Impulsado por Costa Rica, el derecho humano medioambiental tuvo un mayor impacto en América Latina donde los tribunales debieron a ser proactivos para reparar el daño
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La historia detrás de uno de los compromisos ambientales más importantes de Costa Rica es como un cuento de hadas legal. Todo comenzó hace casi 30 años, con un joven que quería detener la contaminación en su barrio y terminó con una reforma constitucional. Los impactos de los esfuerzos del niño se extienden hasta el día de hoy.
En 1992, un arroyo que serpenteaba a través de un pequeño pueblo cerca de la capital, San José, era el sitio donde los lugareños arrojaban su basura. Al no tener un sistema de gestión de desechos adecuado, los residuos terminaban amontonados en sus orillas.
Frustrado por la situación, Carlos Roberto Mejía Chacón, de 10 años, presentó un recurso de apelación ante la Sala Constitucional de Costa Rica contra el municipio local. Permitir que el río sea utilizado como vertedero, argumentó, violaba el derecho humano a la vida, que requiere condiciones adecuadas y vías fluviales limpias y protegidas.
La cámara se puso del lado de Chacón un año después y ordenó al municipio limpiar la basura y comenzar a manejar adecuadamente los desechos de los residentes.
Pero la decisión también tuvo un significado mucho más profundo. Un medio ambiente limpio y saludable es una base fundamental de la vida humana, al igual que los ecosistemas equilibrados, la biodiversidad y otros elementos de la naturaleza de los que dependen las personas, razonaron los jueces.
Al igual que la alimentación, el trabajo, la vivienda y la educación, un medio ambiente sano en todos los aspectos debe considerarse un derecho humano.
Esta notable conclusión no solo estableció un nuevo estándar legal para los tribunales de todo el país. También impulsó la decisión de tallar el derecho humano a un medio ambiente saludable en el ADN legal de Costa Rica durante una reforma constitucional en 1994, recordó la abogada Patricia Madrigal Cordero.
Desde entonces, el derecho constitucional ayudó a guiar muchas de las políticas ambientales ampliamente elogiadas, aunque lejos de ser perfectas, de Costa Rica. Además, repercutió en el paisaje y la cultura del país. “Creo que Costa Rica sería diferente si no estableciéramos esa relación entre los derechos humanos y el medio ambiente”, dijo Cordero, quien estuvo involucrada en el proceso legislativo de 1994.
El derecho humano a un medio ambiente saludable, que abarca ecosistemas limpios y equilibrados, una rica biodiversidad y un clima estable, reconoce que la naturaleza es la piedra angular de una existencia humana digna, en consonancia con una gran cantidad de evidencia científica que vincula el bienestar humano y el mundo natural.
Las personas dependen de ecosistemas prósperos que limpian el agua y el aire, producen mariscos y polinizadores y absorben gases de efecto invernadero. Reconocer este vínculo legalmente puede fortalecer enormemente los derechos humanos.
Pero igualmente importante, señaló Cordero, es que el derecho proporciona una base poderosa para proteger la naturaleza misma.
En una crisis ambiental global que se agrava, algunos académicos argumentaron que el derecho a un ambiente saludable actúa como una vía legal crucial para proteger el mundo natural, tanto al alentar a los gobiernos a aprobar leyes ambientales más estrictas como al permitir que los tribunales responsabilicen a los infractores.
Especialmente cuando se instalan en las constituciones, estos derechos son tomados en serio por muchos sistemas judiciales y se vuelven difíciles de deshacer, creando una fuerza duradera que contrarresta los intereses contra la protección de la naturaleza.
Políticas ambientales más sólidas
Pero aunque existe un claro consenso científico sobre los beneficios de la naturaleza para las personas, la evolución de la naturaleza como derecho humano fue notablemente irregular en todo el mundo.
Hoy en día, muchos países de América Latina están avanzando, mientras que Europa y América del Norte están algo rezagados. Desde la primera mención del derecho a un medioambiente saludable en la Declaración de Estocolmo en 1972, como resultado de la primera gran conferencia ambiental, unos 110 países lo reconocieron constitucionalmente.
Si bien su impacto varía en todo el mundo, creó un poderoso baluarte contra una marea creciente de destrucción ambiental en muchos países, como Costa Rica, Colombia y Sudáfrica, ya que más naciones parecen estar preparadas para seguir su ejemplo.
Por supuesto, reconocer el derecho “no es una varita mágica que podamos usar para resolver todos nuestros desafíos”, dijo el abogado ambientalista David Boyd, quien es nombrado relator especial sobre derechos humanos y medio ambiente en las Naciones Unidas. “Es un catalizador para mejores acciones”, agrega.
De hecho, algunas de las investigaciones de Boyd revelaron que los países con derecho a un medio ambiente saludable -u otros mandatos ambientales- en sus constituciones, tienden a tener políticas ambientales más sólidas en general.
También es más probable que obtengan mejores resultados en las métricas de desarrollo sostenible, según estudios del economista Chris Jeffords de la Universidad de Indiana en Pensilvania.
Dicho esto, Jeffords advirtió que es complicado analizar la causa y el efecto: ¿son los derechos en sí mismos los que conducen a estos beneficios, o es más probable que los países ambientalmente progresistas adopten tales derechos? En el caso de Costa Rica, la respuesta parece ser un poco de ambos.
Aunque el programa de políticas y legislación ambiental comenzó mucho antes de 1994 en el país, las protecciones ambientales se volvieron más sólidas desde que se introdujo formalmente el derecho constitucional, explica Cordero, quien además se desempeñó como viceministro del Ministerio de Ambiente y Energía de Costa Rica de 2014 a 2018.
Además de obtener el 98% de su energía de fuentes renovables, Costa Rica protegió una cuarta parte de su tierra como parques o reservas nacionales y ha reforestado vastas franjas de tierra que alguna vez estuvo degradada. A lo largo de los años, el tribunal constitucional del país escuchó cientos de casos relacionados con el derecho, a menudo encontrando violaciones, dijo Cordero.
Dictaminó que la matanza de tortugas marinas verdes en peligro de extinción es inconstitucional, así como la tala del almendro de montaña, que es utilizado por el gran guacamayo verde en peligro crítico de extinción, ilegalizando efectivamente ambas prácticas.
La moratoria del país sobre la exploración petrolera y la minería a cielo abierto también se remonta a demandas por el derecho a un medio ambiente saludable, agrega Cordero.
Una carta de triunfo en los tribunales
Casos similares se presentaron en muchos otros países latinoamericanos que abrazaron el derecho, como Colombia, Argentina, Perú y Ecuador, contó César Rodríguez-Garavito, experto internacional en derechos humanos y derecho ambiental de la Universidad de Nueva York.
Allí, Rodríguez-Garavito sostuvo que tales leyes también moldearon la forma en que los periodistas enmarcan los problemas ambientales, como algo a lo que la gente tiene derecho, en lugar de una sola consideración política, y empoderaron a los movimientos de justicia social para movilizar al público, lo que en sí mismo puede disuadir potenciales infractores.
En los tribunales, los derechos humanos actúan como cartas de triunfo, generando argumentos legales más poderosos sobre otras consideraciones, como la libertad económica.
Y en algunas jurisdicciones, como Colombia, “si se puede demostrar que un derecho fundamental está en juego, básicamente se puede acelerar el caso en los tribunales. Así que eso se hace para decisiones mucho más rápidas”, agrega.
Como mínimo, el derecho a un medio ambiente saludable ayudó a ralentizar los procesos de destrucción del hábitat, argumentó Rodríguez-Garavito. Esto, particularmente durante el auge de las materias primas de la década de 2000, que empujó el precio de los metales a niveles sin precedentes, produciendo una presión casi insuperable para abrir las selvas tropicales y otros ecosistemas delicados a la minería.
“Si no hubiera habido una fuerte protección constitucional, apuesto a que tanto los derechos ambientales como los derechos de los pueblos indígenas habrían sido básicamente eliminados”, manifestó Rodríguez-Garavito.
Por supuesto, esto no significa que la naturaleza esté suficientemente protegida en América del Sur: la deforestación continúa y la región sigue siendo la más mortífera para los activistas ambientales. Al igual que con otros derechos humanos, “hay una brecha en la implementación”, señaló.
Esa brecha también existe en Sudáfrica, donde el derecho se encuentra enclavado en su famosa y progresista constitución de 1996. Pero el país sigue siendo marcadamente desigual, tiene algunos de los aires más contaminados del mundo y muchas comunidades padecen enfermedades respiratorias.
A menos que las personas vayan a los tribunales, “no verás que se cumple ese derecho”, dijo Pooven Moodley, abogado de derechos humanos de Natural Justice, una organización sin fines de lucro que trabaja con comunidades locales en África para brindar apoyo legal en cuestiones de justicia ambiental.
Si bien hasta ahora no muchas comunidades acudieron a los tribunales, está comenzando a suceder cada vez más, dice. “Es absolutamente clave, porque es algo a lo que podemos referirnos, algo que podemos (usar) para desafiar otras leyes o prácticas, ya sea por parte de los gobiernos o del sector privado”, agregó Moodley.
A pesar de que la isla de Fiji adoptó la legislación ambiental en 2013, aún no se aplicó en los tribunales, tal vez porque las personas, en particular los grupos políticamente marginados, aún desconocen sus derechos o no pueden permitirse el costoso proceso legal, explicó Kiji Vukikomoala, abogado que coordina la Asociación de Derecho Ambiental de Fiji.
Pero su organización vio un reciente aumento en el interés de las comunidades que buscan llevar estos asuntos a los tribunales. “A medida que aumenten los impactos...creo que muchos más de nuestros ciudadanos pensarán en poner en cuestión estos temas”, manifestó.
Moldear la mentalidad hacia la naturaleza
Hasta ahora, el derecho humano medioambiental probablemente tuvo el mayor impacto en América Latina y otros países como India y Filipinas, donde los tribunales debieron a ser más proactivos que los gobiernos para reparar el daño ambiental, aclaró Rodríguez-Garavito.
Europa, por otro lado, ha sido más lenta. En el puñado de países europeos que adoptaron el concepto, parece tener menos impacto en los tribunales. Esto se puede explicar porque sus políticas ambientales son generalmente más fuertes, comentó Laurence Gay, un experto en derechos humanos del Centro Nacional Francés de Investigación Científica en Aix, de la Universidad de Marsella.
En Eslovenia, por ejemplo, un país con abundante vegetación y amplios programas de reciclaje, el derecho puede haber influido en algunas de las políticas ambientales del país.
Pero su principal efecto fue moldear la mentalidad del país hacia la naturaleza, como lo demuestra su sistema educativo, que incluye amplios planes de estudio sobre sostenibilidad, dijo la embajadora Sabina Stadler Repnik, representante permanente ante la ONU en Ginebra.
“La parte educativa de este derecho, creo, es más importante (y donde) podemos obtener logros más a largo plazo que simplemente acudir a los tribunales y litigar durante años y años”, señaló.
En algunos países europeos, cuando por primera vez se adoptaron estas legislaciones, muchos jueces debatieron inicialmente si los derechos ambientales constitucionales eran meros manifiestos políticos, comentó Gay. Pero cada vez más, “los jueces de más y más países tienden a rechazar tales posiciones y a reconocer sus efectos vinculantes”.
Por ejemplo, en una demanda climática de alto perfil en Noruega, los grupos ambientalistas argumentaron que permitir la extracción de petróleo en el Ártico era inconstitucional. La Corte Suprema dictaminó que el Estado tenía la obligación de proteger a los ciudadanos de los daños ambientales.
Sin embargo, el tribunal dictaminó que los permisos de perforación aún no infringían el derecho, en parte porque el Estado no debería ser responsable de las emisiones del petróleo que exporta.
Francia, sin embargo, dio un paso más. La ley de “deber de vigilancia”, introducida en 2017, responsabiliza a las empresas de prevenir las violaciones de los derechos humanos o del medio ambiente en todas sus cadenas de suministro, explicó Sebastién Mabile, abogado medioambiental de la firma de servicios legales Seattle Avocats.
Evidentemente, el derecho a un medio ambiente saludable requiere algunos ingredientes adicionales para funcionar bien, entre ellos, la voluntad de hacer cumplir la ley. Además necesita de sistemas judiciales libres de influencia política, algo de lo que no gozan la totalidad de los 110 países que cuentan con este derecho en sus constituciones.
Los derechos humanos son más efectivos cuando se combinan con otros derechos constitucionales y leyes que facilitan a las personas acudir a los tribunales y obtener información sobre sus derechos, agregó Jeffords.
Y la protección ambiental tiene que ir de la mano con otros derechos humanos, agregó Moodley, señalando a los gobiernos que han desalojado a las comunidades indígenas de las áreas protegidas en nombre de la conservación.
Sin embargo, cuando se utilizan correctamente, como en América Latina, los derechos constitucionales pueden proteger los derechos humanos y la naturaleza, y sin obstaculizar el desarrollo económico; Costa Rica se considera un país de ingresos medianos altos, y sus principales exportaciones son la electrónica, el software y el ecoturismo.
Más países están considerando adoptar pronto el derecho a un medio ambiente saludable, ya sea en sus constituciones o en la legislación general, incluidos Argelia, Gambia, Chile, Canadá y Escocia. Pero algunos de los más ricos del mundo, como el Reino Unido, Estados Unidos, China y Japón, aún no lo consideraron oficialmente.
Mientras tanto, Boyd todavía aboga por el reconocimiento a nivel de la ONU, lo que podría obligar a más países a reconocerlo y fortalecerlo, y crear formas de hacer que los países rindan cuentas en el escenario internacional. A menudo se dice que los derechos humanos tienen sus raíces en los errores.
La Declaración de Derechos Humanos de la ONU en 1948 surgió de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial. En aquel entonces, sus autores no podían prever una crisis ambiental global, ni una gran cantidad de investigaciones científicas que demostraran la importancia de la naturaleza para el bienestar humano.
Pero se podría decir que estos documentos están destinados a evolucionar y adaptarse a las nuevas amenazas para las personas. “Si continuamos por el camino en el que estamos, entonces estaremos en serios problemas desde la perspectiva de los derechos humanos”, advirtió Boyd.
“Debemos dar un paso adelante y tomar las acciones que sabemos que son necesarias y factibles para proteger y restaurar este hermoso planeta nuestro”, concluyó.
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