El drama de los argentinos que viven cerca de Gaza
"Nuestra rutina diaria se transforma en horror", cuentan quienes viven a pocos kilómetros de la Franja
Cada vez que suena la sirena que alarma sobre la inminente caída de un misil, saben lo que tienen que hacer: esconderse lo más rápido posible en el refugio de su casa. Y esperar. También lo saben todos en Israel, sencillamente porque es la realidad de un país que vive en guerra.
Pero el drama se acrecienta para quienes viven a muy pocos kilómetros de la Franja de Gaza, donde también viven miles de argentinos, quienes en cada conflicto deben soportar el calvario y el temor de saberse vulnerables.
En el mapa, Sderot está ubicada a 31° 31´ 00" de latitud norte y 34° 35´ 30´´ de longitud este. Lo que en otro momento no pasaría de ser una banal información geográfica en este caso significa que esta pequeña ciudad del sur de Israel tiene la mala suerte de quedar a menos de siete kilómetros de distancia de la Franja de Gaza.
"Estos son días difíciles, de mucha preocupación y un tanto de temor", confiesa Marcelo Jolodenco, un argentino que desde hace más de 13 años vive en esa ciudad con 24.000 habitantes, donde correr para salvar la vida ya se convirtió desde hace varios años en una rutina por la lluvia constante de cohetes palestinos.
"Nuestra realidad en los últimos 12 años es que en el momento en el que a cualquier miembro de Hamas o de alguna otra organización se le ocurre lanzar un misil, nuestra rutina diaria se transforma en horror", contó, dolorido por el enfrentamiento actual. "Esta situación no puede seguir, no hay país en el mundo que soporte un ataque de misiles contra su territorio soberano", subrayó.
Asimismo, Jorge Slutzky, otro argentino que vive en Ashkelon, una ciudad turística balnearia que queda a tan sólo 15 kilómetros de la frontera con Gaza, resumió la situación en cuatro palabras: "Estamos tranquilos, aunque expectantes". "Aunque hace un tiempo descartaron una operación de este calibre, para quienes vivimos en la zona representa una medida , si no querida, al menos esperada , a fin de reprimir los diarios ataques que viene soportando la región en las últimas semanas", explicó.
Respecto a la vida cotidiana, se alteró por completo. "En estos días no hay clases en las escuelas de la zona sur y la gente sabe que debe evitar salir de sus casas", destacó.
Por su parte, Mai Ebram, una joven argentina que vive en Tel Aviv, describió lo vivido entre ayer y hoy con el sonar de las sirenas, que no se escuchaban en esa ciudad desde 1991. "Debo confesar que ayer tuve miedo. Ayer pude entender que en pocos segundos no se puede llegar al miklat (refugio). Ayer pude sentir lo que es tener que cortar tu vida para salir corriendo. Ayer sentí el miedo de salir a la calle por si viene un segundo ataque pero a la vez la responsabilidad de salir y de demostrar que mi vida continúa y que no van a lograr su objetivo, no al menos con violencia", aseguró.
"Ojalá que todo esto termine muy pronto", deseó Ebram. "Aunque la realidad nos indique algo diferente, deseamos de todo corazón que todo esto se termine pronto y con la menor cantidad en pérdida de vidas", resaltó Slutzky.
Cuando las sirenas suenan, la gente tiene 45 segundos para correr al refugio más cercano. Por esa razón hay refugios en todas partes. Las casas y las escuelas tienen refugios; los hospitales, los comercios importantes, los edificios públicos y hasta las paradas de colectivos han sido transformados en escudos anticohetes.
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