El Dalái Lama: cómo mantener a raya la desesperanza
Una grieta ubicada en una barrera de hielo flotante en la Antártida terminó por romperse y produjo un iceberg enorme, el cual comenzó a flotar por los mares. Es una imagen apropiada para un mundo que está bajo presión y al borde de… bueno, de todo: listo para desprenderse y quedar en libertad. La temperatura política en el mundo va en aumento, se está debatiendo el futuro de la verdad y está rondando el fantasma de un conflicto nuclear. Pedimos a Su Santidad el Dalái Lama que compartiera su opinión respecto de cómo podemos salir adelante.
Estamos ante una época de gran incertidumbre y turbulencia en muchos rincones de nuestro planeta. Cuando se trata de hacer que el mundo sea un lugar mejor, la preocupación por los demás es fundamental.
Nuestro futuro depende en gran medida de nosotros mismos.
Dentro de cada uno existe el potencial de contribuir de manera positiva a la sociedad. A pesar de que, entre todos los individuos que hay en este planeta, uno solo puede parecer demasiado insignificante como para influir de forma trascendental en el curso de la humanidad, nuestros esfuerzos personales determinarán el rumbo hacia donde se dirigirá nuestra sociedad.
Adondequiera que voy, me considero tan solo uno de los 7000 millones de seres humanos que están con vida en la actualidad. Compartimos un deseo fundamental: lo único que queremos es vivir una vida feliz, y es nuestro derecho de nacimiento. No hay formalidades cuando nacemos ni tampoco cuando morimos. En medio de estos dos momentos, debemos tratarnos como hermanos y hermanas porque compartimos esta característica común: el deseo de paz y alegría.
Tristemente, enfrentamos todo tipo de problemas, muchos de los cuales provocamos nosotros mismos. ¿Por qué? Por la influencia de emociones como el egoísmo, la ira y el miedo.
Uno de los remedios más efectivos para enfrentar este tipo de patrones de pensamiento destructivo es cultivar la “bondad amorosa”, pensando en la unidad de todos los 7000 millones de seres humanos. Si consideramos las maneras en que somos todos iguales, se reducirán las barreras que nos separan.
La compasión realza nuestra calma y confianza en nosotros mismos, lo cual permite que nuestra maravillosa inteligencia humana funcione sin obstáculos. La empatía está instalada en nuestros genes: hay estudios que han demostrado que los bebés la experimentan a la tierna edad de cuatro meses. Las investigaciones han confirmado una y otra vez que la compasión lleva a una vida de éxitos y satisfacciones. ¿Por qué, entonces, no nos enfocamos más en cultivarla en la adultez? Cuando estamos enojados, nuestro juicio es unilateral, pues no somos capaces de tener en cuenta todos los aspectos de la situación. Con una mente en calma, podemos tener una visión más amplia de cualquier circunstancia que afrontemos.
La humanidad es rica en la diversidad que surgió de forma natural a partir de la gran expansión de nuestro mundo, desde la variedad de idiomas y maneras de escribir hasta nuestras diferentes normas sociales y costumbres. Sin embargo, cuando ponemos demasiado énfasis en la raza, la nacionalidad, la fe o nuestro nivel de ingresos o de educación, olvidamos la gran cantidad de similitudes que compartimos. Queremos un techo sobre la cabeza y comida en el estómago, sentirnos seguros y que nuestros hijos crezcan y sean fuertes. Mientras buscamos preservar nuestra propia cultura e identidad, también debemos recordar que somos uno al ser humanos y trabajar para mantener la calidez del corazón hacia todo lo que nos rodea.
En el siglo pasado, la tendencia para resolver los problemas por medio del uso de la fuerza fue invariablemente destructiva y perpetuó los conflictos. Si queremos que este siglo sea un periodo de paz, debemos solucionar los problemas mediante el diálogo y la diplomacia. Debido a que nuestras vidas están tan entrelazadas, los intereses de los demás también son los nuestros. Creo que adoptar actitudes divisivas se opone a estos intereses.
Debido a que nuestras vidas están tan entrelazadas, los intereses de los demás también son los nuestros.
Nuestra independencia conlleva ventajas e inconvenientes. Aunque nos beneficiamos de la economía global y de la capacidad de comunicarnos y saber lo que está sucediendo en todo el mundo de forma instantánea, también debemos enfrentar los problemas que nos amenazan a todos. En particular, el cambio climático es un desafío que nos obliga más que nunca a realizar un esfuerzo en conjunto para defender el bien común.
Para los que se sienten desamparados ante un sufrimiento infranqueable, tengan en cuenta que aún estamos en el albor del siglo XXI. Todavía hay tiempo para que podamos crear un mundo mejor y más feliz, pero no podemos relajarnos y esperar un milagro. Cada uno de nosotros debe realizar acciones: vivir nuestras vidas de manera significativa y al servicio de nuestro prójimo, ayudando a los otros siempre que podamos y haciendo todo nuestro esfuerzo para no lastimarlos.
Enfrentar las emociones destructivas y practicar la bondad amorosa no es algo que debamos hacer con la próxima vida, el cielo o el nirvana en mente, sino cómo debemos vivir en el aquí y el ahora. Estoy convencido de que podemos ser más felices como individuos, comunidades y humanidad cultivando la calidez del corazón y permitiendo que prevalezca la mejor versión de nosotros mismos.
© 2017 The Dalai Lama (El decimocuarto dalái lama, Tenzin Gyatso, es el líder espiritual del Tíbet y ganador del Premio Nobel de la Paz. Desde 1959, ha vivido exiliado en Dharamsala, al norte de la India).
Distribuido por The New York Times Syndicate
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