El establishment le suelta la mano a Bolsonaro y se amiga con la idea de que Lula vuelva a ser presidente
Diplomáticos extranjeros y analistas consideran que el expresidente es un líder mucho más abierto al diálogo para este momento de crisis global
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BRASILIA.- En las representaciones extranjeras en Brasilia predomina la extrema cautela sobre las elecciones presidenciales que definirán el futuro de Brasil en el último trimestre de este año. Nadie se anima a anticipar resultados y el análisis del actual momento fue similar entre muchas fuentes consultadas: el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva es el gran favorito, sin duda, pero no hay que subestimar, jamás, al presidente Jair Bolsonaro. Ahora, cuando se habla de expectativas, la respuesta de los diplomáticos es casi unánime: el deseo es que haya un cambio de gobierno en Brasil.
En sintonía con el mercado, que cada vez encara con más tranquilidad y hasta optimismo un eventual tercer gobierno de Lula, la comunidad internacional está deseosa de un viraje de 180 grados que, en palabras de un embajador, “facilite el diálogo y el trabajo en conjunto con un Brasil más abierto, que tenga un presidente con el cual se pueda dialogar normalmente”.
Muchos recuerdan los dos gobiernos de Lula y las relaciones que el expresidente tenía con jefes de Estado de todo el mundo. En el actual contexto de guerra entre Rusia y Ucrania, para dar solamente un ejemplo, el contacto de embajadores extranjeros es con autoridades de segunda línea de Itamaraty. No llegan ni siquiera al canciller Carlos França, mucho menos podría pensarse en un llamado telefónico entre Bolsonaro y un jefe de Estado europeo o Joe Biden.
La presión para que Brasil “decida de que lado está en el conflicto” -así lo expresó un embajador europeo- es enorme, pero los gobiernos no logran hablar directamente con las más altas autoridades del país. Es muy posible, admiten, que con Lula la posición no cambiaria demasiado.
Y es así. El excanciller Celso Amorim, principal asesor internacional del candidato del Partido de los Trabajadores (PT) y aliados, defendió públicamente una abstención de Brasil en las votaciones hasta ahora más importante en las Naciones Unidas. Amorim coincide con la posición de un Brasil que defienda sus intereses -las relaciones con Rusia son prioritarias- y critica las presiones de la Unión Europea (UE) y de los Estados Unidos, para que el gobierno de Bolsonaro endurezca su postura en contra de Rusia. Pero si Lula fuera presidente, ampliaron las fuentes diplomáticas extranjeras, podría haber un diálogo directo con el Palacio de Planalto.
Nada está dicho
Salvo algunos entusiastas y asumidos defensores del gobierno actual (una minoría), la gran mayoría de los diplomáticos coincide con la visión de analistas políticos que siguen día a día la campaña electoral. En sus mensajes a sus países de origen son claros al afirmar que falta mucho tiempo hasta octubre; que se espera una campaña intensa y extremadamente polarizada; que Bolsonaro hará todo lo que esté a su alcance para no ser el presidente que, por primera vez desde que existe reelección (1998), no logre conquistar un segundo mandato, y teniendo el control de la máquina pública eso le da una enorme ventaja; y que Lula enfrentará ataques muy duros, que podrían reducir su actual ventaja.
Nada está dicho, hasta que todo está dicho, dijo una de las fuentes. Dependiendo de la encuesta, Lula tiene actualmente entre 40% y 42% de las intenciones de voto. Bolsonaro oscila entre 26% y 29%. Parece muy difícil, para algunos imposible, que aún exista tiempo para el surgimiento de una tercera vía que pueda evitar una polarización similar a la de las elecciones del 2018. Es prácticamente seguro, opinan analistas brasileños, que la disputa será entre el expresidente y el actual jefe de Estado.
Algunas incógnitas fueron finalmente reveladas, entre ellas que el exgobernador de San Pablo Geraldo Alckmin, después de 33 años en el Partido de la Social Democracia (PSDB) hoy miembro del Partido Socialista Brasileño (PSB), será el compañero de fórmula de Lula. Una señal de moderación, que busca ampliar apoyos en el centro.
Por las últimas declaraciones de Bolsonaro, su compañero sería el actual ministro de la Defensa, general Walter Braga Netto. En entrevista a una radio local, el presidente afirmó que “debemos tener un vice que demuestre a la población que no está ahí para ayudar a ganar una elección, y sí para ayudar a gobernar Brasil. Necesito un vice que no tenga ambiciones de ocupar mi silla a lo largo de todo mi mandato”. Solamente un militar de su absoluta confianza le asegura a Bolsonaro que no se repetirán situaciones del pasado reciente. Con Braga Netto, el riesgo de un eventual impeachment promovido desde adentro de su gobierno es prácticamente cero.
La visión de los analistas financieros
La percepción de los diplomáticos que, en muchos casos, no logran ocultar su deseo de un cambio de gobierno en Brasil, es muy parecida a la de analistas que asesoran agentes del mercado financiero. Mario Braga es analista senior para Brasil de la consultora de riesgo Control Risk, y actualmente, explicó a LA NACION, le presenta a sus clientes tres posibles escenarios: el más probable es la victoria de Lula; el alternativo es la reelección de Bolsonaro y el menos posible es que surja una tercera opción. “Desde el año pasado estamos diciendo que la polarización será entre Lula y Bolsonaro, y también afirmamos que la distancia entre ambos se reduciría porque Bolsonaro recurriría a gastos fiscales para fortalecer su imagen en grupos específicos de la población”, explica Braga.
Según el analista, “el escenario alternativo de reelección de Bolsonaro se debe a que políticas de ayuda social podrían revertir la ventaja de Lula. También se esperan ataques muy fuertes al expresidente”. Braga confirma que la percepción de Lula por parte de inversores nacionales y extranjeros viene cambiando, muy en función de la decepción que existe con relación a los resultados entregados por el ministro de Economía, Paulo Guedes. “Los acuerdos de Bolsonaro con el Centrão (formado por partidos de centro-derecha) y los cambios en el presupuesto aprobados en función de las negociaciones políticas del presidente cayeron muy mal en el mercado. Se percibió un abandono de las prioridades económicas prometidas en el 2018, y eso favoreció a Lula que, manteniendo una imagen de moderación, es visto como un presidente que asegura años de mayor estabilidad política y de mejor relación con el resto del mundo”. Hoy, enfatizó el analista, “muchos en el mercado prefieren un Lula moderado a un Bolsonaro bajo la tutela del Centrão”.
El gobierno de Bolsonaro fue, para muchos, una montaña rusa permanente. Tensiones internas y externas generaron enorme incertidumbre y terminaron por impedir que Guedes pudiera implementar su ambiciosa agenda de reformas económicas y administrativas. Guedes no rindió, piensan muchos en el mercado, y un segundo gobierno de Bolsonaro sería aún peor.
En la comunidad internacional las sensaciones son similares. La política exterior de Bolsonaro -si es que existe- estuvo marcada por conflictos con aliados tradicionales de Brasil, como Argentina, los Estados Unidos de Bien y China. Como explica Mauricio Santoro, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Estadual de Río de Janeiro, “los gobiernos extranjeros no saben cuál es la política oficial de Brasil, si es la de Itamaraty o la que expresan Bolsonaro y sus allegados más próximos. Muchos de esos países esperan un regreso de Lula para que regrese, también, una política exterior tradicional y previsible”.
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