El déjà vu de Saigón: la marcha de los talibanes sobre Kabul y los ecos de los últimos días de la Guerra de Vietnam
En 1975, norteamericanos y vietnamitas fueron rescatados en helicópteros, mientras otros miles trepaban desesperados por las rejas de la embajada de Estados Unidos.
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WASHINGTON.- Cuando el subasesor de seguridad nacional entró en la oficina y le entregó una nota en la mano, el presidente Gerald Ford estaba reunido con su gabinete de energía. El mensaje advertía sin medias tintas que la caída de Saigón era inminente, mucho antes de lo previsto.
El Congreso y el Pentágono lo venían presionando desde hacía semanas para acelerar la evacuación de los norteamericanos y sus aliados survietnamitas, y el tiempo se agotaba.
Ese fue la situación que enfrentó Ford aquella tarde del 28 de abril de 1975, y es la historia que hoy se repite. Tras 20 de intervención norteamericana, el movimiento talibán marchó el domingo por la mañana sobre Kabul, capital de Afganistán, mientras Estados Unidos evacuaba desesperadamente a su personal diplomático y aceleraba el rescate y relocalización de los afganos que habían contribuido con loa militares norteamericanos. En el complejo de la embajada de Estados Unidos en Kabul, el aterrizaje y despegue de helicópteros empezó el domingo antes del amanecer, y también se observó la salida de hileras de vehículos blindados. Del techo de la embajada salía una columna de humo negro: eran los diplomáticos norteamericanos quemando documentos para impedir que cayeran en manos de los talibanes, dijeron en forma reservada varios oficiales militares de Estados Unidos.
En 1975, Ford se reunió con su Consejo de Seguridad Nacional en el Salón Roosevelt. Aunque Richard Nixon, su predecesor, había retirado a las tropas norteamericanas de la guerra dos años antes, en Saigón todavía quedaban los diplomáticos, los funcionarios de inteligencia, y un pequeño numero de miembros del servicio activo. Algunos estaban de la Agregaduría de Defensa en la Base Aérea de Tan Son Nhut, otros en la sede de la embajada en el centro de la ciudad, y algunos estaban en sus casas. Pero a ellos se sumaban miles de survietnamitas que habían colaborado con Estados Unidos y que imploraban ayuda para escapar.
Ford ordenó la evacuación en la aeronave C-130, pero horas más tarde con dos aviones patrullas sobrevolando el lugar, los militares llegaron a la conclusión de que el C-130 no podría aterrizar. De un lado de la pista, los esperaban dos pelotones de tropas norvietnamitas, y del otro, el equipo survietnamita abandonado y miles de refugiados desesperados por subirse a un avión.
Era tarde de noche en Washington y mediodía del día siguiente en Saigón cuando Kissinger le avisó a Nixon por teléfono lo que estaba pasando. Casi al mismo tiempo, el embajador norteamericano en Vietnam del Sur, Graham Martin, le informó a la Casa Blanca que el personal de la embajada tenía bloqueada el camino al aeropuerto. La vía marítima también estaba bloqueada. La única salida eran los helicópteros.
Se emitió la señal predeterminada para la salida de los norteamericanos de Saigón: el servicio de radio del ejército empezó a transmitir la canción “White Christmas” en continuado. Había empezado la Operación Frequent Wind, la mayor evacuación en helicópteros que jamás se haya intentado.
Durante las próximas 19 horas, más de 80 helicópteros, cada uno con capacidad para 50 personas, trasladaron a norteamericanos y vietnamitas a la seguridad de los barcos de la Marina de Estados Unidos que esperaban en el Mar de la China Meridional. Cada 10 minutos, un nuevo helicóptero aterrizaba en la playa de estacionamiento de la embajada o en el atestado aeropuerto para cargar a un nuevo contingente. Miles de civiles trepaban las paredes de la embajada con la esperanza de subirse a algunos de esos helicópteros, mientras el personal consular tramitaba visas a destajo en el momento.
En un edificio departamentos de Saigón, quedó atrapado un grupo de empleados diplomáticos y de inteligencia junto con su personal vietnamita, así que los helicópteros comenzaron a realizar intrépidos aterrizajes en la reducida terraza del edificio para rescatarlos. Desde un hotel a 800 metros de distancia, el fotógrafo de la agencia de noticias United Press International, Hubert Van Es, tomó una foto de esta evacuación que se convirtió en la imagen más icónica de la caída de Saigón. (Ese edificio de departamentos a veces es erróneamente identificado como la embajada).
A las 4 de la madrugada del 30 de abril llegó la orden de que a bordo de los vuelos restantes solo se permitiría a ciudadanos norteamericanos. A las 5, el embajador recibió la orden de subirse al siguiente helicóptero. Si se negaba, los marines que lo escoltaban estaban autorizados a arrestarlo. Los últimos 200 estadounidenses, en su mayoría marines, tuvieron que atrincherarse en el techo para mantener fuera a todos los demás.
Para las 7:53, cuando despegó el último helicóptero estadounidense, habían sido rescatadas más de 7000 personas: 5500 civiles vietnamitas y unos 1500 estadounidenses, según el Departamento de Estado. Se estima que atrás quedaron otros 450 refugiados. En cuestión de horas, los survietnamitas anunciaron su rendición incondicional: la Guerra de Vietnam había llegado a su fin.
Sin embargo, ese no fue el final del rescate. Los refugiados seguían acercándose a la flota estadounidense en barcos y a bordo de helicópteros de Vietnam del Sur. Eran tantos los helicópteros survietnamitas que aterrizaban sobre los barcos norteamericanos, que muchos tuvieron que ser arrojador al mar para dejar espacio a los que seguían llegando.
Mientras tanto, Ford emitía un comunicado desde la Casa Blanca:
“Con esta acción se cierra un capítulo de la experiencia de Estados Unidos. Les pido a todos los estadounidenses que estén más unidos que nunca, que eviten las recriminaciones sobre el pasado, que miremos hacia adelante, hacia los muchos objetivos que compartimos, y que trabajemos juntos en las grandes tareas que nos quedan por cumplir.”
Traducción de Jaime Arrambide
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