“El fantasma de Heilbronn”: 40 crímenes, un mismo ADN y el desenlace que humilló a los investigadores
Durante 16 años, buscaron a una “mujer sin rostro” por una serie de asesinatos y robos ocurridos en distintas localidades europeas; la investigación marcó un antes y después para la ciencia forense
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Tras el crimen de una oficial de policía en la ciudad alemana de Heilbronn, a 600 kilómetros de Berlín, ocurrido en 2007 se reabrió la búsqueda de una sospechosa que, según la evidencia, tenía un largo prontuario delictivo. Se sabía por las muestras de ADN que buscaban a una persona de sexo femenino, probablemente de Rusia u otro país de Europa del Este, pero nadie la había visto. La pista de la misteriosa “mujer sin rostro”, también apodada el “fantasma de Heilbronn”, se extendió durante 16 años y tuvo un final desconcertante.
El 25 de abril de 2007, la agente de policía Michèle Kiesewetter (22) se encontraba tomando un descanso junto a su compañero de identidad reservada en medio de una operación de incógnito contra el narcotráfico en Heilbronn. Sin mediar palabras, dos jóvenes se les acercaron y abrieron fuego. Ella murió en el acto a raíz de un disparo en la cabeza. Él resultó gravemente herido: debió permanecer varios meses en coma para que luego pudieran extraerle la bala detrás de su ojo derecho.
Los atacantes que mataron a Kiesewetter e hirieron gravemente a su compañero fueron identificados tras una investigación como miembros de la NSU, una célula terrorista neonazi que acechó en Alemania en la década de 2000. Sin embargo en un primer momento llamó la atención que solo se llevaran dos elementos de los uniformados: el arma reglamentaria de uno de ellos y las esposas.
Cuando se revisó el automóvil de Kiesewetter y su compañero, los rastros en el asiento trasero apuntaban contra una vieja (des)conocida: la “mujer sin rostro”. Las muestras de ADN del patrullero coincidían con las de una asesina en serie que estaba impune. Una búsqueda que había comenzado hacía más de una década y que le valió el apodo del “fantasma de Heilbronn”.
El primer crimen
Corría el 25 de mayo de 1993. Luego de varios días de no tener noticias de Lieselotte Schlenger (62), la policía irrumpió en su pequeño departamento de la localidad de Idar-Obserstein, cercana a Luxemburgo. Ese día, aquel pueblo tranquilo fue escenario de un crimen atroz.
Schlanger fue hallada estrangulada con un alambre que ella misma estaba utilizando para armar un centro de mesa para recibir visitas. Nada parecía dar indicios de quién podía haber asesinado a la anciana a excepción de un detalle.
Junto al cuerpo de Schlanger había una taza cuyas muestras de ADN eran compatibles con la presencia de una mujer. Debieron pasar ocho años para que ese análisis tuviera sentido.
Otro golpe
El 21 de marzo de 2001 un vecino que escuchó gritos llamó a la policía de Friburgo. Los uniformados acudieron así al domicilio del anticuario Joseph Walzenbach (61). Al ingresar lo encontraron golpeado y estrangulado por un alambre similar a los que se usan en jardinería.
A priori, no había nada que dieron un indicio de quién podría haber sido el homicida. Pero tras analizar la evidencia en el laboratorio todo cambió. El mismo ADN del crimen de Schlanger se detectó en un cajón de la cocina de Walzenbach. La “mujer sin rostro” había dado otro golpe ocho años después.
Dos casos, dos ciudades y dos víctimas de edades similares. Esas eran las puntas del ovillo con las que los investigadores contaban.
En octubre de ese mismo año, hubo dos delitos bien diferentes entre sí en los que le material genético también apuntaba en la misma dirección. Una jeringa con restos de heroína hallada en Gerolstein contenía el ADN de esta mujer misteriosa. En Budenheim, tras un robo los investigadores encontraron el rastro genético en una galletita que la sospechosa no había terminado de ingerir.
Por primera vez, la “mujer sin rostro” daba un golpe fuera de Alemania. En la ciudad francesa de Arbois, el rastro genético se encontró en un arma de juguete utilizada para amedrentar a las víctimas de un robo.
En mayo de 2005 también encontrarían el mismo ADN en un arma que puso fin a una disputa entre dos hermanos gitanos. El hecho ocurrió nuevamente en Alemania, pero esta vez en Worms.
Múltiples lugares, móviles distintos. Pero habría que esperar unos años más para conocer la verdad.
La raíz del problema
Todo cambió con el brutal asesinato de la oficial de policía Kiesewetter. Desde abril de 2007 en adelante los investigadores armaron una unidad especial dedicada a dar con ella, a encontrar y conocer la cara del “fantasma de Heilbronn”.
A partir del crimen de Kiesewetter, se redoblaron todos los esfuerzos por encontrar a la “mujer sin rostro”. Las autoridades llegaron a ofrecer una recompensa de 300.000 euros para quien pudiera aportar datos sobre su paradero.
Como puede leerse en The Sydney Morning Herald, en las semanas siguientes al crimen de Kiesewetter, los investigadores apresuradamente concluían que, en algunas oportunidades, el “fantasma de Heilbronn” actuaba con cómplices ocasionales dado que solo su rastro genético se repetía una y otra vez.
En octubre de 2008, el ADN fue hallado en una nueva escena del crimen. Esta vez, se lo encontró en el auto de una enfermera de 45 años cuyo cuerpo fue encontrado en Weinsberg luego de haberles dado un aventón a turistas.
En marzo de 2009, luego de haber atraído la atención de los medios alemanes y del mundo, la investigación se dio por concluida y el misterio del “fantasma de Heilbronn” se resolvió.
Sorpresa e indignación
Los investigadores descubrieron que los hisopos de algodón que se usaban para recoger las muestras venían de la misma fábrica y estaban contaminados antes de ser usados. Y el ADN del supuesto fantasma se cotejó con una de las trabajadoras de la fábrica donde habían sido producidos.
Desde 2009 en adelante, para evitar que surjan nuevos “fantasmas”, se instauró la ISO 18385, la primera norma mundial sobre la fabricación de elementos consumibles forenses. Gracias a este estándar internacional que se revisa cada cinco años, todos los aspectos del proceso de recopilación forense están cubiertos y, por lo tanto, los profesionales pueden confiar en que los elementos no están contaminados de antemano.
Lucas Bravo Berruezo es profesor en Criminología y Psicología criminológica con 15 años de experiencia. En diálogo con LA NACION, precisó cómo se procede hoy a la hora de recoger las muestras en la escena del crimen.
“Como mecanismo de control, lo que puede hacerse es de la serie de hisopos utilizados para tomar muestras es adjuntar uno cerrado, sin abrir, que se lo denomina ‘blanco’ o ‘patrón’. Lo mismo sucede con los kits para el levantamiento de residuos de disparo de arma de fuego (stub). Se toman muestras de la cara palmar y dorsal de ambas mano y se envía un quinto cerrado de control. Es una forma de control del procedimiento”, explica. De haberse empleado esta técnica en el caso del “fantasma de Heilbronn”, se habría detectado el patrón genético de la empleada de la fábrica, los habrían descartado y hubiesen empleado otros.
Sin embargo, Bravo Berruezo destaca que, pese a contar con el material adecuado para la recolección de evidencia, a veces el error humano puede echar a perder todo el procedimiento. “Por más que tengas un hisopo completamente estéril, si quien tiene que levantar la muestra aplica una técnica que no es correcta en lugar de preservar el material lo está destruyendo”, añadió.
“Desde el momento en que se rompe el sello del hisopo y entra en contacto con el aire ya tiene material. Dependiendo la determinación que se quiera realizar, va a ser el material que se quiera procesar. Por ejemplo, si voy a hacer un levantamiento de huellas de sangre no voy a tener en cuenta las esporas que pudiese haber en el aire”, concluyó.
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