El crudo relato de los argentinos en la India: “La situación es caótica, tengo miedo”
Con un nuevo récord de casi 380.000 contagios en un solo día, el país ya suma 18 millones de casos y sus hospitales no dan abasto
- 5 minutos de lectura'
Cuando el empresario textil argentino Mariano Martínez, de 50 años, se radicó en Nueva Delhi hace 15 años, lo hizo atraído por los índices fascinantes de este país continente de 1300 millones de habitantes, con tasas de crecimiento de entre el 7% al 8 % anual. Ahora, son precisamente las cifras de la India lo que lo aterra. Con 18 millones de contagios y un nuevo récord de picos diarios este jueves de 379.257 casos, describe la situación como “caótica”.
“Tengo miedo. En un solo mes pasamos de 15.000 casos diarios a más de 300.000. En los hospitales la situación es caótica, no hay camas ni oxígeno, y parece que la nueva variante india es mucho más contagiosa. En mi condominio donde viven unas 800 personas hay más de cien contagiados que se tienen que quedar en sus casas. Los campos crematorios, que trabajan las 24 horas, hablan de más de un 30% de actividad, por lo que todos sospechan que las cifras de muertes son mucho mayores que las que da el gobierno”, cuenta Martínez en diálogo telefónico con LA NACION.
Para el empresario, dueño de la compañía Flormarina Private Ltd, “el problema fue el relajamiento que hubo en febrero y marzo. Como la situación parecía bajo control, el gobierno autorizó marchas políticas y fiestas religiosas multitudinarias. Y ahora el ‘monstruo’ se despertó”.
Martínez, casado con una mujer india con quien tienen una hija de 12 años, mira con preocupación las informaciones que dan los canales de televisión. “Siempre pensamos que los indios tenían más anticuerpos, porque son gente acostumbrada a convivir con virus y bacterias y que estaban preparados para enfrentar las epidemias. Pero parece que no era tan así. Ayer vi un informe de la BBC sobre la India y hablaban que con este rebrote, de los 204.000 muertos actuales, en agosto se va a llegar a un millón de casos fatales... terrible”.
La docente argentina Carina Bravo, de 53 años, que desde hace más de dos décadas vive en Gurugram, a 25 kilómetros de Nueva Delhi, donde da clases de español, relató también una situación gravísima entre sus compañeros de trabajo, alumnos y padres. “En este momento estamos con clases virtuales y en mis grupos de WhatsApp todos los días recibo mensajes de alguien que necesita que le digan dónde hay hospital con camas disponibles o dónde se puedan cargar tubos de oxígeno. Es muy angustiante”, contó Bravo.
La profesora, que está casada con un indio y tiene hijos nacidos allí de 18 y 21 años, atribuye el agravamiento de la situación a la falta de cuidados de la población. “En este momento mientras estoy hablando con usted, por la puerta de mi departamento está pasando un patrullero con las sirenas encendidas porque va a comenzar el toque de queda de las 18. Y muchos corren y se esconden porque la policía golpea con palos. Pero en un rato, cuando se fue la policía, vuelven a la calle con sus puestos ambulantes a vender verduras o lo que sea. La gente necesita tener un ingreso y el gobierno no da mucha ayuda económica”, dijo la docente argentina.
Bravo atribuyó también gran parte del agravamiento de la pandemia a la lentitud en el plan de vacunación. En la India, que paradójicamente es el mayor productor mundial de vacunas en general, sólo el 8,8% de las personas recibió al menos una dosis de inmunizante contra el Covid y apenas el 1,8% las dos dosis.
“Muchos empezaron a pagar por la vacuna en instituciones privadas, pero los precios subieron. De unas 250 rupias (3,3 dólares) se fue a 1000 rupias (13 dólares), una cifra que para la mayoría es inalcanzable para invertir en una vacuna”, señaló.
Así, Bravo relató situaciones dramáticas difundidas por los medios de comunicación. “En India hay gran parte de población rural que va a las ciudades solo a trabajar. Pero con el cierre de negocios y las limitaciones en la circulación muchos tuvieron que regresar a pie a sus aldeas. Y hay historias de gente, enferma de Covid, que se ha muerto mientras caminaba de regreso hacia su pueblo. Murieron en las calles”.
A sus 29 años, la argentina Dalma Andrade llegó en enero del año pasado a Dharamshala, en el norte del país, con la idea de hacer un curso de tres meses de yoga. Pero la pandemia y el confinamiento la sorprendieron. Las fronteras se cerraron y con el paso de los meses comenzó a dar clases y trabajar en restaurantes y poco a poco se fue haciendo a la idea de vivir en la India. “La gente es muy agradable y acogedora”, resumió. Para Andrade, una de las principales causa de la velocidad de la expansión de la pandemia, tiene que ver con lo que muchos occidentales perciben como un “choque cultural” al llegar a la India.
“Yo trabajé en la cocina de muchos restaurantes y veía que, además de no usar barbijo, toda la higiene era muy pobre. No tenían cuidados en el lavado de manos ni de las verduras. En general, además, las más descuidadas son las castas más altas, como la de los guerreros o rajput, o la de los brahmanes o religiosos. Ellos consideran que la limpieza la deben realizar las castas inferiores y por eso dejan la basura en cualquier lugar y son muy descuidados”, señaló.
Hace dos semanas Andrade participó incluso personalmente del multitudinario baño en el río Ganges durante la fiesta del Kumbh Mela y hasta se metió al río. “Como era al aire libre, no tuve miedo de contagiarme”, dijo. “Son fiestas ancestrales que la gente espera durante años. Por eso también es medio imposible para el gobierno impedir estas reuniones. Son experiencias personales muy fuertes”, concluye, ya imbuida de la espiritualidad del país al que adoptó como propio desde hace un año.
Otras noticias de India
- 1
El chavismo afirma que el opositor que dejó la embajada argentina colabora activamente con la Justicia
- 2
The Economist nombró al país del año: cuál fue el elegido y qué dijo sobre la Argentina
- 3
Un ómnibus chocó con un camión y se prendió fuego: 32 muertos
- 4
Cómo el caso Pelicot relanzó debates jurídicos y sociales y qué podría cambiar tras la sentencia en Francia