Muhammad Hamza tiene 30 años y fue de las pocas personas que pudieron ser rescatadas; qué le dijo su familia cuando supo lo ocurrido
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Muhammad Hamza, de 30 años, está tranquilo y sereno. No hay emoción en su voz. Podría ser el shock, pero es probablemente lo que lo ayudó a sobrevivir.
Cuando los traficantes lo escoltaron hasta el barco pesquero amarrado frente a la costa de Libia, Muhammad tomó una decisión clave en una fracción de segundo: se sentó en la cubierta y mantuvo la cabeza baja en el fondo, en un segundo plano. La ONU calcula que unas 750 personas iban hacinadas en el barco.
“Nadie puso atención en mí”, dice Muhammad en Atenas, capital de Grecia, donde se trasladó tras ser liberado del centro de detención donde fueron llevados en un primer momento todos los sobrevivientes.
Muhammad es uno de los 12 paquistaníes que sobrevivieron al naufragio en el que un total de 104 personas fueron rescatadas con vida. El pesquero se hundió en el Mediterráneo en la madrugada del 14 de junio en circunstancias todavía poco claras.
“Había egipcios y sirios con familia en la cubierta. Yo estaba en medio de ellos”. Muhammad dice que no había mujeres paquistaníes a bordo y que vio a dos niños de unos 10 años. Había unos 100 paquistaníes en cubierta y el resto estaba abajo, en la bodega, dice.
Sin embargo, el número de paquistaníes no está claro. Las autoridades de Pakistán dicen que eran 300 los ciudadanos de ese país a bordo, pero Muhammad insiste en que eran 350.
“Cuando salimos del refugio anterior (un lugar escondido en Libia), sabíamos cuántos paquistaníes había entre nosotros”, afirma. “No sabíamos cuántos sirios y egipcios estaban con nosotros. Sabíamos el número exacto de paquistaníes que estaban con nosotros. Incluso sabíamos quiénes eran sus agentes”.
“Golpeado y obligado a sentarse”
Al igual que muchos de los sobrevivientes, Muhammad habla de las terribles condiciones y el duro trato que recibió durante las seis noches y cinco días que pasó en el mar. “Egipcios y libios nos pegaban y nos obligaban a sentarnos”, dice. “No nos permitían levantarnos. Ni siquiera podíamos estirar las piernas. Tampoco nos dejaban hablar entre nosotros”.
En el medio del viaje, cuenta que se quedaron sin comida y sin agua y les obligaron a beber agua de mar. “No había inodoros. Teníamos que orinar en el océano”, relata. Durante los últimos dos o tres días, el barco siguió dando vueltas en la misma área de 20-25 km del Mediterráneo.
Muhammad dice que tres barcos se acercaron al pesquero en las 24 horas previas a que se hundiera. Describe a los dos primeros como “barcos de carga” que les daban agua y comida a los refugiados.
La BBC identificó a través de datos de seguimiento marítimo los dos barcos que se acercaron al pesquero el día 13 de junio. Los propietarios de cada barco dijeron que la Guardia Costera griega les pidió que proporcionaran suministros.
Gritos de auxilio
El único momento en que Muhammad se emociona es cuando habla del último día. “La gente gritaba pidiendo ayuda y algunos agitaban desesperados sus camisetas”, dice.
Muhammad es incapaz de describir el último barco que se les acercó. “Era de noche, así que no lo sé. Había grandes luces en el barco. Yo estaba sentado atrás y aquel barco estaba delante. La gente de allí dijo que ellos lanzaron cuerdas”, explica.
Muhammad estaba sentado en el lado derecho del barco. “El barco se hundió por el mismo lado y saltamos”, cuenta. Las autoridades griegas aseguran que más de dos horas antes de que la embarcación volcara, los guardacostas intentaron atar una cuerda al barco para poder subir a bordo y evaluar la situación.
Pero, según dicen, los que iban a bordo intentaron quitarla diciendo que querían llegar a Italia. Los guardacostas griegos niegan que estuvieran remolcando el barco cuando se hundió o que tuvieran la culpa del hundimiento.
Muhammad también asegura que el motor dejó de funcionar media hora antes de que el barco se hundiera y que a las personas que estaban en la bodega se les permitió subir a cubierta en medio del pánico.
Ya en el agua, Muhammad cuenta que unos cuatro o cinco buques de carga estaban en la zona y los rodearon por los cuatro costados, manteniendo cierta distancia. “No se acercaron, aunque dejaron una lancha”.
“Iba nadando hacia la lancha cuando agarré una botella vacía de litro y medio. Me agarré a ella mientras intentaba abrirme paso. Había un sirio y un egipcio delante de mí, que llevaban un pequeño tubo. Me uní a ellos y nadamos entre media hora y 40 minutos. Luego nos rescató la lancha”.
Muhammad estaba sin trabajo en Pakistán y dice que dejó su país en busca de una vida mejor. Pagó unos US$8.700 por un pasaje que salió de Karachi a Dubái, luego viajó a Egipto y finalmente aterrizó en la ciudad libia de Bengasi.
Ahora, espera poder rehacer su vida aquí. Muhammad dice que habló con su familia que vive en la ciudad de Gujranwala. Están “aliviados” de que esté vivo.
*Por Aine Gallagher
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