Uno de los peores desastres por negligencia humana: el día que una megaola arrasó varios pueblos en Italia
El derrumbe del Monte Toc en los Alpes, en 1963, fue causado por errores de cálculo de los ingenieros que construyeron la represa del río Vajont; el relato de dos sobrevivientes que dialogaron con LA NACION
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El estruendoso derrumbe de 260 millones de metros cúbicos del Monte Toc en los Alpes italianos en octubre de 1963 generó un desplazamiento de una masa de aire y agua que, según los expertos, golpeó al pueblo más cercano con el doble de la onda de choque de la bomba de Hiroshima. La ola de 250 metros de altura (el edificio más alto de la Argentina, la Torre Alvear en Puerto Madero, mide 235 metros), dejó 2000 muertos en varios pueblos de los alrededores, y Naciones Unidas lo definió en 2008 como “uno de los peores desastres ambientales provocados por el hombre” en toda la historia.
De los 11 ingenieros que hicieron mal los cálculos de resistencia del Monte Toc, junto a la presa del río Vajont, y causaron la tragedia en la noche del 9 de octubre de hace 59 años, Alberico Biadene (1900-1985), recibió la mayor condena de cinco años de prisión, pero lo liberaron por buena conducta a los dos años. En el juicio se demostró que, por intereses empresarios, Biadene minimizó la importancia de los deslizamientos, estruendos extraños y sacudidas sísmicas registradas cerca de la presa meses e incluso años antes de la tragedia. Las indemnizaciones que pagaron las empresas constructoras fueron a parar a manos de las alcaldías de los pueblos afectados.
“A los 12 años quedé huérfana luego de ‘volar’ a 500 metros de mi casa y quedar enterrada bajo tierra. Solo se asomaba un pie y mi mano, y así me rescataron. Pero ninguno de los sobrevivientes jamás recibimos ninguna compensación, ni siquiera ayuda psicológica”, contó a LA NACION Micaela Coletti, hoy de 71 años, del pueblo de Longarone, una de los sobrevivientes de Vajont.
“Lo primero que sentí aquella noche fue como un trueno terrible y luego un apagón. No sé si ese ruido ensordecedor fue por la masa de agua o por el viento. Mi abuela entró corriendo en la habitación y cerró las persianas por lo que creyó que era una tormenta. Y lo que ocurrió después fue algo tan fuera de toda normalidad que se me hace difícil explicarlo. Recuerdo como un agujero que me succionaba más allá de mis fuerzas y que me hizo volar a una enorme velocidad. Todo sucedió en pocos minutos. Lo siguiente fue el rescate muy lejos de casa”, explicó Coletti.
Gino Mazzorana, hoy de 68 años, también perdió a toda su familia en el desastre de Vajont, y contó a LA NACION su testimonio. “Tenía 9 años. Habíamos cenado con mis padres y mi hermanito de tres años, y alrededor de las 21.30 nos fuimos a dormir. Al rato, sentí un fuerte viento que no terminaba más, luego un trueno y toda la casa comenzó a temblar. Después volé con mi cama a unos 400 metros de casa y en el camino se perdió mi hermanito que dormía conmigo. De pronto me encontré debajo de los escombros justo frente a la Municipalidad de Longarone. Estaba tapado de barro y piedras. Lo único que me había quedado libre era la boca y yo gritaba: ‘¡Mamá! ¡Mamá! ¡Ayuda!’. Me rescataron y, como estaba herido, me llevaron al hospital de un pueblo vecino”.
“Ya en el hospital, yo veía que llegaban a visitarme mis abuelos, que eran de otro pueblo. Pero no venían ni mis padres ni mi hermano. Finalmente mi abuela me confesó que era el único sobreviviente. Nunca pude entender por qué yo me había salvado y mi hermanito de tres años que estaba conmigo, no”.
Antecedentes de una tragedia
La presa del río Vajont comenzó a construirse en 1956 y aún hoy está en pie. Su pared de 262 metros de altura sigue siendo una de las más altas del mundo. Lo que se derrumbó fue una parte del vecino monte Toc sobre las aguas del lago. La enorme masa de piedra y tierra que se ve hoy arbolada detrás de la represa -donde debería estar el lago-, da cuenta del tamaño del desplome. El gigantesco derrumbe provocó una ola que superó en 200 metros las paredes del dique y se abalanzó sobre los pueblos vecinos a una velocidad estimada en 100 km/h.
Ya se sabía al momento de la planificación que el desfiladero del río Vajont, era geológicamente inestable; sin embargo la creciente demanda de electricidad durante el milagro económico de Italia en la Posguerra aceleró la construcción que estuvo a cargo de la Società Adriatica di Elettricità (SADE), a la que pertenecía el ingeniero Biadene, y que tenía el monopolio de la industria energética italiana.
Durante el proceso de construcción, que duró cuatro años, la gente denunció la aparición de grietas en las montañas que rodeaban la represa. Pero el gobierno italiano no solo desoyó las advertencias sino que demandó a los periodistas que cubrieron el tema por “socavar el orden social”.
Cuando el lago alcanzó los 180 metros de profundidad (de los 260 metros previstos), un primer deslizamiento de tierra de casi un millón de metros cúbicos se derrumbó sobre el lago. Fue una señal de advertencia pero la decisión de los ingenieros fue avanzar con el llenado del lago y monitorear las montañas vecinas.
Para septiembre de 1962, el nivel estaba en unos 235 metros y los técnicos volvieron a verificar deslizamientos de tierra, pero consideraron que un eventual derrumbe no tendría mayores consecuencias... hasta que a las 22.39 del 9 de octubre de 1963 se produjo la catástrofe.
“Dos Hiroshima”
Tan fuerte fue la onda de choque sobre el pueblo de Longarone, el más cercano, que casi todas las víctimas fueron encontradas desnudas, con la ropa arrancada por la explosión.
Las fotos en blanco y negro del día siguiente muestran el valle convertido en un paisaje lunar. Los sobrevivientes y los rescatistas parecen diminutos, aturdidos, insignificantes.
La represa sobrevivió, pero el 80% de los habitantes de Longarone y sus pueblos cercanos, no. Los expertos explicaron los motivos de la catástrofe.
“La destructiva ola de unos 30 millones de metros cúbicos de agua, corrió esa noche por el estrecho valle del Vajont adquiriendo aún más potencia y liberando una energía comparable al doble de la bomba que destruyó Hiroshima. Longarone y los otros pueblos vecinos fueron literalmente arrasados. Toda presencia y actividad humana fue aniquilada en pocos minutos”, explicó a LA NACION el arquitecto Renato Migotti, sobreviviente y presidente de la Associazione Vajont, Il futuro della memoria.
“Pero lamentablemente, parece que la tragedia del Vajont ha enseñado poco; de hecho, 59 años después, todos los días vemos desastres donde la mano del hombre, impulsada por el lucro, es la principal culpable. Solo piense en el cambio climático, los desastres ambientales e industriales en el planeta”, agregó Migotti.
Coletti es una de los 30 sobrevivientes de su ciudad, aunque perdió a sus padres, una hermana y su abuela. Solo identificaron a su padre. Y ahora hace campaña para preservar la memoria de las víctimas y las lecciones a aprender.
“Lo que más me llamó la atención es la soledad, la indiferencia. Un alcalde que no se molestó en saber qué pasó con los chicos que quedamos sin padres, abuelos, o parientes cercanos... Nadie nos buscó. La única que vino a visitarnos fue la princesa María Beatriz de Saboya”.
“La lección que debería dejarnos esta tragedia es que ningún proyecto humano se puede llevar a cabo si no se respeta a la naturaleza, al hombre y a las personas más necesitadas...”, concluyó Coletti.
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