Se autodenominó el Brazo de la Revolución Árabe y justificando su acción dijo que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas estaba a punto de reconocer “la legalidad de la existencia sionista en tierra palestina”
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Llevaban grandes bolsos deportivos al hombro. Eran cinco hombres y una mujer, vestían chaquetas y abrigos gruesos y habían salido de un departamento situado muy cerca del centro de Viena. Era una mañana fría. La temperatura más alta que se registraría en la capital austriaca ese día sería de poco más de un grado centígrado.
Se subieron en un tranvía casi vacío y, aunque llamaron la atención de unos pasajeros, fue un viaje normal. Se bajaron y caminaron hasta la sede de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), donde sus líderes estaban reunidos.
Un joven policía que se encontraba en la entrada del edificio los vio entrar, como había visto ingresar a decenas de personas, entre ellas ministros, delegados, interpretes, periodistas, que habían acudido desde el día anterior.
Eran aproximadamente las 11.30 de la mañana del 21 de diciembre de 1975, el día en que ocurrió lo que la OPEP llama “el capítulo más oscuro de su historia”.
En cuestión de minutos, el grupo que acababa de entrar al edificio de ocho pisos desataría “el infierno”, como le cuenta el historiador austriaco Thomas Riegler a BBC Mundo. Al mando estaba un joven de 26 años, de rasgos latinoamericanos, que llevaba una boina. Se trataba de Ilich Ramírez Sánchez, más conocido como “Carlos el Chacal”.
Disparos
En la sede de la OPEP se encontraban los ministros de petróleo y delegados de Argelia, Ecuador, Gabón, Indonesia, Irán, Irak, Kuwait, Libia, Nigeria, Qatar, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Venezuela.
Unos 30 periodistas fueron enviados a cubrir la reunión que había generado mucha expectativa internacional y algunos se encontraban en el vestíbulo cuando los sujetos les preguntaron por la sala de conferencias.
“Parecían formar parte de una de las delegaciones de la OPEP. Nadie les prestó mucha atención”, escribió el periodista Clyde H. Farnsworth en el artículo de The New York Times que salió publicado un día después.
“Los reporteros dirigieron a los seis a una escalera que conducía al segundo piso, donde dos horas antes habían estado muchos de los ministros”.
“Aproximadamente un minuto después, estalló un tiroteo” en aquel piso.
“Carlos y sus cómplices irrumpieron en la recepción, dispararon tiros de advertencia al techo y condujeron a la gente hacia la sala de conferencias, donde se llevaba a cabo la reunión de los ministros”, cuenta Riegler.
El investigador es autor de Tage des Schreckens: Die OPEC-Geiselnahme 1975 und die Anfänge des modernen Terrorismus (“El día terrible: la toma de rehenes de la OPEP en 1975 y el inicio del terrorismo moderno”) y del capítulo When modern terrorism began (“Cuando el terrorismo moderno comenzó”) del libro Handbook of OPEC and the Global Energy Order (“Manual de la OPEP y el orden mundial de la energía”).
Los atacantes
Lo que estaba ocurriendo en aquel segundo piso era un secuestro. El grupo de seis encabezado por “Carlos el Chacal”, con la ayuda de las metralletas, granadas de mano, detonadores y otros dispositivos que llevaban en los bolsos de deporte y ocultos en los abrigos, estaban reteniendo a unas 60 personas.
Se autodenominó el Brazo de la Revolución Árabe y justificando su acción dijo que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas estaba a punto de reconocer “la legalidad de la existencia sionista en tierra palestina”.
De acuerdo Riegler, los seis atacantes seguían el liderazgo de Wadi Haddad, “a quien hoy se conoce como el ‘padrino’ del terrorismo moderno”.
Haddad reclutó para esa operación a Hans-Joachim Klein y Gabriele Krocher-Tiedemann, miembros de las Células Revolucionarias de Alemania Occidental.
Sumó a dos hombres de su propio circulo, “Joseph” y “Jusuf”, y designó como líder a Ramírez y a Anis Naccache, un guerrillero libanés, como suplente.
El autor explica que al atacar la OPEP, Haddad quería atraer la atención de los medios de todo el mundo sobre la “cuestión palestina” y conseguir fondos para la “lucha armada”. “Pero también había una agenda oculta”, dice.
Más allá de la causa palestina
De acuerdo con el experto, “en gran parte, la toma de rehenes de la OPEP fue el resultado de la lucha por el poder dentro del propio cartel”.
“El verdadero patrocinador fue el libio Muammar Gadafi, que quería afectar la política de precios del cartel y utilizó al grupo de Haddad como una fuerza para presionar a sus principales rivales: Arabia Saudita e Irán. Es posible que hubiera habido más ayuda de Argelia e Irak”.
El mismo Ramírez diría, años después, que ese operativo fue ordenado por el líder libio para ejercer presión no sólo sobre Arabia Saudita, sino sobre Estados Unidos, que se habían aliado en un “juego sucio” para bajar el precio del petróleo.
“Tácticamente no salió como habíamos planificado, fue un fracaso. Estratégicamente fue un éxito extraordinario”, le dijo a la agencia de noticias EFE.
El venezolano separó a los ministros en tres grupos: “amigos”, “neutrales” y “hostiles”.
Posteriormente, las autoridades austriacas darían a conocer que los primeros delegados que los atacantes amenazaron con matar fueron los iraníes y los sauditas.
Riegler cuenta que lo primero que pensó el ministro saudita de petróleo Ahmed Zaki Yamani al escuchar la conmoción fuera del recinto de conferencias fue que “los atacantes debían ser europeos que protestaban por el aumento del precio del crudo”. “Pensé que venían a vengarse de nosotros”.
El contexto mundial
El impacto mediático internacional de la toma fue enorme. “Aquella acción tuvo una importancia notable porque la economía mundial estaba en crisis por el aumento brusco de los precios del petróleo”, le cuenta a BBC Mundo José Toro Hardy, exdirector de la estatal venezolana Petróleos de Venezuela (PDVSA).
Y es que entre 1973 y 1974 había ocurrido el embargo en el suministro de combustible impuesto por los países árabes y eso había generado una crisis de energía.
La medida, que también incluyó recortes de producción, buscaba presionar a los países occidentales que habían apoyado a Israel en la guerra de Yom Kipura finales de 1973, pero se extendió varios meses después del final del conflicto.
Yamani había sido clave no sólo en la imposición del embargo, sino en su levantamiento.
Además, añade el economista y autor, “todos lo países de la OPEP se prestaban a nacionalizar sus respectivas industrias”.
“Los países de la organización habían adquirido un enorme poder, pero tenían internamente una gran división entre Irán (chiitas) y las demás monarquías productoras de petróleo (sunitas)”.
“Venezuela era el punto de equilibrio” y allí, recuerda, la noticia del secuestro se recibió con gran angustia porque entre los rehenes estaba el ministro de Minas e Hidrocarburos, Valentín Hernández.
Muertes
Klein recibió la orden de tomar el control de la centralita y de revisar a quienes estaban en la recepción para asegurarse de que nadie tuviese armas, cuenta John Follain en el libro: Jackal: The Complete Story of the Legendary Terrorist, Carlos the Jackal (“Chacal: la historia completas del legendario terrorista”).
La joven recepcionista Edith Heller se escondió detrás de su escritorio y logró llamar a la Policía: “Es la OPEP. Están disparando por todo el lugar”. Klein se dio cuenta, corrió hacia ella y la apuntó con su pistola.
“Heller sintió como si su cabeza hubiese explotado cuando, después de mover su pistola muy ligeramente, él disparó una bala al auricular que ella sostenía”, indica el autor.
En las instalaciones de la OPEP estaban de servicio dos policías: Anton Tichler y Josef Janda, quienes —cuenta Riegler— no opusieron resistencia, no llevaban uniformes ni tenían radios.
“Josef Janda llamó por teléfono para pedir ayuda, luego escondió su arma en un cajón del escritorio y se mezcló entre los rehenes”.
Tichler logró correr hacia el ascensor, pero no se pudo salvar. “El inspector fue asesinado apenas unas semanas antes de su jubilación”.
Fue la primera de las tres víctimas mortales. Las otras dos fueron un guardia de seguridad iraquí y un economista libio.
Farnsworth también reportó que los atacantes dispararon por las ventanas cuando los vehículos de la policía austriaca se acercaban al edificio. “La policía rodeó la zona y desplegó francotiradores”.
Las demandas
Los atacantes habían tomado el control del lugar, cuando a las 11:50 de la mañana una escuadra de ocho policías de una unidad de emergencia logró entrar, relata Riegler. Pero carecía de “entrenamiento especial” y su líder resultó herido por una bala perdida. Fue uno de varios heridos en la toma.
Klein, quien junto a “Jusuf” se había ubicado en el lobby para repeler cualquier acción de las autoridades, resultó herido en el abdomen. “Carlos no tenía otra alternativa que pedir un tratamiento de emergencia para Klein en un hospital vienés”.
Los cinco secuestradores que quedaron usaron al encargado de negocios iraquí en Viena, Riyadh al Azzawi, como intermediario en sus negociaciones con el gobierno austriaco.
“Dígales que soy de Venezuela y que mi nombre es Carlos. Dígales que soy el famoso Carlos. Ellos me conocen”, le dijo Ramírez, según evoca Follian en su libro.
El funcionario árabe sería quien transmitiría sus demandas:
- “Tenemos las delegaciones de la Conferencia de la OPEP en nuestras manos”, decía un comunicado del grupo.
- “Deben preparar un autobús con cortinas en las ventanas para que nos lleve al aeropuerto de Viena mañana a las 7 de la mañana. Allí, un DC-9 con el tanque completamente lleno, con una tripulación de tres personas, debe estar listo para llevarnos a nosotros y a nuestros rehenes a nuestro destino”.
- “Cada retraso, cada provocación y cada intento de acercamiento, con el pretexto que sea, solo pondrá en peligro la vida de nuestros rehenes”.
Además exigieron que un extenso comunicado, en francés, fuese difundido por la radio y la televisión austriacas “cada dos horas”.
El mensaje denunciaba el “imperialismo estadounidense” y “la agresión sionista” y abordaba el rol “del pueblo árabe y de otros pueblos del tercer mundo” en la gestión de los recursos petroleros.
Posteriormente, Al Azzawi —relató Farnsworth— describió a Ramírez como un hombre “tan frío como el hielo”.
“Tienes media hora”
En 2003, Yamani evocó para la BBC una parte de su experiencia con Ramírez:
“Me informó que había decidido matarme al final y que tenía solo dos días para vivir.
En la tarde enviaron su comunicado al gobierno austriaco y dijeron: ‘A menos que difundan nuestras declaraciones por la radio a las 16.00, vamos a matar a Yamani y lanzaremos su cuerpo a la calle’.
Él me lo contó. A las 16.00 no emitieron las declaraciones y me dijo: ‘Tienes media hora’.
Le pregunté si podía escribir mi testamento y lo empecé a hacer (…)
Veinte minutos después de las 16.00, vino y me tocó. Lo vi, miré mi reloj y le dije: ‘Me quedan 10 minutos’. Yo estaba negociando.
Y me dijo: ‘No, tienes más que eso porque difundieron nuestras declaraciones’”.
Las autoridades
Riegler cuenta que en la mañana de ese 21 de diciembre Bruno Kreisky, canciller de Austria, había llegado al lugar donde pasaría sus vacaciones navideñas.
Tras conocer la emergencia, “tuvo que emprender un viaje de regreso de varias horas”.
Una vez a cargo de gestionar la crisis, le hizo varias contrademandas a Ramírez. Una de ellas era que liberara a los rehenes que residían en Viena.
Foillan señala que Kreisky recibió cartas de un grupo de rehenes en las que pedían que se cumplieran las demandas de los secuestradores y expresaban su voluntad de abandonar Austria con ellos.
De acuerdo con Riegler, el funcionario estuvo en “contacto cercano” con los embajadores de los países de la OPEP y les pidió “su consentimiento” en las etapas más delicadas de las negociaciones.
El ministro de Relaciones Exteriores de Argelia, Abd al-Aziz Bouteflika, le había ofrecido al gobierno austriaco que su país podía recibir el avión con los captores en caso de quisieran volar a ese país.
“Para alimentar a su equipo y a los rehenes, que no habían comido desde la mañana, Carlos pidió cien sándwiches y frutas”, relata Foillan.
Las autoridades hicieron el envío, pero varios de los emparedados tenían jamón, alimento que los musulmanes no comen por razones religiosas.
“Carlos rechazó el envío y, en cambio, pidió pollo y papás fritas”.
El desenlace
“A las 8:45 de la mañana del 22 de diciembre de 1975 el convoy que transportaba a los terroristas y los 33 rehenes restantes, incluidos 11 ministros de petróleo, llegó al aeropuerto de Schwechat”, dice Riegler. Ramírez y su grupo decidieron que el avión fuese a Argelia.
Klein fue trasladado en una ambulancia y fue acompañado por un médico durante todo el vuelo. Riegler recuerda que una vez finalizado el embarque de secuestrados y asaltantes, “Carlos se acercó” al entonces ministro del Interior, Otto Rosch, para despedirse.
Kreisky dijo que se habían tomado las decisiones por “miedo a que les quitaran las vidas a los rehenes”. “Sabíamos que estábamos tratando con personas muy peligrosas y decididas”, indicó en una conferencia de prensa. Una vez en el país norafricano, “El Chacal” pidió que la aeronave se dirigiera a Libia.
“Pero obviamente Gadafi había retirado su apoyo en esta etapa. Así que el avión tuvo que regresar a Argel, donde la toma de rehenes concluyó el 23 de diciembre de 1975, tras negociaciones directas con Bouteflika”, indica el historiador.
Los secuestradores escaparon y varias fuentes apuntan a que se entregó una cuantiosa suma de dinero por la liberación segura de los rehenes.
En 2001, Klein fue condenado en Alemania a nueve años de prisión por su participación en el operativo, la cual admitió, pero rechazó los cargos de asesinato e intento de asesinato.
En el juicio, también vinculó a Gadafi y dijo que “los libios incluso habían proporcionado detalles de seguridad del lugar de la conferencia”, reportó la BBC ese año.
“En 1990, un tribunal de Colonia absolvió a Gabriele Kröcher-Tiedemann de asesinato después de que testigos clave de la acusación se negaran a testificar”, señaló el periodista y escritor Colin Smith en su libro Carlos, retrato de un terrorista.
Y es que, señala Riegler, “el grupo de Carlos había emitido amenazas en la década de los 80, lo que ahuyentó a los testigos de comparecer ante el tribunal”.
“Fue absuelta porque las pruebas en su contra no eran lo suficientemente sólidas”, pero “definitivamente fue miembro del comando”, así lo confirmaron “Klein y el propio Carlos”.
En 1994, Ramírez fue capturado en Sudán y llevado a Francia, donde se encuentra encarcelado. Sobre él pesan tres sentencias a cadena perpetua por una serie de atentados en las décadas de 1970 y 1980, la toma de rehenes de la OPEP no es uno de ellos.
Por Margarita Rodríguez
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