Uno de los vecinos de un edificio de Londres donde hay una nueva obra desde el 17 de marzo, habló sobre las repercusiones que generó en su barrio y de la cantidad de gente que se acercó a verlo
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Yo nunca había visto tanta gente sonriente en Londres. Banksy, el desconocido más famoso del mundo, decidió que la pared del edificio donde vivo era el escenario perfecto para su mural más reciente.
Desde que la pintura apareció el domingo, la gente se amontona en mi ventana, me sonríen y me miran con cara de “¿puedo entrar al jardín y tomarme una foto?”. Entonces yo asumo que el Banksy es mío, así que les digo que sí, que se tomen todas las fotos que quieran. Tampoco había visto a tantos londinenses tan conversadores.
Acostumbrado a verlos muy serios en el metro, evitando el contacto visual en un ascensor o con la cabeza escondida bajo la lluvia, de repente tengo a un montón de desconocidos bombardeándome con preguntas. “¿Viste a Banksy?, ¿qué se siente tener tu propio Banksy?, ¿qué significa la obra?, ¿te molesta que estemos aquí?, ¿te van a subir la renta?”. Algunos son más audaces y van directo al grano: “¿Tú eres Banksy?”. Yo no les digo que sí, pero tampoco les digo que no.
Otros, con una mezcla de amabilidad y pudor, les dan billetes a sus hijos pequeños que llegan corriendo a mi ventana para dármelo como propina por permitirles un bonito recuerdo. En ese momento pienso en lo que pago de renta y que con esta obra de Banksy se podría disparar, pero tras un instante, me lleno de dignidad y les digo que no, gracias, que mejor usen el billete para comprar dulces en la tienda de al lado.
Alguien, claramente con mejor instinto para los negocios que yo, me sugirió que pusiera el apartamento en AirBnB: “Hermoso apartamento decorado con un Banksy original”, algo así como un BanksyBnB.
Un cerezo que da manzanas
No, no vi a Banksy. Ni siquiera estaba en casa cuando él pintó el mural. Todo indica que ocurrió en la madrugada del domingo, así que mi consuelo es que, aunque hubiera estado en casa, seguro todo fue tan rápido que ni me habría dado cuenta.
Yo llegué a casa después del mediodía y ya había gente tomando fotos, haciendo videos, y, por supuesto, especulando sobre la obra. Varios notaron que el mural coincidió con el Día de San Patricio (17 de marzo), una celebración donde prima el color verde.
También que usó el mismo color verde que se usa en los letreros de las viviendas sociales de Islington, el barrio del norte de Londres donde está el mural.
El lunes, el artista publicó unas fotos en su Instagram que confirman que él es el autor de la obra, pero aparte de eso, lo demás son solo teorías. Parece que Banksy, sea lo que sea que eso signifique, utilizó un extintor para disparar la pintura contra la pared resquebrajada.
El árbol real es un cerezo y está bastante enfermo, parece muerto, entonces algunos dicen que Banksy revivió el follaje con la pintura.
Y la niña, ¿o niño?, sostiene una manguera como las que se usan para fumigar. ¿Un mensaje sobre la naturaleza? La obra sigue viva, algunas personas llegan con manzanas y las ponen alrededor del tronco, como si hubieran caído de las ramas. Así que Banksy creó el único cerezo del que brotan manzanas.
Si se unen las pistas de la obra y las formas en que la gente interactúa con ella, las interpretaciones son infinitas, como pasa con todas las intervenciones del artista.
15 minutos de fama
Ahora mi casa es una atracción turística. Mientras escribo esto, me tomo pausas y la gente me pasa sus celulares para que les tome fotos. En menos de una hora le di entrevistas a medios locales, japoneses, alemanes y a estudiantes que pronto serán colegas.
Un chico australiano me regaló una foto instantánea, les mandé saludos a los seguidores de una mexicana que transmitía en vivo por TikTok y una colombiana, como yo, me dijo que en mi lugar, ella ya estaría vendiendo arepas y cervezas. Una noruega, que solo iba a estar 8 horas en Londres, decidió que su prioridad era venir a ver el mural.
Esto es arte
Ayer, después de 6 meses de estar viviendo en este departamento, gracias al mural hablé por primera vez con mi vecino, un somalí al que ahora le preocupa su privacidad con tanta gente alrededor. Y así llevo tres días, conociendo gente de varios países, recibiendo felicitaciones como si yo tuviera algún mérito en todo esto, saludando como una reina de belleza y explayándome en mis opiniones sobre el mural: “No soy experto, pero creo que…”.
Yo estoy feliz, no sé si aún lo estaré el fin de semana cuando una horda de turistas decidan que después de ver el Big Ben y el Palacio de Buckingham, la siguiente parada será mi apartamento. Este mural apareció justo en el fin del invierno boreal, cuando la ciudad comienza a llenarse de color y a todos nos mejora el ánimo.
Así que para mí este fue el mejor comienzo de primavera. Gracias a un genio enigmático, un árbol agonizante y una pared en ruinas, me he rodeado de gente buena onda y he sentido que aunque sea inmigrante, realmente soy parte de esta comunidad. Eso es arte, supongo.
*Por Carlos Serrano
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