Por qué en el futuro veremos como un profundo error lo que está sucediendo en Gaza
Israel tiene todo el derecho a defenderse y luchar contra los terroristas. ¿Pero es ésta realmente la mejor manera?
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JERUSALÉN.- La decisión más trascendental que tendrá que tomar Israel en los próximos días es con cuanta dureza seguir castigando la Franja de Gaza. ¿Debería emprender una invasión terrestre de un mes de duración, seguir con bombardeos aéreos a gran escala, permitir el ingreso de combustible en Gaza para que los hospitales sigan funcionando?
En la semana que llevo reportando desde Israel y Cisjordania, he tratado de escuchar y aprender. Así que quiero compartirles por qué creo que algún día miraremos retrospectivamente este momento como un profundo error moral y político.
Pero déjenme empezar con la opinión de alguien muy inteligente y que no piensa lo mismo.
Ehud Barak, general retirado israelí, exministro de Defensa y exprimer ministro, conoce mejor que nadie los desafíos militares que implica la toma de Gaza. En 2009 tuvo a su cargo una masiva ofensiva terrestre contra Hamas. Lo pasé a visitar por su casa de Tel Aviv y nos sentamos a conversar en su estudio, rodeados de una colección de caricaturas enmarcadas que se burlan de él –Barak es un hombre duro– y allí defendió la invasión terrestre como única forma de terminar con Hamas.
“No existe otra forma que mandando decenas de miles de botas al terreno”, dice el curtido militar, pero reconoce que será una tarea cruenta y prolongada. Barak estima que hay un 50% de probabilidades de que esa invasión derive en una guerra con Hezbollah en el norte, además del riesgo de ataques de milicias sirias de las Alturas del Golán y de gran agitación en Cisjordania.
Barak también advierte que pasados unos meses, cuando Israel esté listo para retirarse de Gaza, también le costará encontrar a quién entregarle el territorio. Pero le parece imaginable que Israel le entregue el control de Gaza a una fuerza árabe multilateral que más tarde se lo transfiera a la Autoridad Palestina. Sopesándolo todo, Barak cree plausible que Israel destruya la mayor parte de la capacidad bélica de Hamas, logre establecer una zona de “no avanzar” a lo largo de la frontera, y a continuación se retire.
Por mi parte, dudo que tanto la invasión como la transferencia de mando salgan bien, en parte por lo que hemos observado con tantas operaciones militares que arrancaron con optimismo y terminaron en empantanamientos de sangre. Pero Barak también dijo otra cosa importante: que ahora Israel finalmente pondrá fin a la política de Benjamin Netanyahu de fomentar a Hamas.
¿Qué? ¿Israel apoyaba a Hamas?
Efectivamente. Bajo el gobierno de Netanyahu, Israel aprobó la transferencia de más de 1000 millones de dólares a Gaza desde Qatar –destinados a cubrir gastos de salarios y energía–, pero parte de esos fondos fueron a parar a manos del brazo militar de Hamas, según informó el diario israelí Haaretz. El objetivo de Netanyahu, según Barak y otros israelíes, era apuntalar a Hamas para debilitar a su rival, la Autoridad Palestina, y así dinamitar la idea de la “solución de dos Estados”. Al parecer el propio Netanyahu lo dijo en 2019: “Quienes quieran frustrar cualquier posibilidad de un Estado palestino deberían fortalecer a Hamas y transferirle dinero a Hamas”.
Ahora ese chorro de dinero seguramente se va a cortar, perjudicando a Hamas más que 10.000 bombas.
Israel tiene derecho a defenderse y a atacar objetivos militares en Gaza, y la comunidad internacional debería presionar más fuerte a Hamas para que libere a los rehenes. Mis años de reportar desde Gaza me han convencido de que los palestinos estarían mucho mejor sin Hamas. En Estados Unidos hay muchos progresistas que no entienden lo opresivo, misógino, homofóbico y económicamente inepto que es Hamas en Gaza, por no hablar de su largo historial de atentados terroristas en Israel. Y por eso hay tantos palestinos que no quieren saber más nada con Hamas.
“Hamas se gasta la plata en cavar túneles, no en invertir en la gente”, me dijo una mujer palestina, que quedó varada en Jerusalén, donde su hijo está recibiendo tratamiento contra el cáncer en un hospital palestino.
En Gaza están tan desesperados desde hace tantos años, dice la mujer, que muchos jóvenes sueñan con el honor de morir a manos de los israelíes y convertirse en “mártires”. Está en contra de la muerte de civiles de ambos bandos, y ahora llora todas las noches pensando si su esposo y sus otros hijos que están en Gaza no serán víctimas de los bombardeos.
Su hijo con cáncer está sentado ahí cerca, mirando videos en el celular de su mamá. Me inclino para ver qué está mirando: son videos del bombardeo de su barrio en TikTok.
El chico tiene la mirada clavada en un video que muestran las canchitas de fútbol que están cerca de su casa reducidas a escombros, o imágenes satelitales de manzanas enteras que quedaron pulverizadas. Nadie sabe cuántos hay atrapados entre los escombros, pero algunos palestinos me dijeron que se escuchan alaridos provenientes de los edificios colapsados. Y como no tienen equipos ni nada para rescatarlos, en algún momento los gritos se silencian, y el hedor aumenta…
A pesar de su oposición a Hamas, la mujer dice que la indignación por los ataques de Israel probablemente haga que aumente el apoyo a Hamas en la Franja.
Amal, una joven muy informada que está en Gaza, me contó por WhatsApp que las víctimas que conoce son en su mayoría civiles. Se la escuchaba realmente desesperada.
“Con el bombardeo constante dejás de sentirte un ser humano, como si tu alma no importara nada”, me dijo Amal. “Nos están masacrando”.
Una chica de 16 años de Gaza compartió este testimonio a través de Save the Children: “Es como si estuviéramos pagando con sobreprecio un pecado que no cometimos. Siempre estuvimos y siempre estaremos del lado de la paz”.
Ahora que Israel está a punto de escalar esta guerra, hay dos puntos que conviene analizar. El primero es de orden pragmático: ¿con un sitio y una invasión terrestre a gran escala se puede eliminar exitosamente a Hamas?
Lo dudo, y cuando los oigo hablar de una invasión para sacar a Hamas, siento la misma pesadumbre que en 2002 y 2003, cuando los escuchaba a los halcones prometer alegremente que liberarían Irak. Que sea bueno eliminar a un régimen brutal no implica que sea factible en lo inmediato: si no, pregúntenles a los talibanes.
La cuestión de quién se hará cargo de la devastada Gaza después de meses de guerra también me resulta extremadamente dudosa. El excanciller de Egipto, Nabil Fahmy, ya avisa que no será su país.
“Me resulta inimaginable que una fuerza internacional esté dispuesta a agarrar lo que quede de ese lugar”, dice Fahmy, y agrega que la invasión israelí difícilmente logre destruir a Hamas y que muy probablemente fomente la radicalización en Gaza. En su opinión, además, con su desprecio por las vidas de los palestinos, el presidente Joe Biden ha dañado la reputación de Estados Unidos en la región.
El segundo prisma a través del cual analizar el actual conflicto es de orden moral, porque además de intereses tenemos valores.
Sospecho que dentro de algunas décadas, cuando miremos retrospectivamente este momento, los fracasos morales serán los que más lamentemos: la incapacidad de algunos de la izquierda –y muchos en el mundo árabe– de condenar el brutal ataque del 7 de octubre contra los israelíes, y la aceptación por parte de tantos estadounidenses e israelíes de que ese ataque deben pagarlo miles de niños y civiles palestinos durante la “potente venganza” de Israel, en palabras de Netanyahu.
Una encuesta les preguntó a los judíos israelíes si el sufrimiento de los civiles palestinos debía tenerse en cuenta a la hora de planificar la guerra en Gaza: el 83% dijo “en absoluto” o “no tanto”. Y tampoco puedo evitar sentir que, si bien proclamamos que todas las vidas tienen el mismo valor, Biden ha dado gran prioridad a los niños israelíes sobre los niños palestinos.
Lo que hay que agradecerle a Biden es haber desplazado de inmediato a la región dos grupos de portaaviones para ayudar a disuadir a Hezbollah y otras milicias de sumarse a la guerra. La Casa Blanca hizo bien en condenar los mensajes “grotescos” y “antisemitas” en algunos campus universitarios de Estados Unidos. Y la compasión de Biden por las víctimas de los ataques de Hamas fue tan sentida que acumuló capital político en Israel, pero hasta ahora no lo ha aprovechado para conseguir que llegue ayuda humanitaria a Gaza.
El secretario general de la ONU, António Guterres, condenó lo que llamó “claras violaciones del derecho internacional humanitario que estamos presenciando en Gaza”. La administración Biden, que se cansa de hablar de derecho internacional en Ucrania, vetó una resolución del Consejo de Seguridad que reclamaba “pausas” humanitarias para entregar ayuda en Gaza.
Todos los relatos que me llegaron desde Gaza esta semana, incluidos los de personas que desprecian a Hamas, sugieren que la cifra de víctimas civiles es espantosa. Un buen indicador es que al menos 53 miembros del personal de la ONU han muerto, entre ellos maestros, un ingeniero, un psicólogo y un ginecólogo. También han muerto más de 20 periodistas.
Y dentro de unos días el sufrimiento en Gaza será mucho peor, en parte porque los hospitales se están quedando sin gasoil e Israel no permite la entrada de combustible. Entiendo la razón: Hamas podría usarlo para sus fuerzas militares, y un vocero militar de Israel también me dijo que en la ONU son “alarmistas” que exageran la escasez. Sin embargo, si los hospitales se quedan sin combustible para los generadores, empezarán a morir los bebés de incubadora, los pacientes de diálisis o los que necesitan cirugía. El mayor riesgo sería para las 50.000 mujeres embarazadas que hay en Gaza actualmente.
“Estamos al borde del colapso”, dice Philippe Lazzarini, director de la agencia para los refugiados palestinos de la ONU.
El doctor Hussam Abu Safiya, médico del grupo de ayuda MedGlobal en Gaza, lo dice sin medias tintas: “Mañana, cuando se acabe el combustible, este hospital se convertirá rápidamente en una fosa común”.
Debido al bloqueo, Gaza también se está quedando sin insulina y anestésicos, apunta Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud.
El desafío que enfrenta Israel, por lo tanto, es agónico: está frente a un territorio vecino gobernado por terroristas bien armados que han cometido atrocidades inimaginables, que pretenden cometer más, y que ahora se refugian en túneles debajo de una población de más de 2 millones de personas. Una pesadilla. Pero con la cabeza fría, la verdadera pregunta es esta: ¿Qué políticas reducirían el riesgo en vez de exacerbarlo, respetando al mismo tiempo el valor intrínseco de la vida palestina y de la vida israelí?
Cada cual responderá a esa pregunta a su manera y no pretendo tener todas las respuestas. Pero creo que algún día miraremos hacia atrás con horror, tanto por la carnicería de Hamas en Israel como por el agravamiento de sufrimiento en Gaza del que somos cómplices.
Por Nicholas Kristof
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