El debut del McDonald’s ruso, una muestra de la sorprendente capacidad de recuperación de la economía
El alza mundial de los precios de la energía, la razonable capacidad de sus industrias y la diversificación de los mercados mermaron el impacto de las sanciones occidentales sobre Moscú
- 8 minutos de lectura'
MOSCÚ.- Esta semana Yegevny Shumilkin volvió a trabajar, y para prepararse tuvo que arrancar la “M” de la que fuera su camisa de empleado de McDonald’s y tapar la “M” de su campera de McDonald’s con el escudo de la bandera de Rusia.
“Vamos a servir las mismas hamburguesas, pero con otro nombre” promete Shumilkin, que hace mantenimiento de los equipos en uno de los locales de Moscú.
Este fin de semana, los locales de McDonald’s reabrieron en toda Rusia, pero sin sus característicos arcos dorados. Tras la salida del gigante norteamericano de la comida rápida como protesta por la invasión ordenada por el presidente Vladimir Putin a Ucrania, un petromillonario de Siberia se compró los 840 locales de la cadena en toda Rusia. Y como prácticamente todos los ingredientes ya se producían dentro del país, prometen que la comida seguirá siendo básicamente igual.
El enroque podría funcionar, y dejar demostrada la asombrosa resiliencia de la economía rusa frente al más severo bombardeo de sanciones que Occidente le haya asestado a algún país. La guerra ya lleva tres meses y medio, y ha quedado claro que las sanciones —y el aluvión de empresas occidentales que abandonaron voluntariamente Rusia— no lograron desarticular por completo la economía rusa ni generar una oleada de agitación popular contra Putin.
Rusia pasó gran parte de los 22 años de Putin en el poder integrándose a la economía mundial: desbaratar eso vínculos comerciales tan extensos y tan imbricados no resultó tan fácil como podía parecer.
Por supuesto que los efectos de las sanciones serán profundos y de gran alcance, y sus consecuencias recién están empezando a sentirse. Economistas y empresarios coinciden en que el nivel de vida de los rusos ya empezó a caer, y que la situación muy probablemente empeore, ahora que el stock de importaciones se empezó a agotar y las empresas anunciaron nuevas rondas de despidos.
Tal vez el “Big Mac Ruso” logre engañar, pero hay otros intentos caseros que probablemente se queden cortos frente a los estándares occidentales. El primer modelo post-sanciones del Lada Granta —un sedán ruso coproducido por Renault antes de que la automotriz francesa se fuera del país, hace dos meses— salió de la línea de montaje de la planta del Volga el miércoles pasado: no tiene airbags, ni controles de contaminación, ni sistema antibloqueo de ruedas ABS.
De todos modos, la caída económica no fue estrepitosa como lo pronosticaban algunos expertos tras la invasión del 24 de febrero. La inflación sigue alta, alrededor del 17% interanual, pero viene bajando desde el pico del 20% del mes de abril. Y el índice de Gerentes de Compras de S&P, una medición de la actividad fabril global muy consultada, muestra que en mayo la producción de Rusia volvió a crecer, por primera vez desde que empezó la guerra.
Todas esas noticias positivas responden a una combinación de factores que están jugado a favor de Putin. Y el principal de todos es el alto costo de la energía, que permite que el Kremlin siga financiando su guerra y a la vez pueda dar aumentos de sueldos y jubilaciones para dejar contentos a los rusos de a pie. Este año, los ingreso por exportaciones de petróleo de Rusia creció un 50%.
Además, el hábil manejo del Banco Central ruso supo evitar una corrida en los mercados financieros y favoreció la recuperación del rublo tras su derrumbe inicial tras la invasión. Las góndolas de los supermercados, por su parte, siguen abastecidas, gracias a la amplitud de stock y las rutas de importación alternativas a través de Turquía y Kazajstán, y también al hecho de que los consumidores rusos están comprando menos.
De hecho, ni el nuevo Lada Granta tampoco es el pedazo de chatarra que algunos predijeron que sería: a pesar de la falta de componentes importados, el nuevo modelo viene con dirección asistida y levantavidrios eléctrico. “Nada está tan mal como decían que estaría”, proclama una automotriz rusa desde su sitio web.
Relato sobre Rusia
La resiliencia de la economía rusa refuerza el juego de Putin y su relato de que Rusia no se doblegará ante los intentos de Occidente de destruirla. El jueves, el mandatario ruso se reunió con jóvenes empresarios, como una demostración de que incluso mientras libra una guerra está decidido a mantener el funcionamiento de la economía y el flujo del comercio exterior. Aunque Occidente no haga negocios con Rusia, recalcó Putin en el encuentro, el resto del mundo lo hará.
“No vamos a cerrar nuestra economía”, dijo Putin a una joven empresaria que le preguntó sobre los efectos de las sanciones. “El que trate de limitarnos se estará limitando a sí mismo”.
Para los ricos, todavía hay amplia disponibilidad de iPhones y artículos de lujo, pero son más caros y llegan a Rusia desde Medio Oriente y Asia Central. Los pobres, por el contrario, sufren el alza de los precios, pero lo compensarán con el aumento del 10% en las jubilaciones y el salario mínimo anunciado por Putin el mes pasado.
La más afectada por las disrupciones económicas es la clase media urbana. Los bienes y servicios importados ahora son más difíciles de conseguir, los empleadores occidentales se están retirando de Rusia, y viajar al extranjero es cada vez más difícil y prohibitivamente caro.
Pero Natalya Zubarevich, experta en geografía social y política de la Universidad Estatal de Moscú, señala que muchos rusos de clase media no tendrán más remedio que adaptarse a un nivel de vida más bajo: al menos la mitad de la clase media rusa trabaja para el Estado o para empresas estatales.
“Las sanciones no van a detener la guerra”, dice Zubarevich en entrevista telefónica desde Moscú. “La opinión pública rusa lo aguantará y se adaptará, porque sabe que no tiene forma de influir en el Estado.”
Chris Weafer, consultor macroeconómico especializado en temas rusos, les envió la semana pasada una nota a sus clientes donde reconoce que “algunas de nuestras suposiciones anteriores estaban equivocadas”. La inflación y la contracción de la economía de Rusia resultaron ser menos graves que lo esperado, decía la nota. Su empresa, Macro-Advisory Eurasia Strategic Consulting, revisó su pronóstico para reflejar una caída menor del PBI ruso durante este año —del 7% anterior al 5,8% actual—, y a la vez pronosticó que la recesión en Rusia se extenderá hasta el año próximo.
Entrevistado telefónicamente, Weafer describe el futuro económico de Rusia como “más gris y más débil”, con ingresos más bajos, pero con disponibilidad de bienes y servicios básicos. Una importante empresa de jugos, por ejemplo, ya avisó a sus clientes que en poco tiempo sus envases vendrán impresos en blanco y negro, debido a la escasez de tintas importadas.
“La economía rusa avanza hacia una fase de cuasi estancamiento que permite evitar un colapso”, dice Weafer. “Es un nivel de economía básica que Rusia puede sostener durante bastante tiempo”.
Y el viernes, con la inflación ya controlada como telón de fondo, el Banco Central de Rusia redujo su tasa de interés de referencia al 9,5%, el mismo que antes de la invasión. El 28 de febrero, lo había elevado al 20% para tratar de evitar una corrida financiera. Y el rublo, tras caer en picada durante los días posteriores a la invasión, ahora cotiza a su nivel máximo de los últimos cuatro años.
Una de las razones de la inesperada fortaleza del rublo es el aumento de la demanda mundial de energía a raíz de la pandemia. Solo en junio, el gobierno ruso espera una renta inesperada de más de 6000 millones de dólares, debido al auge del precio de la energía a nivel mundial, según informó la semana pasada el Ministerio de Finanzas ruso.
Por su parte, los consumidores rusos están gastando menos, lo que termina de apuntalar la cotización del rublo y da tiempo a las empresas para establecer nuevas rutas y proveedores para sus importaciones, antes de quedarse sin stock.
Sin embargo, los funcionarios rusos reconocen que tal vez lo peor para su economía todavía está por venir. Elvira Nabiullina, directora del Banco Central, dijo el viernes que si bien “el efecto de las sanciones no ha sido tan agudo como temíamos al principio, sería prematuro afirmar que ya hemos sentido plenamente su impacto.”
No está claro, por ejemplo, de dónde sacarán las empresas rusas los microchips que se utilizan en la fabricación de una amplia variedad de productos. En la reunión de Putin con el grupo de jóvenes empresarios, un desarrollador de tecnología dijo estar “muy preocupado por nuestra industria microelectrónica”.
Putin lo interrumpió: “Para ser honesto, yo también.”
Anton Troianovski e Ivan Nechepurenko
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
Otras noticias de Guerra en Ucrania
Tras la denuncia de Kiev. Putin anunció que Rusia probó un nuevo misil contra Ucrania y advirtió que el conflicto ahora es “global”
Con capacidad nuclear. Ucrania denuncia que Rusia disparó por primera vez un misil intercontinental
5800 kilómetros de alcance. Cómo es el misil intercontinental RS-26 Rubezh que lanzó Rusia, según Ucrania
Más leídas de El Mundo
Nueva fase. El juego político en las potencias mundiales que explica la última escalada en la guerra de Ucrania
Tensión en Ucrania. EE.UU. y países europeos cierran sus embajadas en Kiev ante el riesgo de un “ataque aéreo significativo” de Rusia
Quién es Carlo Acutis. El “influencer de Dios” al que el Vaticano hará santo tras atribuirle el milagro de curar a una joven costarricense
Derrumbe. Es uno de los hombres más ricos del mundo y perdió 12.500 millones de dólares en un día por una trama de sobornos