste. Pese al desprecio que les tenía Lugard, contaban, en 1967, con más médicos, abogados e ingenieros que cualquier otro Estado o pueblo del Africa Negra
La cuestión separatista
El problema empezó por una cuestión de números por medio de censos. El Norte (reinos musulmanes) exigió del gobierno inglés de Nigeria la mitad de las bancas del Parlamento, amenazando, caso contrario, con la secesión (1950). Para contar con esas bancas el Norte necesitaba tener la mitad de la población.
Los censos no confirmaron esa pretensión y las cifras fueron manipuladas. Los ingleses aumentaron artificialmente la población norteña. Se llegó a hablar de un agregado de 9 millones de almas inexistentes.
Apoco, llegó la independencia. En un tenso clima se produjo un fracasado golpe de oficiales ibos que costó la vida del primer ministro de Nigeria, Balewa, y de otros personajes. Esto desató una oleada de matanzas de ibos en el Norte y más de un millón de ellos -puede que hasta dos millones- volvieron aterrorizados a su tierra.
El Norte tornó a hablar de independencia, lo que implicaba salida al mar y ello a través, forzosamente, de territorio ibo.
En tales circunstancias tomó el poder un general, Gowon, que cambió la división política del mapa e hizo desaparecer a Biafra. Para entonces Nigeria era uno de los mayores productores de petróleo del mundo. El hidrocarburo se hallaba en territorio ibo.
Gowon les quitó la costa, que producía dos tercios del petróleo (27 de mayo de 1967). Días más tarde, el 6 de julio, los ibos proclamaron la independencia de su República, Biafra, de Nigeria. Entonces se desató una guerra que duró hasta el 15 de enero de 1970. Fue, de hecho, una resistencia heroica de parte de los ibos, sin apoyo externo y al costo de un millón de vidas, en parte muertos de hambre, en parte masacrados.
Las coordenadas del problema no han tenido cambio y las palabras de Awolowo, citadas al comienzo, continúan siendo válidas.
Los ogonis, otra historia trágica
Los ogonis son una de las minorías no mencionadas en el texto. Son apenas medio millón y viven sobre la costa, al este de Port Harcourt, gran centro petrolero, y cerca de la ciudad de Kalabari. Hablan un idioma relacionado con la gran familia bantú, la más extendida de Africa. Su tierra tiene la desgracia de ser extremadamente rica en petróleo, que es explotado por multinacionales europeas y norteamericanas que han recibido de las autoridades federales de Nigeria concesiones generosísimas en tiempo y en espacio.
Ello ha tenido consecuencias trágicas para los ogonis. La riqueza de su suelo no ha traído para ellos prosperidad, pero sí penas. La explotación agrícola está en ruinas y la contaminación ha provocado una serie de enfermedades, en primer lugar una multiplicación de cánceres.
Desesperados, organizaron un separatismo en pequeña escala, pidiendo la autodeterminación con el triste nombre de Movimiento para la supervivencia del pueblo ogoni. Terminó con la ejecución del jefe Ken Saro-wiwa, cristiano, el 10 de noviembre de 1995. Su suerte ha interesado a grupos ecologistas y a organizaciones no gubernamentales, como Médicos sin Fronteras. Aparte de ellos, a nadie.
Una Roma africana
Los ibos, aunque muy tocados por el cristianismo, siguen siendo paganos. Su centro religioso es Nri, en el norte de su país, y su jefe espiritual es el Ezi, cuya genealogía remonta a Eri, un ser celestial. Se dice que "la calle de la familia Nri es la calle de los dioses y que, a través de ella, todos los que mueren en otras partes de Ibolandia pasan a la tierra de los espíritus". Se ha definido a Nri como "una Roma o una Meca para los ibos" y, aunque desprovisto de poder -su Estado es diminuto-, el Ezi continúa siendo venerado por el pueblo ibo en conjunto. Su influencia era benévola: "El blanco que vino comenzó por matar a los que no estaban conformes con sus leyes. Nosotros, los Ezi de Nri, nunca lo hicimos".
Un aspecto de esta política -las "leyes"- fue "la guerra de la mujeres". Un funcionario decidió hacer un censo en su zona, una mujer le dio una cachetada cuando la interrogaron (contar los hijos iba contra la costumbre) y así comenzó un vasto movimiento en que se atacaron tribunales nativos, "jefes por decretito", y se protestó por la suba de precios y la baja de ingresos. Las mujeres tenían una gran fe en su triunfo, pero el final fue cruento: en la represión, 50 resultaron muertas y 40 heridas. Eso sí, los ingleses eliminaron las jefaturas "por decretito" (1929-1930).
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