El debate por los uniformes escolares divide a la política de Francia
La dirigencia volvió a discutir la conveniencia o no de imponerlo, e incluso la esposa del presidente, Brigitte Macron, sentó postura
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PARÍS.- ¿Brigitte Macron es la ministra de la Educación de Francia? ¿O acaso es consejera oficial de la presidencia de la República? En todo caso, la esposa del jefe del Estado francés acaba de tirar una piedra en las ya agitadas aguas de la política interior del país, interviniendo inesperadamente en el actual debate sobre la conveniencia o no de imponer el uniforme en las escuelas.
“Yo llevé uniforme siendo alumna: 15 años de falda y pullover azul marino. Y lo viví muy bien. El uniforme borra las diferencias, se gana tiempo y dinero. Estoy a favor de esa medida. Pero con un uniforme simple y, sobre todo, que no sea triste”, dijo la exprofesora de 69 años durante una entrevista donde respondía a preguntas de los lectores.
Si su comentario podía parecer anodino, se produce en el mismo momento en que los diputados de la Reunión Nacional (RN), el ex Frente Nacional de Marine Le Pen, presentaron esta semana un texto en el Parlamento preconizando el uso del uniforme en los establecimientos escolares.
Algunos calificaron el episodio de “paso en falso” o de “momento mal elegido”. El periódico italiano Il Giornale fue todavía más lejos, escribiendo que “Brigitte se alinea con Le Pen… y al mismo tiempo coloca en una difícil situación a su marido”.
Sin embargo, RN no es el único partido político francés a favor de la medida: también la propone la derecha conservadora de Los Republicanos (LR) e incluso algunos diputados de Renacimiento, la formación presidencial. Todos defienden la idea del uniforme para borrar las diferencias sociales y respetar el laicismo en los establecimientos educativos.
También son numerosos los partidarios del uniforme en la escuela en la sociedad. Cerca de seis franceses de cada diez (59%) se declararon favorables en un sondeo de CSA, publicado anteayer. Aun cuando la posición no sea la misma en todas las generaciones. Así, los franceses de 65 años y más se declaran a favor (66%), mientras que los de la franja de 18-24 son más refractarios (35%).
El problema reside en que la propuesta de la extrema derecha es todo menos banal. El movimiento de Marine Le Pen defiende la medida con el fin explícito de contrariar la “presión” de los “islamistas”, que tratarían -según afirman- de imponer sus signos exteriores religiosos en la escuela (abayas, qamis, pañuelos islámicos, etcétera). Un proyecto que responde, sobre todo, a la estrategia de “diabolización” de los musulmanes y, de paso, a reafirmar el ADN del movimiento, innegablemente racista y xenófobo.
Tampoco es esta la primera vez que el debate se plantea en Francia. Es tan recurrente, que hasta suele ser calificado de “cantinela”. En 2003, el ministro de Educación nacional, Xavier Dercos, sugirió el retorno del uniforme para el conjunto de los escolares con el fin de suprimir “las diferencias visibles de nivel social o de fortuna”. El proyecto no prosperó, pero el tema volvió regularmente al debate político, sobre todo por iniciativa de la derecha. Tanto Marine Le Pen, como François Fillon -el desdichado candidato de la derecha en las elecciones de 2017- lo inscribieron en sus programas presidenciales.
El actual responsable de la cartera, Pap Ndiaye, desechó la idea, rechazando “una ley que vendría a imponer una vestimenta escolar” a los alumnos.
En todo caso, y contrariamente a la creencia popular, el uniforme nunca fue obligatorio en Francia. Cada establecimiento tiene, sin embargo, la autorización de imponerlo. Ampliamente abandonado después del Mayo del 68, solo subsiste en un puñado de escuelas, en su gran mayoría privadas. No sucede lo mismo en los departamentos de ultramar, donde el uniforme es muy común desde el jardín de infantes hasta el secundario.
Sus defensores señalan que el uniforme está muy presente en las escuelas de Gran Bretaña e Irlanda, que lo imponen -desde hace varios siglos- en la mayoría de sus establecimientos de primaria y secundaria. Lo mismo sucede en los países del Commonwealth, mientras que Canadá y Estados Unidos lo limitan a las escuelas privadas y religiosas. Por el contrario, tanto en África, como en Asia y en algunos países de América del Sur, suele ser la norma.
Muchos miran ahora hacia el Palacio del Elíseo, esperando la reacción del presidente. Pero Emmanuel Macron ya expresó a su manera lo que su esposa, con otras palabras, no hizo más que apoyar esta semana. En una larga entrevista con el semanario Le Point, el jefe del Estado se comprometió como nunca sobre la cuestión del pañuelo islámico en la escuela: “Soy intratable ante los intentos de velar las niñas en la escuela. Porque la escuela es el sitio de formación de las conciencias. Sobre la cuestión, es imposible ceder, explicando al mismo tiempo a las familias […] que esa libertad de conciencia que defendemos con la ley es el mayor signo de respeto”, dijo. Y concluyó: “Los que defienden el islamismo político son aquellos que no viven bajo su yugo”.
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