El espionaje chino se infiltra por toda Europa y alarma a sus líderes
En las últimas semanas se multiplicaron los casos orquestados por el régimen de Pekín, que al igual que Rusia intenta subvertir el orden occidental
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PARÍS.- Mientras esta semana el presidente de China, Xi Jinping, era recibido con honores en su gira por Europa, una persistente ola de inquietud agitaba el continente entre bambalinas, con la multiplicación de casos de espionaje comandados por Pekín.
Parece una verdadera epidemia. En las últimas semanas, seis personas sospechosas de trabajar para los servicios de inteligencia chinos fueron detenidas en Europa: dos en Gran Bretaña y cuatro en Alemania, entre ellos el asistente de un eurodiputado del partido de extrema derecha AfD. Esos episodios confirman que Europa es un blanco importante para los espías de Pekín.
La semana pasada, el primer ministro británico Rishi Sunak, informó que un “maligno actor” había comprometido los archivos de los salarios militares del país. Según los servicios de inteligencia del reino, todo indica que se trató de una operación de espionaje chino.
El 22 de abril, la policía del Reino Unido había detenido a Christopher Cash y Christopher Berry, ambos acusados de haber obtenido, reunido, grabado, publicado o comunicado documentos o informaciones “pasibles de ser directa o indirectamente útiles a un enemigo”, según Scotland Yard.
En Alemania, tres ciudadanos fueron arrestados el mes pasado, sospechados de intentar transferir información tecnológica sensible al gigante asiático. En otro caso, un hombre conocido como Jian Guo, que trabajó para un miembro de extrema derecha del Parlamento Europeo, fue detenido tras ser acusado de espionaje. Maxilimial Krah, miembro del xenófobo y soberanista partido Alternativa para Alemania (AfD), para quien trabajó Jian Guo, ha negado toda implicación. Según la justicia alemana, Guo -que fue suspendido con efecto inmediato- habría transmitido a Pekín informaciones sobre los debates, las negociaciones y los votos en el Parlamento Europeo. También se lo acusa de haber espiado a miembros de la oposición china en Europa.
En Bélgica, las autoridades abrieron en enero una investigación criminal contra el político de extrema-derecha Frank Creyelman, después que los periódicos Le Monde, Financial Times y Der Spiegel, afirmaran que había sido utilizado como instrumento por la inteligencia china durante varios años.
Sin sorpresa, Pekín desmiente enérgicamente esas acusaciones, que ilustran, no obstante, los medios colosales desplegados por sus servicios de inteligencia, tanto en la esfera económica, como industrial, científica, militar y política.
En vísperas de las elecciones europeas de junio, la multiplicación de casos de espionaje ha forzado a los dirigentes del bloque a endurecer la actitud frente a la amenaza china. Pero, tratándose de un tema extremadamente sensible, no trascendió si, durante su reciente visita a París, donde no solo se reunió con el presidente francés Emmanuel Macron, sino también con el canciller alemán Olaf Scholz y con la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, el presidente chino recibió alguna queja formal por parte de sus anfitriones.
En todo caso, la inteligencia china se infiltra por todas partes. En las empresas, las instituciones estatales o las universidades.
“En Alemania, el primer caso registrado estas semanas concierne el espionaje industrial. Un clásico. La operación consiste en acercarse a personas que trabajan en sectores sensibles y pagarles, a cambio de informaciones sensibles sobre tecnologías en desarrollo, por ejemplo. El otro caso, en el Parlamento Europeo, es eminentemente político. China trata ahí de obtener todo tipo de información, en particular sobre Ucrania”, dice Emmanuel Lincot, sinólogo y profesor en el Instituto Católico de París (ICP).
Conflictos
Pero, ¿por qué ese aumento de la agresividad por parte de los servicios de inteligencia extranjeros en Europa, en particular de China y de Rusia?
“Vivimos un periodo de retorno de las rivalidades entre potencias que, en ciertos aspectos, se asemeja a lo que sucedía en la guerra fría. Como esas rivalidades no pueden asumir la forma de un conflicto armado, generan conflictos proxies, como la invasión de Ucrania, y el retorno de las operaciones de desinformación y de subversión, a las que se agrega el cíber. La mayoría de esas operaciones son clandestinas y administradas por agencias especializadas, con frecuencia, de inteligencia”, analiza Paul Charon, director de Inteligencia, Anticipación y Amenazas Híbridas en el Instituto de Investigación Estratégica de la Escuela Militar en su libro “Las Operaciones de Influencia Chinas. Un momento maquiavélico”.
Para los especialistas, hay además una voluntad manifiesta de China (y de Rusia) de modificar el orden internacional, que consideran demasiado a imagen de Occidente, y de Estados Unidos en particular, y demasiado dedicado a la defensa de sus intereses.
“La ambición de los chinos es de reformar ese equilibrio en su propio beneficio. Contrariamente a la posición agresiva, de oposición frontal de Rusia, China tiene una postura más ambigua, mezcla de coerción y seducción. Pero, si bien el enfrentamiento es más directo, la oposición es igual de nítida”, analiza Lincot.
Según los expertos, los servicios de inteligencia chinos tienen por misión mantener el partido en el poder. Es decir, luchar contra los “cinco venenos” -la independencia de Taiwán, la independencia de Tibet, los separatistas del Xinjiang, el Falun Gong y el movimiento democrático chino-; obtener información -política, militar, comercial, científica y técnica-; y realizar operaciones de influencia o de subversión para debilitar las sociedades designadas.
Gracias a un profesionalismo cada vez mayor y a un control que no tenían antes, sus operaciones son cada vez más sofisticadas y clandestinas.
“Esa eficacia es producto de los esfuerzos internos del régimen, pero también de la transferencia de competencias por parte de Rusia”, afirma Charon.
En el terreno de la desinformación, los expertos occidentales han constatado que ambos países utilizan un material narrativo común contra oficiales y periódicos. En las redes sociales, en pocos años, China pasó de las cuentas falsas con nombre chino a operaciones que utilizan, como Rusia, la inteligencia artificial para generar cuentas que parecen auténticas. En el terreno cultural, la publicación Slate reveló recientemente la creación de un falso festival de cine en Praga, con un sitio Internet, para premiar un documental. Firmado por un francés, Benoit Lelièvre, el filme hacía la apología de Hong Kong bajo el control del Partido Comunista Chino.
Fuentes
La forma de “tratar” las fuentes humanas de la inteligencia china es bastante similar a la occidental: medios de comunicación encriptados, buzones fuera de servicio y operaciones de falsa bandera. Sin embargo, tienen algunas especificidades.
El principal servicio de espionaje chino, el ministerio de la Seguridad de Estado (MSE), fue creado en 1983, sobre las ruinas de la Revolución Cultural (1966-1976). Los oficiales de inteligencia de entonces no hablaban idiomas, salvo el ruso o el coreano. Por eso se focalizaron en la diáspora china. Actualmente reclutan fuentes mucho más variadas, aunque han conservado una cierta aversión a hacerlo en el extranjero, al menos en el país espiado.
“Prefieren atraerlos en China, o en terceros países sin acuerdo de extradición, para limitar el riesgo de que sean detenidos”, precisa Charon.
Naturalmente, los servicios de inteligencia chinos también tienen sus debilidades. Por ejemplo, dominan muy mal otros idiomas. En el plano técnico, los modos operatorios son menos sofisticados que el de los occidentales o los rusos. Además, han sido sometidos a un proceso de politización.
En 1983, cuando el MSE fue creado, lo dirigía Deng Xiaoping, que quiso despolitizarlo y profesionalizarlo. Para ello lo colocó bajo la tutela del gobierno, a fin de alejarlo de la lucha de facciones.
“Desde hace unos años, bajo la influencia de Xi Jinping, asistimos al movimiento inverso: el Partido Comunista Chino aumenta su control sobre los servicios de inteligencia. En esas condiciones, será cada vez más difícil para el MSE producir análisis libres de influencias ideológicas y libre de rivalidades internas”, afirma Lincot.
Pero el MSE chino no está solo en su tarea. En China, unos 1900 think-tanks contribuyen activamente a la promoción y la actividad de espionaje en favor del régimen. Hace más de una década que el presidente Xi alienta la creación de esas instituciones, todas funcionales -en mayor o menor grado- a sus objetivos políticos.
Y como el dinero no suele tener ideología, según Martin Thorely, analista de Iniciativa Global Contra el Crimen Transnacional Organizado, China también cuenta con una “red latente” de compañías privadas y organizaciones en Occidente, “que trabajan en favor de sus intereses y están a las órdenes de Pekín en forma irrestricta.
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