El Ejército sirio lanza una contraofensiva para contener a los rebeldes que llegaron a las puertas de la estratégica ciudad de Hama
Los rebeldes centran sus esfuerzos en una región que ha sido un bastión clave del gobierno de Bashar al-Assad durante años
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BEIRUT.- El Ejército sirio lanzó el miércoles una contraofensiva para intentar frenar a los rebeldes liderados por los islamistas radicales que llegaron a las puertas de la ciudad de Hama, en el centro del país, tras una avanzada relámpago desde el norte.
Tras tomar el control de decenas de localidades y de la mayor parte de Alepo, la segunda ciudad de Siria, los rebeldes llegaron el martes, según una ONG, “a las puertas” de Hama, una ciudad estratégica para el Ejército porque su control es esencial para impedir que lleguen a la capital, Damasco, situada a unos 220 kilómetros más al sur.
Hama, la cuarta ciudad de Siria, fue escenario de una masacre en 1982 por parte del ejército bajo el reinado de Hafez al-Assad, padre del actual presidente, que reprimió una insurrección de los Hermanos Musulmanes. Décadas más tarde, siguen sin curar las heridas de aquella masacre que además provocó el exilio de miles de sirios.
También fue en esta misma ciudad que ocurrieron algunas de las manifestaciones más grandes que iniciaron el levantamiento prodemocracia en 2011 y que la respuesta represiva detonó la guerra civil
Los rebeldes sirios luchaban el miércoles contra las fuerzas progubernamentales en las afueras de Hama, una importante ciudad del oeste de Siria que se ha convertido en el próximo objetivo de la ofensiva sorpresa lanzada por los combatientes de la oposición la semana pasada, según ambas partes.
Los rebeldes han ampliado rápidamente el territorio bajo su control en el noroeste de Siria. Dirigidos por el grupo Hayat Tahrir al-Sham, controlan ahora toda la provincia de Idlib y la mayor parte de la de Alepo. También han puesto sus miras en Hama, una región donde el gobierno del presidente Bashar al-Assad mantiene su fuerza desde hace mucho tiempo.
Se calcula que, en los últimos 13 años, la guerra que enfrenta al régimen de Bashar al-Assad, respaldado y financiado por Rusia e Irán, contra diversas fuerzas de oposición armadas que buscan derrocarlo, ha causado la muerte de medio millón de personas.
El medio estatal sirio SANA dijo que los insurgentes se retiraron unos 20 kilómetros de Hama, controlada por el gobierno y que es la cuarta ciudad más grande de Siria, mientras que las tropas gubernamentales respaldadas por aviación rusa se atrincheraron en las afueras. Los feroces combates han arreciado durante días y Damasco teme que los insurgentes entren en la ciudad como hicieron durante el fin de semana en Alepo.
La insurgencia, a través de su canal del Departamento de Operaciones Militares en la aplicación Telegram, dijo que había capturado a cinco milicianos respaldados por Irán, de los cuales dos eran de Afganistán, así como a tres soldados sirios de su División de Fuerzas de Misión Especial 25 en el este de Hama. Las afirmaciones no pudieron ser confirmadas de manera independiente.
Al mismo tiempo, aviones de combate sirios bombardeaban territorio controlado por los rebeldes. El miércoles por la mañana, un fotoperiodista, Anas Al-Kharbatli, murió en un ataque aéreo al norte de Hama, según informaron periodistas de la zona.
Si los insurgentes toman la ciudad de Hama y controlan la provincia, podrían dejar las ciudades costeras de Tartous y Latakia aisladas del resto del país. Latakia es un bastión político clave para Al-Assad y la comunidad alauita de Siria, así como una base naval estratégica rusa.
Decenas de miles de personas han sido desplazadas por los combates que comenzaron la semana pasada, dijo el martes Geir Pedersen, el enviado especial de la ONU para Siria.
“Si no vemos una desescalada y un movimiento rápido hacia un proceso político serio, que involucre a las partes sirias y a los principales actores internacionales, entonces temo que veremos un agravamiento de la crisis”, dijo Pedersen en un discurso ante el Consejo de Seguridad de la ONU. “Siria estará en grave peligro de mayor división, deterioro y destrucción”.
La insurgencia está liderada por Hayat Tahrir al-Sham, así como por un grupo paraguas de milicias sirias respaldadas por Turquía llamado Ejército Nacional Sirio. Durante años, ambos se han atrincherado en la provincia noroccidental de Idlib y partes del norte de Alepo, mientras el país devastado se tambaleaba por años de estancamiento político y militar.
Los grupos, junto con Turquía, creen que la insurgencia muestra que Al-Assad debe reconciliarse con las fuerzas de oposición e incluirlas en cualquier solución política para poner fin al conflicto.
Ankara ha intentado normalizar los lazos con Siria para abordar las amenazas de seguridad de grupos afiliados con milicianos kurdos a lo largo de su frontera sur y para ayudar a garantizar el retorno seguro de más de 3 millones de refugiados sirios. Al-Assad ha insistido en que la retirada de las fuerzas militares turcas del norte de Siria sea una condición para cualquier normalización entre los dos países.
Damasco ve a los insurgentes como terroristas, y Al-Assad ha jurado responder a la insurgencia con mano de hierro.
Funcionarios turcos e iraníes se reunieron a principios de esta semana en un intento por alcanzar una solución para desescalar el estallido. Los países árabes que limitan con Siria y que en el pasado apoyaron a grupos que intentaron derrocar a Al-Assad han expresado su preocupación por el impacto regional del conflicto y han respaldado al presidente.
Por su parte, los cancilleres de Rusia, Irán y Turquía, actores clave en la guerra en Siria y garantes del proceso de negociaciones de Astaná, dijeron este miércoles que mantienen un “contacto estrecho” para estabilizar la situación frente a la ofensiva rebelde, según informó Moscú, aliado del régimen sirio.
Agencias AP, AFP y Reuters, y diario The New York Times
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