El dramático relato de una argentina que sobrevivió al terremoto de Nepal: "Pensábamos si el mundo sabía de nosotros"
El testimonio de una cordobesa que pasó varios días en un parque, sin comida ni agua
CORDOBA. A Viviana Arrascaeta le faltaban pocos días para regresar a Córdoba después de sus vacaciones en Nepal cuando sus planes -y su vida- cambiaron. Iba a un orfanato de Khatmandú a jugar con los chicos cuando empezó a temblar la tierra. En un primer momento no sabía lo que pasaba. No entendía de dónde provenía el ruido ni por qué los edificios se desmoronaban.
"Pasaron unos minutos hasta darme cuenta de que era un terremoto -le cuenta a LA NACION recién llegada a Córdoba-. Me paré en la mitad de la calle y miraba para todos lados; miraba a ver si se abría la tierra y qué edificios se caían. Trataba de controlar los nervios y el miedo pero era terrible porque había mucho pánico y se contagiaba".
Docente de inglés y empleada en un hotel, a los 32 años Viviana viajó de vacaciones a Nepal para hacer trecking. Llevaba dos semanas y media allá cuando la sorprendió el terremoto de 7,9 grados en la escala Richter que sacudió a la región y que dejó, hasta ahora, unos 6.000 muertos.
Relata que estuvo mucho tiempo parada allí, en el medio de la acera, hasta que las réplicas fueron más suaves. Después, empezó a correr: "Corrí durante horas; la gente gritaba, rezaba, lloraba. Encontré un parque, donde había miles de personas".
Con miedo y angustia decidió regresar a su alojamiento en el barrio de Thamel, una zona muy colorida y llena de movimiento de Khatmandú. Cuando volvió no quedaba nada: "Era un lugar fantasma, en silencio". Dice que sacó sus cosas "a toda velocidad" porque tenía "terror" de que se cayeran las paredes que estaban rasgadas, quebradas, pero en pie.
"Sólo pensábamos en mantenernos vivos"
Retornó al parque y allí estuvo durante tres días. Apunta que "nunca" llegó ayuda. "No había casi agua ni comida; comíamos una galleta cada muchas horas tratando de estirar lo que había. Del agua dábamos traguitos. Sólo pensábamos en mantenernos vivos", dice.
Al segundo día un policía les comunicó que no conseguían nada de ayuda, que siguieran tratando de mantenerse con lo que tenían. "Nos preguntábamos si el mundo sabía de nosotros -plantea-. Éramos muchísimos, nepalíes, turistas, perros, chicos. No había baños; nada de nada. Estábamos sucios y asustados".
Viviana pensó que tenía que hacer algo para salir de esa situación. Con otra argentina, Estefanía, que había conocido en el parque, empezaron a caminar hacia el aeropuerto. No sabe cuánto recorrieron, pero fueron horas "siempre con miedo".
La vuelta
El aeropuerto era un caos: "Miles de personas que gritaban, lloraban y se pegaban para acceder a un avión -continúa-. Agarré mi pasaporte y el de Estefanía y, como todos, estiraba la mano. Tuvimos suerte; en un momento los agarraron y nos dieron la tarjeta de embarque".
Voló a Dheli y desde allí a la Argentina. Señala que poco después del terremoto con un teléfono prestado habló a su familia, pero se cortaba y el padre no entendió qué pasaba. Después, por las noticias, supieron lo que había ocurrido.
Fue el padre de Viviana el que se comunicó con Cancillería. Ella nunca tomó contacto; dice que pensaba en cómo salir. Y que advertía que era "cuestión de suerte; la desesperación es terrible en el aeropuerto".
"Es todo muy triste. Se cayó todo; edificios, templos, monumentos -lamenta-. La gente tiene pánico porque la tierra tiembla a cada rato y uno no sabe cuándo vendrá otro remezón y si será fuerte o más suave. La ayuda no alcanza. Hay mucho miedo".
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