El desafío de la transición hacia una economía de consumo
PEKÍN.- Las "ciudades fantasma" y las "fábricas zombi", términos con los cuales se describen las grandes urbes deshabitadas y las plantas que no están generando ingresos, pero aún no son liquidadas, se volvieron muy populares en China. A pesar de que pueden parecer lugares fascinantes para aquellos curiosos poco relacionados con la realidad del país, son algunos de los vestigios de una economía obsoleta y destinada a evolucionar.
Durante 35 años el gigante asiático tuvo un crecimiento frenético que lo llevó a alcanzar un PBI envidiable. No fueron sólo las industrias y la fuerte inversión en infraestructura y construcción, evidenciada por los "fantasmas" y los "zombis", lo que llevó al país a alcanzar cifras de dos dígitos, sino también las multimillonarias exportaciones alrededor del planeta.
En este lapso, la rápida industrialización sacó a más de 400 millones de personas de la pobreza y quintuplicó el PBI. "Creo que el liderazgo de China demostró ser competente durante las últimas décadas", dijo Lloyd Blankfein, presidente y director ejecutivo de Goldman Sachs, en un video publicado por la firma y titulado "China: una economía en transición".
Sin embargo, el sistema que hace menos de diez años llevó a China a crecer a tasas de entre 14% y 15% parece no estar surtiendo el mismo efecto que antes. Blankfein afirmó que "el modelo económico que impulsó el crecimiento de China en las últimas décadas no necesariamente lo soportará en el futuro".
Matthew Johnston, un economista de la Nueva Escuela de Investigación Social de Nueva York, comparte las mismas opiniones de Blankfein. En una publicación del 11 de septiembre de 2015, titulada "La economía china: transición a un crecimiento sostenible", señala los riesgos de una economía dependiente de la inversión. "Este modelo de crecimiento, basado en créditos e inversiones excesivas, es insostenible. La deuda china equivale al 282% del PBI, un nivel superior al de Alemania y Estados Unidos."
La realidad se hizo evidente en China después de que se desatara la crisis mundial en 2009. Las exportaciones cayeron y la única solución a corto plazo que vio el Partido Comunista para mantener la economía a flote fue una fuerte inversión en infraestructura, como aeropuertos, rutas, edificios y ferrocarriles que hoy, sin embargo, generan pérdidas.
"China tiene demasiada sobrecapacidad en manufactura, en especial en acero y barcos", dijo el economista Michael Pettis, autor de El gran reequilibrio: comercio, conflicto y el difícil camino para la economía mundial. Y agregó: "Hay aeropuertos en todas partes, y muchos de ellos ni siquiera tienen tráfico. Hay supercarreteras por las que sólo pasan diez camiones al día".
La deuda y las inversiones se convirtieron en la única solución eficaz para el país, al crear una fuerte dependencia de estos estímulos del gobierno. No sorprendió que después de un par de años la economía entrara en un período de constante desaceleración, que parece empeorar con cada trimestre que pasa. "La desaceleración de China apenas está comenzando. El PBI seguirá cayendo anualmente alrededor del 1%, hasta llegar a tasas de crecimiento de 2% a 3%, en el mejor de los casos", añadió Pettis.
Los cambios en la estructura económica son inminentes, y para poder evolucionar de una deuda insostenible y un crecimiento impulsado por la inversión, y lograr una economía sostenible durante los próximos años, el gobierno chino se esforzó por promover más el sector de los bienes y servicios, el gasto de los consumidores y las empresas privadas.
En repetidas ocasiones, el primer ministro Li Keqiang ha puesto énfasis en la importancia de esta transición. Sin embargo, "llevar a China de una economía impulsada por la inversión a una de consumo es un proceso duro y doloroso", escribió en un editorial publicada por el Diario del Pueblo.
Mientras en países como la India la economía de consumo abarca el 60% del PBI, en China equivale a una cifra cercana al 35%. Si el número creciera, y las inversiones tomaran un nuevo rumbo hacia servicios como educación y salud, no sólo se crearían puestos con mejores salarios, sino que también se desarrollaría una fuerza de trabajo más saludable, productiva e innovadora.
El "milagro chino" ha llegado a su fin, y se hizo evidente tras el 13° Plenario del Partido Comunista, en donde se fijaron objetivos de crecimiento de 6,5%, los más bajos en un cuarto de siglo. La verdadera pregunta es: ¿tendrá el Partido Comunista la fuerza y la voluntad política para llevar a cabo las reformas necesarias, o buscará nuevamente soluciones insostenibles para impulsar la economía?
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