Rusia: el desplome económico erosiona el consenso que blindaba a Putin
KALININGRADO, Rusia.- El mes pasado, Alexander Dobralski ganó la calle para manifestarse contra el arresto del máximo líder opositor de Rusia, pero venía acumulando bronca y otros reclamos.
"Es como si te pusieran un pie encima y te dijeran que tengas paciencia, que es por un rato nomás", dice Dobralski, que es abogado y se queja de la situación económica de su país. "¿Cómo vas a esperar que pase y nada más?"
Ya hace un par de años que las encuestas de opinión reflejan ese gradual cambio de humor entre los rusos, que van abandonando el así llamado "Consenso de Crimea", ese amplio apoyo popular al presidente Vladimir Putin por la anexión de la península ucraniana. Pero ahora el descontento de la gente se enfoca en el derrumbe del salario y las jubilaciones.
Los rusos describen esa dualidad entre el abroquelamiento nacionalista detrás de la agresiva política exterior de Putin y la bronca por el deterioro económico como una guerra entre el televisor y la heladera: ¿Hay que prestarle atención al ímpetu patriótico que muestran los noticieros o a la heladera vacía?
"El ímpetu nacionalista ya no es antídoto contra la protesta", dice Ekaterina Schulmann, investigadora del programa para Rusia y Eurasia del instituto británico Chatham House.
Según Schulmann, el análisis de los focus groups revela que cuando a los rusos les muestran estadísticas económicas sobre el deterioro del salario y la caída del rublo frente al dólar, son más proclives a reclamar una política exterior más prudente que cuando no se les muestran previamente esos datos.
Son varios los factores que fueron desgastando el consenso de Crimea. E 2014, cuando anexó Crimea, los índices de aprobación de Putin en Rusia volaron por las nubes, a pesar de las duras sanciones económicas que le impusieron Estados Unidos y la Unión Europea.
Al principio, esa política exterior confrontativa fue tremendamente popular, porque el daño económico tardó años en penetrar y manifestarse en términos políticos.
Pero el estancamiento económico que causaron las sanciones, la merma de la inversión extranjera por las tensiones con Occidente, y el bajo precio del petróleo obligaron al Kremlin a aplicar políticas muy impopulares, como el aumento de la edad jubilatoria para apuntalar la caja previsional del Estado.
El salario de bolsillo promedio de los rusos, ajustado por inflación, viene perdiendo poder adquisitivo desde la crisis de Ucrania: hoy están un 10% debajo de hace siete años.
Y ese deterioro le está cobrando su precio al nivel de apoyo que tiene el gobierno. Un amplio abanico de grupos opositores tomaron las calles, desde comunistas hasta nacionalistas de derecha. "Si ya no conseguiste entrar en el sistema, no tenés la menor chance de conseguir trabajo", dice el abogado Dobralski.
Para los analistas políticos, no es casual que las protestas que antes se concentraban en las ciudades ricas, como Moscú y San Petersburgo, se hayan corrido hacia las provincias remotas, donde la penuria económica pega más fuerte.
Se han reportado protestas en más de 100 ciudades y localidades, desde Vladivostok, sobre el océano Pacífico, hasta la ciudad más Occidental de Rusia, en el exclave de Kaliningrado. Hasta hace unos años, esas ciudades remotas eran consideradas bastiones irreductibles de apoyo al presidente Putin.
Pero después del movimiento de protesta liderado entre 2011 y 2012 por Aleksei Navalny en Moscú, el gobierno volcó dinero en proyectos de renovación urbana muy populares que lograron frenar el auge opositor, como la mejora de parques públicos y el recambio de veredas.
Al mismo tiempo, el Kremlin matizó su propia descripción del país como una fortaleza asediada por un Occidente invasor, y organizó y promovió la Copa del Mundo FIFA 2018, exponiendo a los rusos a decenas de miles de amables hinchas de futbol llegados del extranjero.
En la ciudad natal del abogado Dobralsky, Kaliningrado, un exclave ruso entre Polonia y Lituania, la propaganda estatal sobre el peligro extranjero siempre fue difícil de vender.
"Nos dicen que los estadounidenses están construyendo una base militar en Polonia", dice Dimitry Feldman, diseñador gráfico de Kaliningrado, sobre las noticias que pasan por televisión. "Pero nosotros conocemos a los polacos, están acá al lado. Y si le preguntás a algún polaco cualquiera si están planeando invadir Siberia, no saben de lo que estás hablando."
Sin duda, detrás de las actuales protestas también hay circunstancias extraordinarias no relacionadas con la larga caída económica de Rusia. Los manifestantes dicen estar indignados por el arresto de Navalny a su regreso a Rusia, tras estar internado por envenenamiento en Alemania, y por la posterior publicación que hizo Navalny de un video donde acusa a Putin de corrupción y de construirse en secreto un opulento palacio. Navalny acusa al Kremlin de haber intentado envenenarlo, y dice que agentes secretos rusos pusieron una dosis casi letal de un agente nervioso en su ropa interior.
"Yo lo entiendo a la inversa", dice la politóloga Schulmann. "Cuando los factores políticos cambian, la economía empieza a volverse importante. La gente se dice: "No sólo ocurrió esto, sino que además los alimentos son cada vez más caros."
The New York Times (Traducción Jaime Arrambide)
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