El debate tóxico sobre la guerra en Gaza se cuela en las internas de varios países europeos
Varias naciones han quedado atrapadas en discusiones fuera de lugar que están contaminando las campañas electorales con exabruptos incendiarios sobre el conflicto
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LONDRES.- En el interior del Parlamento británico, los legisladores se levantaron intempestivamente de sus bancas y abandonaron el recinto mientras abucheaban al presidente de la Cámara de los Comunes por su manejo de la votación de una propuesta que reclama un alto el fuego inmediato en la Franja de Gaza.
Afuera, en las calles, una multitud de manifestantes propalestinos proyectaba el eslogan “desde el río hasta el mar” sobre la fachada del Big Ben, desatando una ola de denuncias de quienes lo consideraron un grito de guerra para hacer desaparecer del mapa a Israel.
Las caóticas escenas que se vivieron la semana pasada en Londres reflejan las profundas repercusiones que está teniendo la guerra de Israel en Gaza en lugares mucho más allá de Medio Oriente. Desde Estados Unidos hasta Europa, el atroz ataque de las milicias de Hamas el 7 de octubre y la devastadora respuesta de Israel han exacerbado las pasiones, sacudido el tablero político y fogoneado las tensiones internas en las comunidades judía y musulmana.
Y la pelea no es solo por la irresoluble cuestión de la paz, la guerra y sus derivaciones éticas y morales. En Gran Bretaña, los partidos políticos y la opinión pública no están realmente tan divididos en cuanto a la respuesta que hay que dar: una contundente mayoría quiere un alto el fuego. Por el contrario, lo que se ha convertido en la piedra del escándalo que se arrojan unos y otros es la crisis humanitaria que viven los gazatíes.
El gobernante Partido Conservador aprovechó los comentarios antiisraelíes de un candidato laborista al Parlamento para acusar al Partido Laborista de no erradicar el antisemitismo de entre sus filas. Y los laboristas apuntaron a los despectivos comentarios de un legislador conservador sobre el alcalde musulmán de Londres como evidencia de una islamofobia latente entre los conservadores.
Ambos partidos maniobraron frenéticamente en el Parlamento por la cuestión del pedido de alto el fuego, pero no por un desacuerdo de fondo, sino porque los conservadores vieron la oportunidad de sacar a la superficie divisiones dentro del Partido Laborista sobre el respaldo inicial de Gran Bretaña a Israel.
“Es un claro ejemplo de una cuestión realmente grave que queda distorsionada por el prisma de la política partidista de Gran Bretaña”, dice Steven Fielding, profesor emérito de historia política en la Universidad de Nottingham.
En Estados Unidos, la furia de algunos demócratas por el firme apoyo del presidente Joe Biden a Israel impulsó una moción de protesta en las primarias de Michigan de esta semana, y quedó planteada la duda de si la guerra en Gaza no terminará alterando el resultado de una elección presidencial muy reñidas.
En Francia, la presión de la enorme población musulmana obligó al presidente Emmanuel Macron a abandonar su postura proisraelí. En Alemania, que carga con la sombra de su responsabilidad en el Holocausto, el apoyo a Israel sigue siendo un principio rector, pero en los últimos días la ministra de Relaciones Exteriores, Annalena Baerbock, empezó a enfatizar la importancia de la “supervivencia de los palestinos”.
Fantasmas
El conflicto también ha conjurado a muchos fantasmas en la política británica: cuando Lee Anderson, un legislador conservador sin pelos en la lengua, dijo que los “islamistas” habían “tomado el control” de Sadiq Khan, el alcalde de Londres, estaba apelando al tipo de sentimiento antimusulmán que estalló hace dos décadas cuando Londres fue blanco de una seguidilla de atentados terroristas de militantes islámicos.
Y cuando el candidato laborista Azhar Ali afirmó que Israel “había permitido” el ataque sorpresa de Hamas, avivó el fantasma del antisemitismo que contaminó al Partido Laborista hace unos años, cuando era liderado por Jeremy Corbyn. El líder actual del laborismo, Keir Starmer, purgó a Corbyn del partido como parte de una campaña para erradicar el prejuicio antijudío. Y ahora también le retiró el apoyo del partido a la candidatura de Ali.
“Desde el mandato de Corbyn al frente del partido, la batalla cultural en torno a Israel se reavivó como no ocurría hace dos décadas”, apunta Daniel Levy, director del Proyecto Estados Unidos/Medio Oriente, un grupo de investigación con sede en Londres y Nueva York.
Levy reconoce que muchos legisladores actuaron por convicción en el tema de Gaza, pero agrega que la furia desatada de estas últimas dos semanas tiene menos que ver con el creciente número de muertos o la mejor forma de manejar al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que con la controvertida historia y la política que siempre rodea las cuestiones judías y musulmanas en Gran Bretaña.
A fin de año los laboristas tendrán que enfrentar a los conservadores en elecciones generales. Pero como los laboristas mantienen una ventaja de un 20% o más en las encuestas, los analistas consideran poco probable que el conflicto en Gaza incline el resultado de las elecciones.
En las últimas semanas, el gobierno del primer ministro Rishi Sunak también modificó su posición sobre el conflicto, al punto de que ya no se distingue de la postura opositora. La semana pasada, durante su viaje a las Islas Malvinas, su secretario de Relaciones Exteriores, David Cameron, reclamo un alto el fuego y dijo que los combates deben cesar “ya mismo”.
“David Cameron y Keir Starmer tienen la misma posición sobre Israel-Gaza, y ambos tienen la misma posición que dos tercios de la opinión pública”, apunta Sunder Katwala, director de British Future, un instituto de investigación sobre inmigración, identidad y raza.
Mark Landler
(Traducción de Jaime Arrambide)
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