El “efecto Falklands” de Emmanuel Macron: la guerra le despeja el camino hacia la reelección
Con un 30,5% de intención de voto, la aprobación del presidente francés trae el recuerdo del fenomenal apoyo popular que obtuvo en 1982 la entonces primera ministra Margaret Thatcher durante la guerra de Malvinas
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PARIS – Las imágenes pueden ser engañosas. En la que circuló hoy en las redes sociales, se ve a Emmanuel Macron el domingo pasado, sin afeitar y vistiendo un buzo con un emblema militar: “CPA 10″, coronado por un logo representando un paracaidista. Nada faltó para que todos pensaran que el presidente francés trataba de ponerse a tono con la guerra en Ucrania, imitando a su homólogo, Volodymyr Zelensky. Sin embargo, el hombre que dentro de 28 días someterá su reelección a los 65 millones de franceses —con todas las chances de obtenerla gracias al llamado “efecto Falklands”— está lejos de tener alguna veleidad militar.
“Interpretación absurda”, respondieron los servicios del palacio del Elíseo. “Por empezar, no es la primera vez que el presidente usa ese buzo. Segundo, “es verdad que probablemente se trate de un guiño”, pero dirigido al Comando de Paracaidistas del Aire N°10, una unidad de las fuerzas especiales francesas, cuya misión se desenvuelve en el terreno de la inteligencia militar, y que actuó en los teatros de operaciones más difíciles, como Afganistán, Malí o Irak, pagando un altísimo precio en vidas de sus miembros.
Macron decided to turn up to work in a pair of jeans and a French paratroopers hoodie to be more like Zelensky. pic.twitter.com/pYivvXwOga
— Sam Street (@samstreetwrites) March 14, 2022
Según su fotógrafa oficial, Soazig de la Moissonnière, los clichés se hicieron “al margen” de las conversaciones telefónicas que Emmanuel Macron se aprestaba a mantener con sus homólogos internacionales.
Aclaración hecha, quedó, no obstante, flotando en el aire una pregunta: ¿Macron —que ejerce el control absoluto de su imagen—, habrá querido el domingo enviar con ese buzo un mensaje suplementario? Y si así fue, ¿a quién?.
Pero es otra foto que muchos miembros del partido presidencial conservan religiosamente en su celular. Se trata de una instantánea tomada una noche en el palacio presidencial, donde se ve a Emmanuel Macron tirar un almohadón a Soazig de la Moissonnière, que parece demorar demasiado en apagar su cámara fotográfica. El presidente se divierte, una expresión que raramente se le ve en público.
“Ese es realmente él. Es su verdadera personalidad”, dice con afecto Jean-Marc Borello, numero dos de La República en Marcha (LREM) y amigo del presidente.
“Amigo” tal vez sea mucho decir. Porque Emmanuel Macron mantiene innumerables relaciones —empresarios, diputados, personalidades de todos los horizonte—, pero “amigos”… El hombre que dentro de 28 días se volverá a someter al veredicto popular, esperando ser reelegido y que muy probablemente lo sea, es un solitario.
De la gestión de la crisis sanitaria a sus iniciativas diplomáticas en favor de Ucrania, el mayor reproche que recibió el actual presidente fue el de decidir solo.
“Emmanuel Macron instaura una relación particular con cada persona, responde a los mensajes, sin duda hace variar su discurso”, describe Matthieu Orpehlin, que dejó la mayoría presidencial en 2019. “Al final, eso conduce a un funcionamiento ultra-centralizado. Todas las decisiones importantes terminan en él”, agrega.
El presidente lo asume a su modo. Él, que tiene la costumbre de recordar a sus colaboradores que, sea cual fuere el tema, “al final, es el patrón quien decide”: “Eso es la Quinta República francesa. Todo el mundo desaparece detrás del presidente”, responde Christophe Castaner. “Basta mirar la mayoría parlamentaria: nadie emerge, estamos en ‘macronia’”, precisa sin ningún reproche el jefe de bancada de LREM. Lo que no le impide asegurar que el presidente ha comprendido “la importancia de la horizontalidad” en estos cinco años.
Es verdad que la distancia parece a veces abismal entre esa fascinación de sus allegados por ese meteoro de la política de apenas 44 años, que parece haber sido bendecido por los dioses del Olimpo con una baraka monumental, y el resto de los franceses.
Como sea, a esos franceses nunca les faltó en estos cinco años ocasión de estudiar al actual presidente, totalmente desconocido dos años antes de entrar al Elíseo. Su decisión inicial de practicar “una palabra escasa” quedó rápidamente en promesas. Macron, hiperpresidente, es dueño de un arte consumado de la ocupación del espacio mediático. Durante el Covid, pronunció, por ejemplo, nueve alocuciones televisadas en menos de 24 meses.
Una cosa parece cierta, el jefe de Estado parece obtener un auténtico placer en el ejercicio del poder supremo. Y si bien sus rasgos muestran los estigmas de una función que lo ha hecho envejecer con celeridad, mantiene, según sus allegados, una forma física inoxidable. Duerme tres horas por noche, envía SMS hasta cualquier hora, practica box dos veces por semana con uno de sus oficiales de seguridad, hace jogging cada vez que puede y jamás se muestra abatido, incluso en el peor momento de las crisis. Según Castaner, “aprendió además a vivir con las críticas, que suelen galvanizarlo”.
“Parte de nuestro papel es cumplir una función expiatoria”, dijo un día en reunión de gabinete.
En resumen, quienes lo aprecian lo comparan con “una esponja”, capaz de absorber todas las opiniones. Aquellos que lo detestan lo definen como “un camaleón”, que puede desempeñar todos los roles, sin convicción. Pero ninguna de esas críticas impidió al actual presidente seguir sumando apoyos. Su excelente desempeño durante la pandemia, con aquella primera frase que hizo historia “haremos frente y saldremos adelante cueste lo que cueste”. Su ambición permanente por una Europa más integrada, más próspera e independiente. Y, sobre todo, su actitud dialoguista pero firme ante Vladimir Putin desde que comenzó la crisis, le han valido la admiración de aquellos franceses que lo encontraban “demasiado liberal”, “demasiado elitista” o “demasiado alejado de la gente más frágil”.
#Presidentielle2022 : #Rolling Ipsos et @SopraSteria_fr du 14 mars pour @le_Parisien et @franceinfo :
— Ipsos France (@IpsosFrance) March 14, 2022
1️⃣ #EmmanuelMacron ➡️ 30%
2️⃣ #MarineLePen ➡️ 16%
3️⃣ #EricZemmour ➡️ 13%
4️⃣ #JeanLucMelenchon ➡️ 11,5%
5️⃣ #ValeriePecresse ➡️ 11%
🔎 Résultats complets : https://t.co/Z4896ru2TN pic.twitter.com/5dKFbmiQvp
“Todo eso parece haber desaparecido en las últimas semanas, sobre todo gracias a lo que podríamos llamar ‘el efecto Falklands’”, explica Brice Teinturier, director general del instituto de sondeos Ipsos. Alusión al fenomenal apoyo popular que obtuvo en 1982 la entonces primera ministra Margaret Thatcher durante la guerra de Malvinas, el desempeño del actual presidente en la crisis ucraniana galvanizó la opinión pública en torno a ese hombre que perciben como “decidido, firme y claro”. Resultado, a solo 28 días de la primera vuelta de la elección presidencial, Emmanuel Macron obtiene 30,5% de intenciones de voto, lejos, muy lejos de la segunda pretendiente, la ultra-derechista Marine Le Pen, con apenas 15%.
Difícil de creer, pero también esta vez la suerte ha vuelto a sonreírle, como hace cinco años. Entonces fue el inesperado derrumbe del candidato “seguro” a la presidencia, el conservador François Fillon, envuelto en un escándalo de corrupción, que le abrió las puertas del Elíseo. Esta vez se trató de la guerra en Ucrania. Pero también del estallido durable del paisaje político francés, que no consigue despertar ningún entusiasmo en el electorado, donde los partidos tradicionales, como el neogaullismo o el socialismo parecen haber desaparecido del corazón de los franceses.
Con falsa modestia, el interesado intenta la humildad.
“Lo que me interesa no es conservar las responsabilidades. Es poder ir hasta el final de mi ambición para nuestro país”, dijo en su primer meeting de campaña el 7 de marzo. Sus allegados insisten en que esa ambición —que él proyecta con una visión de varias décadas en el futuro—, solo podrá realizarse mediante la construcción de una auténtica fuerza política susceptible de sobrevivir a 2027, uno de los ángulos muertos de su primer mandato. Para ello, después de este primer quinquenio solitario y en caso de reelección, Emmanuel Macron tal vez tenga que aprender a jugar en equipo.
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