El día en el que el mundo advirtió cuánto depende de las aplicaciones de Facebook
Desde la ong que prestan servicios sociales, hasta las empresas y los políticos quedaron varias horas bloqueados durante el colapso
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NUEVA YORK.- El lunes, durante más de seis horas, el mundo tuvo una muestra de la vida sin Facebook y sus aplicaciones, y mucha gente descubrió hasta qué punto impregnaban casi todos los aspectos de su cotidianeidad.
En México, los políticos quedaron desconectados de su electorado. En Brasil, las farmacias tuvieron que suspender temporalmente la venta de medicamentos recetados. Y en Colombia, una ONG que usa WhatsApp para poner en contacto a víctimas de violencia de género con los servicios de asistencia público no pudo responder a los llamados de auxilio.
“Como tenemos equipos de gente desplegada en el territorio, logramos evitar las situaciones de peligro más graves que se presentaron”, dice Alex Berryhill, director de operaciones digitales de la organización Cosas de Mujeres. “Pero tal vez no haya sido así para los cientos de líneas de emergencia que hay en el mundo. Lo del lunes fue un recordatorio de que las tecnologías son una herramienta, no una solución.”
La caída de Facebook fue una demostración a escala planetaria de lo esenciales que se han vuelto los servicios de esa empresa para nuestra vida diaria. Ya hace tiempo que Facebook, Instagram, WhatsApp y Messenger dejaron de ser una forma práctica de chatear y compartir fotos: hoy son plataformas cruciales para los negocios, la atención de la salud, la virtualidad escolar, las campañas políticas, la respuesta a una emergencia y mucho, mucho más.
La incomodidad que genera que gran parte de la actividad humana pase por una única corporación hace que Facebook sea objeto de un escrutinio permanente.
En Estados Unidos, la empresa enfrenta una demanda antimonopolio que le inició la Comisión Federal de Comercio, que la acusa de haber adquirido Instagram y WhatsApp para asegurarse su predominio en las comunicaciones. Desde hace semanas, además, Facebook es blanco de fuertes críticas tras la aparición pública de Frances Haugen, una denunciante interna que difundió documentos que revelan, entre otras cosas, que la empresa sabía que Instagram empeora los problemas de imagen corporal de las adolescentes y que aplicaba una justicia de doble vara.
Las revelaciones de Haugen desataron una lluvia de críticas de los entes reguladores y de la opinión pública en general. Está previsto que este martes el Congreso norteamericano escuche el testimonio de Haugen sobre el impacto de Facebook en los usuarios jóvenes.
Gran parte de las críticas recientes a Facebook se centran en las decisiones que toman o dejan de tomar sus máximos ejecutivos sobre el control, la administración y la forma de hacer dinero con sus plataformas. Pero otra consecuencia del tamaño de Facebook es la cantidad de gente que se ve afectada cuando se producen problemas técnicos como los que fueron responsables, según la empresa, de la caída del lunes.
En Bruselas, sede de la Unión Europea (UE), donde muchos gobiernos usan WhatsApp para comunicarse y compartir información, la interrupción del servicio desató una ola de llamados telefónicos de alto nivel en los que se reclamaba mayor supervisión de las grandes plataformas tecnológicas.
“En el ciberespacio global, cualquiera puede experimentar una caída del servicio”, tuiteó Thierry Breton, el comisionado europeo que está elaborando el borrador de las nuevas regulaciones para las empresas tecnológicas en la UE. “Los europeos merecen un servicio digital más resiliente, con regulaciones, competencia justa, y mayor conectividad y ciberseguridad.”
En promedio, durante el mes de junio, unos 2760 millones de personas usaron al menos un producto de Facebook por día, según las estadísticas de la compañía. Y desde principios de ese año, la aplicación WhatsApp, adquirida por Facebook en 2014, fue descargada casi 6000 millones de veces en todo el mundo, según estimaciones de la empresa de datos Sensor Tower.
Casi una cuarta parte de esas descargas fue de usuarios de la India, mientras que otra cuarta parte fue de América Latina, según Sensor Tower. Solo el 4%, o sea 238 millones de descargas, se realizaron en Estados Unidos.
En América Latina, muchas veces las aplicaciones de Facebook son literalmente un salvavidas para quienes viven en zonas rurales donde el servicio de telefonía celular todavía no ha llegado, pero Internet ya está disponible, y para comunidades pobres donde la gente no puede pagar los datos móviles pero logra encontrar alguna conexión gratuita a Internet.
Berryhill dice que Cosas de Mujeres mantiene cientos de intercambios diarios con mujeres colombianas y migrantes venezolanas que enfrentan violencia doméstica y emocional o que están en riesgo de ser víctimas de trata o explotación sexual.
“WhatsApp es una herramienta fundamental para nuestro servicio”, dice. “Nuestros operadores telefónicos reciben mensajes de mujeres vía WhatsApp todo el día, pero ayer fue imposible y las mujeres no pudieron contactarnos”.
María Elena Divas, una migrante venezolana de 51 años radicada en Bogotá, se dedica a vender empanadas caseras y usa WhatsApp para recibir los pedidos.
“Hoy no vendí nada”, dice Divas. “Para los que están en mi situación, fue un día muy difícil.”
El lado positivo
En muchos otros lugares, la gente dice que la caída de las aplicaciones de Facebook obstaculizó de una manera u otra su trabajo, pero que también eliminó una fuente de distracción, y que se sintieron mejor y más productivos.
Al principio, James Chambers entró en pánico por “Chez Angela”, la panadería que tiene junto a su esposa en Manitoba, Canadá. Por lo general, los Chambers postean cuatro a cinco veces al día en Facebook e Instagram para atraer a la clientela. En la pequeña localidad de Brandon, de 45.000 habitantes, la panadería cuenta con más de 14.000 seguidores en las dos plataformas.
“Facebook se quedó congelado pero nuestros hornos están calientes”, escribieron en la cuenta de Twitter de la panadería, con un video de 12 segundos que mostraba sus dorados panes.
Pero gracias a la caída del lunes Chambers también se dio cuenta de que la promoción por Facebook no es tan importante.
“A medida que fue avanzado el día, la gente entraba y comentaba que estaba contenta de estar desconectada”, señala el comerciante. “Fue el día más productivo en mucho tiempo, y cerramos con ventas de un 30% por encima de un lunes normal.”
Drogasmil, una cadena de farmacias de Brasil, actualmente recibe muchas recetas a través de WhatsApp, dice Rafael Silva, farmacéutico de Drogasmil en Río de Janeiro.
Pero el lunes no recibieron ningún pedido, y como él y sus colegas tampoco podían chatear por WhatsApp, “el día fue más tranquilo”, dice Silva.
“Queda demostrado que es posible vivir sin estas tecnologías”, señala. “Tal vez hoy nos parezca imposible, pero hay que recordar que no todo gira en torno a la tecnología.”
En toda América Latina, los vendedores de la vasta economía informal de la región dependen de las plataformas de Facebook para comercializar sus productos. De hecho, sus cuentas personales de WhatsApp suelen funcionar como una línea directa con los clientes.
Elizabeth Mustillo es pastelera en la Ciudad de México y dice que el lunes le pasó algo extrañísimo: le empezó a sonar el teléfono, y tuvo que atender y hablar con sus clientes, en vez de intercambiar mensajes de texto.
“Qué locura, ¿no?”, dice sorprendida. “¡Nunca me llama nadie por teléfono!”
Hace una década, los clientes llegaban a su pastelería con un dibujo o la foto recortada de una revista con el diseño que querían para su torta de cumpleaños. Hoy, rara vez se ve cara a cara con sus clientes: ellos envían la foto de la torta que quieren por WhatsApp, le transfieren el dinero a través de una aplicación bancaria, y cuando la torta está lista, Mustillo llama a un Uber para que entregue el producto terminado.
“La mayoría de mis clientes ya ni siquiera tienen cuenta de email, salvo que trabajen en una gran empresa”, dice. “Ahora se hace todo por WhatsApp.”
Traducción de Jaime Arrambide
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