Una mujer llamada Mithu Sanyal se percató de este inconveniente en una conversación que tuvo con una amiga y quedó devastada
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¿Querés saber un secreto? ¿Un secreto tan vergonzoso que lo escondí durante décadas? Lo estoy revelando únicamente debido a una conversación casual que tuve.
Estaba hablando con una amiga y colega, Jacinta Nandi. Ella es autora, como yo. Su padre viene del noreste de India, como el mío. Ambos padres fueron criados hablando bengalí. El padre de ella emigró a Inglaterra y el mío a Alemania, donde me crié. El padre de Jacinta le enseñó una cantidad de juegos de palabras en inglés, sin embargo, cuenta que “nunca me enseñó una sola palabra en bengalí”. Como el mío.
Mi padre siempre me habló en alemán. Por supuesto que lo escuché hablar en bengalí: en el teléfono, o con lo pocos amigos indios que vivían en Alemania.
Pero no podía entender lo que decía. Peor aún, mi nombre, Mithu, es bengalí, pero los bengalíes oriundos que hablan el idioma me dicen que no lo pronuncio correctamente. Así es, ni siquiera puedo pronunciar mi propio nombre.
Hasta que tuve esa conversación con Jacinta, pensé que algo malo me pasaba. ¿Qué criatura no aprende el idioma de su padre? Resulta que muchos de nosotros.
Annick De Houwer es directora de la red Harmonious Bilingualism (Bilingüismo Armonioso) y profesora emérita de aprendizaje de idiomas y multilingüismo de la Universidad de Erfurt en Alemania, y una de las principales expertas en cómo y por qué algunas familias pierden sus idiomas.
En 2003, publicó los resultados de un sondeo sobre el uso del idioma en 18.000 familias en Flandes, la región de habla neerlandesa de Bélgica.
“Descubrí la alta frecuencia con la que hijos criados en un ambiente bilingüe no hablan dos idiomas”, explica De Houwer, que también preside la Asociación Internacional del Estudio del Idioma Infantil.
Ese sondeo y estudios posteriores de De Houwer y de otros en diferentes países y con otros idiomas encontraron que entre 12% y 44% de niños criados escuchando dos o más idiomas, realmente terminan hablando solamente uno.
“La mayoría de los bebés empiezan aprendiendo palabras en ambos idiomas. Pero cuando van al preescolar continúan con uno solo. ¿Por qué? Porque de pronto solo reciben atención en ese único aspecto de ellos y los niños pronto sienten que su otro idioma es inútil. ¡Inútil!”
Reprimen sentimientos
Cuando me puse a pensar en eso, no podía dejar de preguntarle a la gente cómo se sentía el no poder hablar el idioma de la familia. Muchos destaparon sentimientos que habían reprimido durante todas sus vidas.
“Mi padre nació en Líbano y hablaba árabe únicamente al teléfono o con visitantes o en restaurantes”, dice Adrea Karimé, una escritora infantil y cuentista en Alemania. “Así que, de niña, pensé que hablaba un idioma secreto. Mi padre se volvió un secreto para mí”.
Emily Chowdhury, una artista radicada en Berlín, mencionó el rechazo: “Cuando mis padres discutían cosas que supuestamente no debíamos escuchar, cambiaban al bengalí. El idioma se usaba para excluirnos”.
Al mismo tiempo, y algo paradójico, para nosotros que heredamos la apariencia y nombres de nuestros ancestros, suele haber una mayor expectativa social de que deberíamos hablar su idioma. Cuando no se da el caso, la reacción puede ser severa.
Me encanta el poema 8 confesiones de mi lengua. El poeta Noel Quiñones, que nació y se crio en Estados Unidos, describe la experiencia de ser de ascendencia puertorriqueña pero no dominar el español: “Mi apellido es una invitación para que extraños me digan: ‘tus padres te debieron haber enseñado’ “.
Otros dicen que debimos haber hecho más esfuerzo. Como si los niños se metieran los dedos en los oídos tan pronto escucharan a sus padres hablar en español.
Según los estudios, hay una experiencia común entre latinos no hispanohablantes de sentirse avergonzados o tener su identidad puesta en duda debido a la pérdida del idioma.
Otras lenguas
Yo considero estos idiomas perdidos como “otras lenguas”. Están presentes en nuestros ancestros y recuerdos infantiles, no obstante, curiosamente fuera de nuestro alcance, porque nunca los aprendimos o fuimos instados a olvidarlos.
En mi caso, realmente tuve dos pérdidas. Tampoco aprendí el idioma original de mi madre, el polaco. Cuando fui criada, a mis padres les advirtieron contra enseñarme bengalí o polaco. Les dijeron que si un niño aprende más de un idioma simultáneamente, no aprenderían bien ninguno. Como si sus idiomas pudieran contaminar el idioma “verdadero”, en este caso, el alemán.
“Eso no es algo del pasado, desafortunadamente”, comenta De Houwer, en referencia a la ya desacreditada idea que el bilingüismo podría retrasar a los niños o confundirlos.
De hecho, las investigaciones han demostrado que el habla de los niños bilingües no se atrasa, y que su tendencia algunas veces a mezclar sus idiomas (conocida como cambio de código, o translingüismo) no significa que están confundiendo ambos. En cambio, es una señal de que están usando su doble vocabulario recursivamente, escogiendo las palabras más apropiadas según el contexto.
Martha Bigelow, profesora de educación en segundo idioma de la Universidad de Minnesota, EE. UU., señala que todavía hay muchas ideas equivocadas sobre el aprendizaje de idiomas, “como si fuera mejor no translinguar [mezclar idiomas], como si por alguna razón fuera mejor saber menos que saber más”.
Estas creencias tienen un impacto concreto: “[En Estados Unidos] el consejo sigue siendo que para aprender inglés es mejor solo hablar inglés”.
Incluso, cuando se trata de un segundo idioma, hay claras distinciones en cómo la sociedad los trata. El inglés es omnipresente en Alemania, y considerado deseable. Mi esposo es británico, y todos le hablan en inglés, aunque su alemán suele ser mejor que el inglés de ellos.
Pero otros idiomas no son vistos de la misma manera. El turco es uno de los principales idiomas minoritarios en Alemania, con una historia que se remonta a las migraciones de trabajadores de Turquía de la década de 1960. Sin embargo, los hablantes de turco todavía enfrentan discriminación.
En 2020, una niña de 9 años fue regañada por su maestra por hablar turco a una amiga en el patio de recreo de su escuela en Alemania. Como castigo, fue obligada a escribir una composición: “Por qué hablamos alemán en la escuela”. La composición que produjo tenía frases como: “No se nos permite hablar nuestra lengua materna para que mejoremos nuestro alemán”.
La familia interpuso una queja formal con el apoyo de un abogado, que cuestionó si un escolar que hablase inglés durante el recreo hubiera sido castigado de la misma manera.
Hay un dicho entre los alemanes de ascendencia turca: el turco no es un idioma que aprendes, el turco es un idioma que olvidás tan pronto como sea posible.
Cuando en mi ciudad natal de Düsseldorf, Alemania, pusieron un cartel de señalización en árabe como parte de una celebración de multilingüismo, fue manchado con un grafiti racista, y generó comentarios en línea exigiendo que “ellos” deberían aprender alemán. Mientras que un cartel de señalización en japonés que fue colocado al mismo tiempo no tuvo problemas.
El valor de los idiomas
¿Cómo se explica esta diferencia dramática en el valor que se le da a los idiomas? Los estudios indican que con frecuencia no tiene nada que ver con los idiomas, sino con las actitudes sociales, especialmente en torno a la migración.
“[En Alemania] la inmigración todavía se interpreta como una excepción de la regla, como anormal. Los niños que hablan otro idioma en casa se ven como niños que no hablan alemán en casa”, dice Mark Terkessidis, un conocido autor en el campo de estudios de migración y racismo y miembro de la Academie der Künste der Welt (Academia de las Artes del Mundo).
De Houver comenta: “De la manera que sea, eso no es bueno para las relaciones de familia. Es algo realmente muy importante hablar el idioma de tus padres: para el padre, para los hijos, para la familia”.
Hay muchas cosas que la sociedad puede hacer para apoyar este proceso, añade De Houwer. Un ejemplo práctico es cómo se aborda el multilingüismo en las escuelas.
“Es realmente necesario respetar todos los idiomas que los niños traen a clase y hay maneras muy simples de hacerlo. Por ejemplo, pronunciando el nombre del niño correctamente”.
En este momento de la entrevista empiezo a llorar, pensando en mi propio nombre y mi incapacidad de haberlo pronunciado bien durante tanto tiempo.
Desde la perspectiva de De Houwer, esos pequeños pasos pueden hacer una gran diferencia, como sencillamente preguntarle a los niños como se dice “hola” en el idioma que hablan en casa: “Cosas importantes como esa. Y luego podés aprender estas”, continúa.
“Y podés pedirle ayuda a los niños. Y luego todos los niños en la clase tendrán que aprender cómo saludar al nuevo alumno. No es cuestión de dinero. Es cuestión de cambiar actitudes”.
Esta apreciación, permitiendo que el idioma tenga una presencia más visible también puede ayudar, expresa Bigelow.
“No debería ser únicamente un ‘idioma de casa’, debería ser un ‘idioma de todo lugar’ legitimado en muchos espacios públicos a través de políticas del lenguaje y de señalización en las calles”.
Recuperar el idioma
A nivel personal, también hay una manera de corregir la pérdida del idioma: recuperando el “otro idioma” más adelante en la vida. Pero eso puede ser más difícil de lo que suena.
De adulta intenté aprender bengalí una y otra vez. Y una vez más. Tras años de esfuerzo, una de las pocas frases que puedo decir es: Ami Bangla tschiketschi. “Estoy aprendiendo bengalí”. Lo que suena como una mentira. Lo único que he aprendido es que simplemente es demasiado tarde para eso.
Para mi sorpresa, Bigelow difiere. “No es necesario aprender un idioma de joven. Más joven no siempre es mejor”.
El supuesto período crítico para el aprendizaje de un idioma, durante el cual podemos aprender a hablarlo con fluidez, es más extenso y más flexible de lo que se pensaba, según lo indican los estudios.
La edad es uno de muchos factores que influyen en el éxito del aprendizaje del idioma, demuestran las investigaciones, de la mano de muchos otros factores como cuánto tiempo invertís en el aprendizaje, tu motivación, y si tenés una comunidad con la cual departir.
Bigelow también sugiere ser más flexible en cómo consideramos el multilingüismo: “No tenés que hablar completamente con fluidez, o tener igual fluidez en todos tus idiomas como en el más fuerte. No deberías fijar la barra tan alto”.
Para algunos, el multilingüismo podría significar el uso ocasional de palabras o frases de uno de los idiomas de la familia: “Hay muchas maneras de ser multilingüe”.
De Houwer dice que pensar en tus necesidades también puede ayudarte a escoger la mejor estrategia de aprendizaje. “Si tenés una necesidad emocional de conectar con tu familia, o con tus raíces, o una parte de tus raíces, pues no empieces esa travesía idiomática aprendiendo a leer y escribir en ese otro idioma. Empieza aprendiendo a hablar y teniendo conversaciones. Lo que querés es hacer amistades”.
Esa idea de conectar tiene resonancia. Todavía siento el dolor de no poder leer los libros que mi padre amaba cuando era niño. Pero también siento alegría cada vez que escucho bengalí, reconociéndolo en la calle aún a la distancia.
Puedo amar el bengalí a pesar de que nunca podré hablarlo correctamente. Puedo encontrar significado en sus características especiales, como el hecho que los sustantivos y pronombres bengalíes no tienen género, o todos los géneros.
Y mi favorito: el bengalí tiene seis casos gramaticales, el cuarto siendo para un regalo incondicional que no tenés que devolver. Eso es lo que espero que todos nuestros otros idiomas sean algún días: regalos que son libremente entregados y recibidos.
*Por Mithu Snayal
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